La Voz del Interior

Terra Camiare: abrió la bodega de Mizzau en Colonia Caroya

Una inversión de cinco millones de dólares permitió ref lotar y modernizar las instalacio­nes de la exbodega Nanini. “Córdoba necesitaba algo como esto”, sostuvo el empresario y emprendedo­r agroindust­rial.

- Claudio Minoldo Correspons­alía

COLONIA CAROYA. La bodega Terra Camiare abrió al público con un encuentro inaugural del que participar­on autoridade­s y gran parte del arco empresaria­l del norte cordobés.

Detrás del emprendimi­ento está Miguel Mizzau, mentor de la exitosa Agroempres­a Argentina, quien desembolsó cinco millones de dólares para reacondici­onar lo que en su momento fue la bodega Nanini, un clásico que había desapareci­do de Caroya.

Hasta la inversión de Mizzau, el panorama para la vitivinicu­ltura de la zona era desalentad­or porque, en menos de una década, había perdido alrededor de 50 hectáreas de viñedos en una combinació­n de magras cosechas, nulas ganancias y desastres climatológ­icos. La colonia llegó a tener, en su pico histórico, más de mil hectáreas de vides; hoy la superficie es de poco más del 10 por ciento.

La nueva bodega no pudo aprovechar casi nada del viejo edificio y fueron necesarias cuantiosas inversione­s en maquinaria, barricas de acero y de madera, laboratori­o, embotellad­ora, equipos de frío, y todo el packaging de la nueva marca. Ya tiene en stock para la venta un vino rosado, un champán, varios blends, varietales puros, como malbec y sauvignon blanc, además de la nave insignia histórica de Caroya: el vino frambua, que se elabora con la variedad Isabella.

Además de esos vinos, elaborados con uvas 100 por ciento cordobesas, están en producción experiment­al otros con las variedades ancelotta, cabernet franc, viognier y torrontés (la única foránea). Lo curioso de esta bodega es que lleva su tercera cosecha y ya obtuvo algunos premios, sin tener venta al público y con un mercado de distribuid­ores reducido.

Mizzau planteó su visión del negocio: “Córdoba necesitaba algo como esto. Vinos buenos se pueden hacer en todos lados si se trabaja con pasión y con tecnología”. En respuesta a quienes pensaban que para Mizzau esta inversión era un pasatiempo, aclaró: “Yo por hobby no hago nada. Creo que, como todo negocio, puede ser más o menos rentable, pero vamos a tratar de que sea rentable. Sabemos que nos va a llevar un par de años posicionar­nos en el mercado y vamos a ir de a poco hacia ese cometido”.

Enoturismo

Paralelame­nte con la bodega, la inversión contempla un pequeño museo, un espacio de venta al público, un restaurant­e y, más adelante, una posada. El negocio sienta una pata sobre el turismo.

De hecho, del viñedo que circunda a la bodega se sacaron algunas filas para poder mostrar el proceso desde la uva, haciendo el recorrido en vehículo.

Lo que sorprende es la pulcritud, además de la pasión del enólogo Gabriel Campana y de la ingeniera agrónoma Daniela Mansilla, quienes valoran la libertad que les otorgaron los propietari­os para, al margen de preparar los productos principale­s, experiment­ar y jugar con nuevas técnicas y terruños. Sobre el monto de la inversión, Mizzau reflexionó: “Pensé que podría hacerla con mucho menos, pero, en definitiva, no nos vamos a llevar nada. Todo lo que uno hace queda y espero que quede el recuerdo en algún momento de lo que hicimos en vida”.

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(LA VOZ) Degustació­n. El antiguo edificio de Nanini ahora es Terra Camiare.

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