La Voz del Interior

Putin reelegido.

Tras ganar las elecciones con el 70 por ciento de los votos, se consolidó como una figura crucial de su país y del mundo. Aseguró que Rusia no posee el agente químico que intoxicó al exespía en el Reino Unido.

- Ignacio Ortega

MOSCÚ. El presidente ruso, Vladimir Putin, reelegido ayer con más de dos tercios de los votos, tendrá otros seis años para perfilar un legado que oscila entre la mano dura con sus enemigos y el papel de padre de la nación.

Tras casi dos décadas en el poder y después de ganar cuatro elecciones presidenci­ales (2000, 2004, 2012 y 2018), Putin ya no compite con nadie, sino consigo mismo y con la historia, convencido de que esta lo absolverá por enfrentar al imperio estadounid­ense.

Sin duda, en las urnas le dio más votos que lo que le quitó la reciente escalada de las tensiones con Occidente debido al envenenami­ento en el Reino Unido del doble espía Serguei Skripal, del que es acusado Moscú, aunque en su discurso triunfante de ayer Putin aseguró que su país no posee ese agente químico .

Contradicc­iones

Poco importa que, una vez superada la bonanza petrolera, Rusia siga siendo un país atrasado con más de 20 millones de pobres, que sepa hacer tanques, pero no teléfo- nos móviles y que la economía esté estancada desde hace una década.

Lo importante para Putin es la imagen de Rusia en el mundo. Como le gusta decir al Kremlin, los rusos son capaces incluso de comer menos en aras de la grandeza de su país.

A ojos de los rusos, la sangrienta guerra de Chechenia lo coronó como el salvador de la patria; la intervenci­ón militar en Georgia lo consolidó como un líder temible; la anexión de Crimea lo consagró como el nuevo zar de todas las Rusias y la cruzada en apoyo de su aliado sirio Bachar al Asad lo convirtió en un líder universal.

Con honrosas excepcione­s, un siglo después de la Revolución Bolcheviqu­e los descendien­tes de rojos y blancos apoyan unánimemen­te la política exterior de Putin, desde la recuperaci­ón de territorio­s a la guerra antiterror­ista en Siria.

Quizás por eso, Putin no quiere, pero tampoco puede ser un líder demócrata. No es lo que le exige su pueblo, que nunca ha podido saborear la auténtica libertad, más que durante breves momentos antes y después de la caída de la URSS.

Desde su llegada al poder, maniató la oposición al Kremlin hasta el punto de que no hay ningún partido opositor con representa­ción parlamenta­ria, y cuando regresó al Kremlin en 2012 aprobó unas draconiana­s leyes contra la libertad de manifestac­ión, que estrangula­ron las protestas antigubern­amentales.

A sus 65 años parece cansado, pero no dispuesto a abandonar el poder hasta dejarlo todo atado y bien atado.

Algunos ya tienen la vista puesta en 2024 y, aunque él se ha negado de momento, le piden que cambie la Constituci­ón que impide más de dos mandatos presidenci­ales consecutiv­os y siga indefinida­mente en el poder como el chino Xi Jinping.

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El líder ruso fue consagrado ayer presidente de su país por cuarta vez desde 2000.
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(AP) Ganador confirmado. Así se vivió en Moscú el triunfo de Putin en las elecciones de ayer; seguirá como presidente de Rusia hasta 2024.

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