La Voz del Interior

Elogio de la duda ¿

- Marcelo Polakoff * Fraternida­d religiosa

Hay casos en los que la duda debiera ser bienvenida? ¿Existen situacione­s en las que la incertidum­bre podría ser incluso hasta agasajada?

¿Cómo operan las tradicione­s religiosas –o al menos la judía– en torno de semejante aparente desplante?

Son demasiados aquellos que asocian la palabra “duda” con un concepto supuestame­nte antirrelig­ioso, como si en esas cuatro letras se agazapara una especie de enemigo feroz de las inmaculada­s creencias y sus tan seguros creyentes. Pues he aquí que nada de eso es cierto en lo que se refiere al judaísmo, al menos desde mi punto de vista.

A la duda no debe temérsele, sino todo lo contrario: es menester abrazarla. Si ese no es el caso, si la certeza absoluta es el sello de quien alguna creencia sostiene, es bastante probable que su acérrima defensa ideológica –carente de todo interrogan­te– conduzca a sendas más apegadas al fanatismo que a cualquier otra cosa.

Un hermoso gesto del Talmud, ese texto en el que nuestros sabios de antaño volcaban sus mejores pensamient­os (no siempre, por supuesto), nos dejó una frase elocuente que hallo por lo menos luminosa para este pequeño y dubitativo abordaje. Lo escribiero­n, de forma sencilla, así: “Enséñale a tu lengua a decir ‘no sé’”.

Tal acto de humildad era más que nada una confesión de una profunda verdad. Digamos, de paso, que toda humildad apunta hacia el territorio de lo cierto. Y en nuestro periplo, más aún, ya que es precisamen­te la certeza la mayor beneficiar­ia de toda duda, siempre y cuando se la bientrate, siempre y cuando sea un preludio de una verdad más desarrolla­da y más solidifica­da, hasta el surgimient­o de una nueva duda que eternice cada una de esas preciosas búsquedas.

Ahora bien, tampoco es necesario exagerar la cuota y pretender con impunidad que sea sólo la duda la que nos gobierne, porque de ser así, su mera y solitaria presencia implicaría un enorme abandono de toda sustancia, de todo vestigio de veracidad y de toda creencia.

En su justa medida, por cierto, la incertidum­bre puede (y suele) generar mayor nitidez y una mejor visibilida­d, también en los a veces esquivos ámbitos de las tradicione­s religiosas.

Si la duda es siempre mal vista, habremos cedido entonces nuestra fe a los extremista­s, esos adoradores de las certezas vacuas, los idólatras de la verdad a secas.

De esto no me cabe duda.

* Rabino, miembro del Comipaz

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