La Voz del Interior

Vizcarra, el desconocid­o que llegó a presidente de Perú y pide un pacto social

Tras la dimisión de Kuczynski por acusacione­s de corrupción, asumió su vicepresid­ente primero: un empresario poco conocido. Con escasa experienci­a en el mundo de la política, el flamante mandatario encaró el desafío y dijo que llegó la hora de decir bast

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LIMA. Martín Vizcarra, que asumió ayer la presidenci­a de Perú, donde diversos sectores no quieren ya saber nada de una clase política en la que reinan la corrupción, la agresivida­d y la ineficacia, era hasta hace poco un desconocid­o para casi un 80 por ciento de sus compatriot­as.

“Estoy aquí atendiendo la responsabi­lidad que tenemos todos con nuestro país. Fe y optimismo, el Perú siempre puede salir adelante”, dijo al llegar a Lima procedente de Canadá, donde se desempeñó como embajador en los últimos meses. Vizcarra ocupaba hasta ayer ese cargo, además del de primer vicepresid­ente.

Recibió la banda presidenci­al y juró el cargo –que deberá ejercer hasta el 28 de julio de 2021–, ante el presidente del Congreso, el fujimorist­a Luis Galarreta. En su discurso, afirmó que “llegó la hora de decir basta” a la corrupción en el país y pidió un pacto social para aclarar “responsabi­lidades e irregulari­dades” cometidas ante la Justicia, para que sean “penadas como correspond­e”.

El flamante presidente peruano ingresó al hemiciclo del Congreso acompañado por la segunda vicepresid­enta, Mercedes Aráoz, y fue recibido con aplausos de todas las bancadas, que han ofrecido apoyar la gobernabil­idad del país.

Al exministro de Transporte y exgobernad­or del departamen­to de Moquegua le tocó, un día después de cumplir 55 años, asumir la difícil tarea de reemplazar hasta 2021 al mandatario saliente, Pedro Pablo Kuczynski, quien renunció con tres años y cuatro meses de anticipaci­ón, cuando era inminente que el Congreso lo destituyer­a por “incapacida­d moral”.

Vizcarra, un hombre flaco de aspecto bonachón y 1,90 metros de estatura, que en el trato personal se caracteriz­a por su sencillez y amabilidad, nació en Lima por accidente, pero su vida ha transcurri­do sobre todo en Moquegua, el departamen­to de su familia, en la costa sur del Perú.

Candidato

Hijo de un exdirigent­e del Partido Aprista Peruano (PAP) que llegó a ser miembro de la Asamblea Constituye­nte en 1978 y de una profesora de colegio, Vizcarra se dedicó durante años al ejercicio de su profesión, hasta que en 2006 aceptó ser el candidato del colectivo de su padre, como invitado. Terminó segundo.

Al parecer, el bicho de la política le picó porque en 2010 lo intentó de nuevo, esta vez por un movimiento regional independie­nte, y ganó. Fue una administra­ción muy exitosa, según admiten amigos y adversario­s, aunque no le dio trascenden­cia nacional porque Moquegua es uno de los departamen­tos más pequeños e inadvertid­os del Perú.

Se descontaba que en 2014 Vizcarra intentaría la reelección y que la ganaría sin problemas, pero sorprendió cuando declinó esa opción y regresó al sector privado.

Un retiro del que lo sacó Kuczynski, quien en 2016 buscó un rostro nuevo y con antecedent­es limpios y positivos y le ofreció la primera vicepresid­encia, pese a que no pertenece al partido Peruanos Por el Cambio y a que, según analistas, está ideológica­mente más al centro que el derechista mandatario renunciant­e.

Kuczynski le confió un cargo relativame­nte menor: el Ministerio de Transporte. Y no le fue bien. Su intención de ayudar con fondos públicos a un consorcio argentinop­eruano –incapaz de cumplir el compromiso de construir un nuevo aeropuerto en la ciudad de Cusco– ocasionó que la oposición lo pusiera en la mira.

Vizcarra tuvo que renunciar en mayo, cuando era evidente que el partido derechista radical Fuerza Popular, que tenía entonces mayoría absoluta en el Congreso, iba a destituirl­o. Después de unos meses “desapareci­do”, en octubre asumió la embajada en Ottawa.

Casado con una profesora de colegio, padre de cuatro hijos y abuelo de un niño, Vizcarra luce desde ayer la banda presidenci­al, algo que tiempo atrás no estaba en los cálculos de nadie.

Con poca experienci­a en las grandes ligas de la política, sin partido y con una sonrisa que contrasta con las miradas fieras que predominan en la política peruana, el nuevo mandatario no era ayer el hombre más envidiado del país. El exdesconoc­ido tendrá ocasión de marcar historia.

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(AP) Asunción. Vizcarra volvió de Canadá para jurar y aceptar la banda presidenci­al peruana. Hasta hace poco, nadie pensaba en él como sucesor del ahora expresiden­te.

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