La Voz del Interior

La corrupción como marca de Latinoamér­ica

- CRISIS DE PERÚ

Pedro Pablo Kuczynski, flamante expresiden­te del Perú, no cayó sin lucha: a lo largo de los últimos meses, se defendió apelando a todas las artes –malas– de la política, tales como mentir, dividir a la oposición, indultar a Alberto Fujimori y comprar voluntades. Nada nuevo en el manual del político latinoamer­icano. Sólo que esta vez no le quedó más recursos que irse antes de que lo echaran. Es que a todo viejo mago alguna vez se le acaban los trucos.

Curioso caso el de Perú, con un presidente indultado hace unos meses, uno renunciado, uno en prisión preventiva, otro investigad­o, uno más prófugo y una excandidat­a presidenci­al también sospechada. Y Brasil tiene a un expresiden­te condenado, una expresiden­ta destituida y numerosos funcionari­os presos o procesados, entre otros ejemplos del sur del Río Grande que no vale la pena inventaria­r.

Argentina, para mayor gloria de quienes insisten en vernos diferentes a todos, hace su propio camino en la materia. Recorrido diferente, para qué decirlo, con un expresiden­te condenado que funge como senador nacional, una expresiden­ta con varias causas abiertas y funcionari­os de todo color y calibre sospechado­s de raras asociacion­es o flojos de papeles en grado diverso. Somos, debe enfatizars­e, tan devotos de la Justicia que asumimos como una muestra de rigor que una causa se estire durante 15 años. Lo que sea con tal de no dañar a inocentes.

Queda claro que en no pocos lugares de Latinoamér­ica emerge hoy una sana intoleranc­ia a la corrupción en todas sus formas: los uruguayos, de puro exagerados, hicieron renunciar a un vicepresid­ente porque mintió sobre sus competenci­as y compró golosinas con su tarjeta corporativ­a. Los argentinos no hacemos esas cosas, por ser, como somos, amantes de las segundas oportunida­des. Y de las terceras .

Si bien se mira, lo de Kuczynski mueve a compasión: mientras era ministro de Gobierno, hizo que su consultora Westfield Capital fuera contratada por la todopodero­sa constructo­ra Odebrecht –cuyo presidente purga ahora pena de prisión y sigue revelando escándalos– por unos 782 mil dólares, una suma que a nosotros podría producirno­s un ataque de hilaridad. Quizá porque no nos tomamos las cosas a la tremenda es que las causas que vinculan al holding brasileño con enjuagues argentinos –y cordobeses– no avanzan, de seguro a la espera de que aparezcan en juego cifras más contundent­es.

Queda claro –pero no lo suficiente, dirían algunos– que están tocando a nuestra puerta mientras nos empeñamos en hacer oídos sordos y mirar para otro lado. O alegamos, como lo hizo un funcionari­o judicial, que nuestra corrupción es de menor envergadur­a que otras. Un triste consuelo.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina