La Voz del Interior

“En esa época, estar vivo ya era un regalo”

Con sólo 13 años, fue secuestrad­a y torturada en la cárcel del Buen Pastor. Los represores le pedían datos a cambio de salvar a sus padres.

- Virginia Digón vdigon@lavozdelin­terior.com.ar

Alba es mujer, madre y abuela de 55 años, cordobesa que vive en Buenos Aires hace 20 años y trabaja como coach ontológica. Habla pausado y tranquilo y suspira cada tanto mientras cuenta los detalles de su dura historia de vida.

Su madre murió cuando tenía 3 años y luego su padre, Armando Arnulfo Camargo, se casó con Marta Alicia Bértola con quien tuvo otro hijo. Ambos fueron desapareci­dos en 1976 al igual que sus tíos. Y su vida cambió para siempre.

Hasta acá la de Alba puede asimilarse a muchas historias de los duros años de plomo, aunque la de ella guarda una particular­idad: es la única conocida de una niña, ya preadolesc­ente, que con tan sólo 13 años fuera secuestrad­a ilegalment­e por la dictadura en Córdoba.

Su testimonio en la megacausa de La Perla, en 2013, estremeció a los presentes. Fue el primer caso de una nena secuestrad­a que se denunció en el juicio por los crímenes de lesa humanidad cometidos en ese centro clandestin­o de detención.

Estuvo presa casi seis meses en el Buen Pastor (en ese momento cárcel de mujeres), encerrada en una habitación. Se presume que fue en un acto de complicida­d entre la dictadura y las monjas que estaban a cargo del establecim­iento.

Allí fue torturada psicológic­amente por una patota para que brindara informació­n a cambio de la posibilida­d de salvarle la vida a sus padres. Tremenda presión para alguien tan pequeña, privada de su libertad y separada de su familia.

–¿Cómo llegaste ahí?

–El 22 de julio de 1976 secuestrar­on a mis tíos Carlos Berastegui y Susana Bértola. Al día siguiente entraron a mi casa, saquearon todo, golpearon a mis padres y se los llevaron al centro clandestin­o de detención de La Perla.

Yo me quedé con mi abuela Sara y a mi hermano se lo llevaron sus abuelos maternos (Pedro Bértola y su esposa). El 5 de agosto una patota entró a la casa de mi abuela y me llevaron en un auto. “Ya la vamos a traer, no se haga problema”, le dijeron.

Hasta ese día y después de mi secuestro nunca nos dejaron de molestar. Iban emisarios a pedirnos plata a cambio de que nos dijeran dónde estaban mis viejos o nos dejaban mensajes en Navidad con el mensaje: “Los vamos a matar a todos”. Ese tipo de cosas espantosas hacían con las familias.

–¿Cómo fue tu paso por el Buen Pastor?

–Cuando llegué, no sabía dónde estaba. Me metieron en una pieza en el piso de arriba de la cárcel donde vivían las monjas (en el de abajo estaban las detenidas). Ahí me interrogar­on. Me dijeron que si les decía quiénes eran los compañeros de mis padres, que eran militantes del ERP, ellos podrían salvarles la vida. Yo no tenía informació­n ni datos que aportar. La patota fue unas tres veces en los meses que estuve. Mi vida ahí se reducía a estar en una pieza, comer, ir al baño. A veces cantaba.

Un día, una de las monjas me llevó a la capilla (del Buen Pastor) y sin mediar palabras, me soltó. Ahí estaban mi abuela Sara y mi abuelastro Pedro Bértola esperándom­e.

–¿Hablabas con las monjas?

–Pedía muy poco, intentaba ser invisible, que se olvidaran de mí ahí adentro. Hoy esas monjas están en el Hogar San Camilo en Cosquín. Están espléndida­s y lúcidas, pero cuando alguien va a preguntarl­es por el paradero de niños desapareci­dos o de secuestros ilegales, ellas “pierden la memoria”.

–¿Tuviste miedo?

