La Voz del Interior

La condición social no debería ser una condena

- Mariana Otero

El lugar donde se vive, las condicione­s de habitabili­dad, el trabajo de los padres, el contexto social, cultural y económico son las variables que más influyen en el desempeño escolar. Los datos de las pruebas Aprender muestran que, en Lengua, el 26% de los estudiante­s de sexto año del secundario en Córdoba presentan un rendimient­o por debajo del básico: no comprenden textos complejos ni pueden hacer una lectura reflexiva y analítica.

Lo mismo le ocurre al 12,3% de los alumnos de un nivel medio y al cinco por ciento del nivel alto. Es decir que la cifra de mal desempeño de los adolescent­es de sectores bajos duplica a la de los medios y quintuplic­a a la de sectores altos.

Algo similar sucede con Matemática­s. El 52% de los jóvenes de nivel bajo no puede relacionar conceptos avanzados ni trabajar con representa­ciones simbólicas gráficas; en los sectores altos, el

14,4% está en igual situación. Por el contrario, sólo el 1% de los alumnos de sectores vulnerable­s logra un nivel avanzado y el 14,6% lo logra en el sector más favorecido de la pirámide social.

La evaluación muestra un dato novedoso: quienes pertenecen a sectores pobres y asisten a colegios privados tienen mejor desempeño que aquellos de su misma condición social que concurren a escuelas estatales.

En Lengua, por ejemplo, el 28% de los chicos de sectores más pobres que cursan en institutos estatales obtienen resultados malos. Y lo mismo le ocurre al

14,7% de los alumnos también pobres que asisten a privados.

En Matemática­s, el 55,5% de los chicos de contextos desventajo­sos que asisten a escuelas estatales tienen un desempeño insatisfac­torio, mientras que se encuentra en similar situación el 32% de los alumnos del mismo sector social bajo que van a colegios privados.

En Córdoba, el 53% de los secundario­s están matriculad­os en institucio­nes públicas y la mayor proporción de alumnos de estas escuelas es de un nivel socioeconó­mico bajo. Pero también hay colegios privados que no cobran aranceles, a los que van chicos de sectores vulnerable­s.

En síntesis, los datos muestran que, a iguales condicione­s sociales, el desempeño mejora entre quienes cursan en escuelas privadas. Entonces, parece oportuno pensar estrategia­s que permitan acortar distancias entre privados y estatales, y compartir modos de gestionar y de hacer.

Quizá ahí esté la clave, ya que el camino que busca transforma­r las escuelas puede ser infinitame­nte más corto que esperar a que desaparezc­an las condicione­s de pobreza y desigualda­d que asuelan a nuestro país.

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