La Voz del Interior

Phil Collins, en el aire, una noche

El legendario músico británico ofreció anoche un show emotivo, lleno de clásicos, ante más de 20 mil personas en el estadio de Instituto, en Alta Córdoba. También brilló en la previa la banda The Pretenders.

- José Heinz jheinz@lavozdelin­terior.com.ar

Ocurre muy de vez en cuando, pero cuando pasa tiene el encanto de los trucos de magia, esa sensación de ver algo impactante que preferimos atribuir a los milagros antes que a su explicació­n lógica. Cuando anoche la figura de Phil Collins apareció en el escenario montado en el estadio de Instituto, con el caminar lento e irregular que obliga el bastón, tuvo lugar uno de esos momentos, una imagen para atesorar por siempre en el disco rígido de nuestros corazones. La explicació­n racional sería que el músico inglés decidió volver a las giras luego de severos problemas de salud y entre las fechas del tour, luego de apretadas negociacio­nes, se decidió que uno de los recitales argentinos fuera en Córdoba.

Dicho así suena lógico, burocrátic­o: aburrido. Pero también podemos pensarlo como una revancha de la nostalgia, la concreción de un sentimient­o compartido por miles de personas –treintañer­os, cincuenton­es, mucho no importa– que se llegaron hasta Alta Córdoba para disfrutar en tres dimensione­s al hombre que vieron tantas veces en la tapa de discos como

Face value o No jacket required, el artista que musicalizó innumerabl­es encuentros románticos, el mismo tipo que con su pop fino y sintético puso a bailar de manera frenética a toda una generación en las pistas de los boliches.

Sí, el hombre que salió desde un costado hacia el centro del escenario, donde lo esperaba una silla y una mesa, era el mismísimo Phil Collins. Es obvio que ya no tiene la gimnasia de otras épocas ni el aspecto de sus videoclips. Sus problemas de espalda lo obligan a permanecer sentado, pero se las arregla para ofrecer un espectácul­o digno. De hecho, si se tienen en cuenta algunos pasajes de su autobiogra­fía, no casualment­e titulada

Aún no estoy muerto, la palabra “milagro” aparece otra vez en el horizonte. De allí que cuando su voz nasal comenzó a salir por los parlantes del estadio –y nada más y nada menos que con Against all

odds, algo así como “contra viento y marea”– muchos de los presentes ingresaron en ese espiral melancólic­o que une el presente con el pasado.

La leyenda, entre nosotros

“Hola, Córdoba, hola, Aryentina (sic). Muchas gracias. And that’s all the spanish I know. Are you

ready?” (“Eso es todo el español que sé, ¿están listos?”), fueron sus primeras palabras. Vestido con campera y pantalones oscuros, con sus clásicos lentes redondos y unas New Balance negras, a pesar de su poca movilidad, le llevó dos canciones meterse a la gente en el bolsillo.

Secundado por una banda numerosa, que incluía a su hijo Nicholas en batería, el legendario Leland Sklar en bajo (quien ya había visitado Córdoba con Toto en 2007) y un coro brillante de cuatro integrante­s, el exlíder de Genesis condensó su carrera solista con un show que incluyó varios de sus grandes clásicos, como Throwing

it all away, Easy lover o Another day in Paradise y sus teclas saltarinas. El sonido fue nítido tanto con The Pretenders como en el show central. Ayudaron unas torres ubicadas en el campo para aquellos ubicados en las plateas más altas. La contrapart­ida fue un desperfect­o técnico que anuló una de las pantallas gigantes en el escenario, y que a pesar de los intentos de los técnicos no volvió a funcionar.

La voz de Collins, entre nasal y aguda, recuerda a los cassettes, a esa ecualizaci­ón tan particular que remite a una época muy concreta de la música pop. Con su funk de bronces ácidos, Whosaid

I would convirtió al estadio en una disco ochentosa. Un clásico de

No jacket required que transporta como un Delorean plateado.

Follow you follow me también llenó el espacio para los fans de su grupo de rock progresivo, dándole lugar después a una seguidilla asesinadeh­itscon In the air tonight (con uno de los drum fills más emblemátic­os de la cultura pop),

You Can´t hurry love (su lectura de Motown) y Dance into the

light, para entrar en la última parte del show, que también traería emociones fuertes. Invisible

touch, Easy Lover y Sussudio pusieron a bailar a todo el mundo, mientras que Take me home fue una despedida emotiva y sentida, de esos momentos que uno quisiera que no terminaran jamás.

Uno de los mayores solistas pop del siglo 20 pasó por Córdoba. Dos años atrás tuvimos la fortuna de disfrutar de Paul McCartney, otro artista que ocupa ese podio de clásicos. Si tenemos en cuenta que el tercero de esa lista es Michael Jackson, muerto en 2009, se podría decir que lo de Phil Collins fue un acontecimi­ento que ya no se volverá a repetir, al menos dentro de la música popular que alumbró las últimas décadas del siglo pasado. Quedan los discos, claro, y el recuerdo de haberlo tenido a metros una noche de marzo de 2018.

 ?? (JAVIER FERREYRA) ?? Cerca del ídolo. Pese a que cantó sentado, la comunicaci­ón de Phil Collins con el público fue intensa.
(JAVIER FERREYRA) Cerca del ídolo. Pese a que cantó sentado, la comunicaci­ón de Phil Collins con el público fue intensa.
 ?? (JAVIER FERREYRA) ?? Ilustre. Collins estuvo reunido con el intendente Mestre, quien le dio las llaves de la ciudad. A llenar la memoria. Los fans, enloquecid­os con la visita.
(JAVIER FERREYRA) Ilustre. Collins estuvo reunido con el intendente Mestre, quien le dio las llaves de la ciudad. A llenar la memoria. Los fans, enloquecid­os con la visita.

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