–Tuve mucho miedo. Y lo tengo, lo siento en mi cuerpo. Pero eso no impidió que estuviera cada jueves en las rondas de los familiares con nuestras pancartas, mostrando los nombres de nuestros desapareci­dos amados.

–¿Cómo fue tu vida cuando saliste? ¿Tuviste alguna contención especial?

–En esa época, estar vivo ya era un regalo, no nos planteábam­os demasiadas cosas. Cuando salí estuve mucho tiempo entristeci­da en una cama hasta que mi abuela me dijo: “Basta. Tenés que salir a estudiar y trabajar”.

Las cosas habían cambiado económicam­ente para mi familia, así que comencé a trabajar a la mañana en un estudio jurídico, a la tarde en una guardería cuidando bebés y a la noche estudiaba en una escuela nocturna. En mi tiempo libre me iba a las Sierras a hacer montañismo, eso me hacía bien. A los 18 me casé y tuve dos hijas que me devolviero­n la vida. Luego me separé. Hoy estoy en pareja con Eugenio Reati, con quien tengo un hijo de 16 años y un nieto de cinco que es lo mejor que me pasó en la vida.

–¿Qué significó para vos la reapertura de los juicios después de 40 años?

–Los juicios son el resultado del trabajo duro de los organismos de Derechos Humanos para que se materialic­e la justicia. Esto es para todos. No podemos vivir como iguales con asesinos, violadores y torturador­es en libertad. No lo tenemos que permitir nunca más. En la sentencia me encontré con gente que estuvo con mis padres en La Perla. Me contaron de los gestos solidarios que tenían ahí dentro con sus compañeros. Fue muy emotivo.

–¿Cómo ves la política actual de Derechos Humanos?

–Creoqueesm­uyprovocat­ivay cínica por las distintas medidas que toma o avala el Gobierno nacional. Por ejemplo, cuando el Presidente recibe a un policía que cometió un asesinato por la espalda a un asaltante. También cuando alientan a la Justicia para que libere a los genocidas o les den prisión domiciliar­ia.

–¿Qué le dirías a tus papás hoy?

–Que los amo y admiro. Una jornada con múltiples actividade­s conmemorat­ivas.

APERTURA DE TODOS LOS SITIOS DE MEMORIA. Archivo Provincial (de 11 a 16), La Perla (de 10 a 16.), La Ribera (de 10 a 14.)

A LAS 10. Acto homenaje del Frente Cívico en el Memorial de los Desapareci­dos del Cementerio San Vicente.

A LAS 11. Sueltadeav­es rescatadas del cautiverio por la Policía Ambiental-Comisión Provincial de la Memoria. Lugar: Espacio para la Memoria La Perla. A LAS 12. Apertura de la segunda etapa del Domo de la Memoria construido por docentes y estudiante­s de la Faudi de la UNC. Lugar: Espacio para la Memoria La Perla.

A LAS 18. Convocator­ia a la marcha “Un país para pocxs Nunca Más” organizada por la Mesa de Trabajo de los Derechos Humanos de Córdoba. Desde Colón y Cañada hasta el Buen Pastor.

DESDE AYER. En la Ciudad de las Artes se expone Ex 141 M. Parque de Memorias Cinéticas. Obras de un colectivo que combinó diseño, fotografía, arquitectu­ra y la gestión cultural para instalar marcas de memorias, en el territorio de Ciudad de las Artes. El mismo sitio donde funcionó la central de inteligenc­ia del terrorismo de Estado en Córdoba durante la última dictadura cívico-militar. NUEVO SITIO DE LA MEMORIA EN EL MUNICIPIO. Ayer fue señalizado el ingreso a la cochera de la Municipali­dad de Córdoba, uno de los espacios que funcionó como Centro Clandestin­o de Detención, durante la última Dictadura Militar en Argentina. Ahí fueron detenidos empleados y funcionari­os del gobierno municipal.

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GENTILEZA ALBA CAMARGO
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