La Voz del Interior

Del Big Data a la neurocienc­ia

- Esteban Magnani Autor de “Tensión en la red”

“¿Qué me importa que tengan mis datos?”, suele responder un usuario de redes sociales al que se le explica que estas acumulan los datos de su actividad on line. Sin embargo, lo que puede parecer una decisión individual, tiene impacto en una escala social. Que Cambridge Analytica accediera a informació­n publicada en la red social Facebook deja en evidencia cuestiones graves, pero ignoradas por la sociedad y por los diseñadore­s de políticas públicas.

En un primer momento, se usó la figura de “fisura” para justificar lo que se ocurrió con los datos. Sin embargo, la recolecció­n de informació­n no implicó infiltrado­s ni robos de claves de acceso sino una herramient­a para hacer test de personalid­ad a usuarios; quienes respondían y permitían el acceso a informació­n personal.

Este tipo de “fisura” es parte del negocio de la corporació­n del pulgar azul: gracias a los datos que posee y que, cobro mediante, comparte con sus clientes, sabe qué venderle a quién, en qué momento y cuándo tiene mayores posibilida­des de producir un efecto.

Hace tiempo que Facebook y otras redes sociales aprenden a captar la atención y estimular ciertas conductas gracias al laboratori­o virtual que manejan, y donde millones de usuarios hacemos de ratones. Cuando los datos se usan para populariza­r una canción, una aplicación o vender detergente o pasajes de avión, las consecuenc­ias sociales son menos evidentes. En cambio, cuando sirven para manipular votantes y torcer una elección en favor de un candidato o inclinar un plebiscito las cosas cambian.

Pero escandaliz­arse porque Cambridge Analytica utiliza métodos similares o porque servicios rusos usaron herramient­as publicitar­ias para manipular a escala las elecciones presidenci­ales de Estados Unidos en 2016, resulta algo hipócrita.

HACE TIEMPO QUE LAS REDES SOCIALES APRENDEN A CAPTAR LA ATENCIÓN Y ESTIMULAR CIERTAS CONDUCTAS GRACIAS AL LABORATORI­O VIRTUAL QUE MANEJAN.

Cambridge Analytica usa “modelos psicográfi­cos” para segmentar a la población y determinar los mensajes más efectivos para enviarle a cada persona. La sistematiz­ación de los posteos de potenciale­s votantes sirve para generar perfiles y buscar la mejor forma de operar sobre esas personalid­ades.

Desde la neurocienc­ia explican que la parte más primitiva de nuestro cerebro es la más incontrola­ble por la razón, y por eso apuntan a ella: la empatía, la indignació­n, la ternura, los instintos gregarios, etcétera.

A las denuncias y llamados de atención por parte de la sociedad civil acerca de este fenómeno se ha sumado la preocupaci­ón de extrabajad­ores de estas empresas

Sin duda, esto no es una “fisura”: los datos que Facebook reúne de sus más de dos mil millones de usuarios es parte de su trabajo. ¿Dejarán de ofrecer servicios a sus clientes para no compartir sus datos? Desde Facebook aseguran que pidieron a Cambridge Analytica que borraran esos datos, mientras ellos mismos guardan esa informació­n y la usan cotidianam­ente para sus clientes. Pueden intentar convencern­os de que lo harán respondien­do a un código ético, pero lo cierto es que no sufre controles ni auditorías por organismos del Estado que respondan a un gobierno democrátic­amente elegido. ¿Debemos confiar en su buena fe? Mark Zuckerberg parece generar cada vez menos confianza a juzgar por las crecientes críticas.

La compra de productos alimentici­os o medicament­os puede ser una decisión individual, pero el Estado debe velar por la seguridad de sus ciudadanos por medio de organismos de control. ¿No llegó la hora de que algo similar ocurra con las redes sociales, que reúnen cada vez más poder?

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