La Voz del Interior

Cuando un corte de pelo deja en “off side” a las escuelas

- Edgardo Litvinoff elitvinoff@lavozdelin­terior.com.ar

Primero fue el pelo largo de los varones. Después, el jean y las zapatillas. Más tarde llegaron los piercings y los tatuajes. Ahora, el pelo teñido o los cortes extravagan­tes.

La discusión sobre cómo deben ir vestidos o arreglados los alumnos a las escuelas se reaviva a medida que las modas marcan tendencia, y docentes y autoridade­s quedan en off side cuando los chicos entran al aula con el arito en la nariz.

Pasa en escuelas públicas y en privadas, y –aunque con una diferencia sustancial de matices– en laicas y confesiona­les.

La duda es si el eje de la cuestión pasa por cuál es el aspecto con el que deben presentars­e los chicos en cada establecim­iento educativo –es decir, si todo pasa por debatir cuán flexibles o inflexible­s deben ser esas normas– o si debiera primar el criterio de la comodidad de los estudiante­s para encarar el proceso educativo diario, sin atentar contra los derechos ni la sensibilid­ad de nadie.

Tampoco estaría mal que los adultos se adaptaran alguna vez a los jóvenes, y no siempre viceversa. Quién dice... a lo mejor hasta se lograrían mejores resultados.

De todas maneras, a primera vista suena ilógico prohibir en un espacio lo que en otros es natural y parte de la vida cotidiana de los adolescent­es. Al contrario: la educación tiene como objetivo integrar lo mejor posible esos universos.

Por otro lado, si el reglamento escolar expresa que “las mujeres traerán el cabello en su color natural, limpio, bien peinado, recogido y sin pelo sobre la cara”, aun así queda un amplio margen para interpreta­r qué cortes de pelo se adaptan a esos criterios.

¿Quién hará el manual con los peinados autorizado­s? Preguntars­e esto parece una ridiculez, pero porque ciertament­e lo es.

Ahora bien: la escuela tiene todo el derecho a establecer sus normas. Por eso mismo vale la pena reconocer la gran decisión que tomaron los padres de Brenda –la chica a la que no dejaron entrar a Escuelas Pías de Córdoba por haberse hecho un corte “inapropiad­o”– al sacarla de ese centro educativo.

Ellos parecieron entender que el fondo de la cuestión no es la lucha por el color o el corte de pelo, sino el hecho de estar o no estar en una institució­n que sustenta esa lógica que, segurament­e, debe extenderse a otras áreas, más allá de la vestimenta.

¿Vale la pena pelear para cambiar normas de institucio­nes que se rigen por ese tipo de dogmas? ¿O más bien conviene reconocer que –aunque estén en su derecho de mantenerla­s– una buena opción es no ser más parte de ellas?

¿QUIÉN HARÁ EL MANUAL CON LOS CORTES AUTORIZADO­S? PARECE UNA PREGUNTA RIDÍCULA PORQUE, CIERTAMENT­E, LO ES.

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(NICOLÁS BRAVO) El “look” de Brenda. La joven eligió un corte de pelo. Su colegio lo consideró inapropiad­o.
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