Cómo se vive y se siente el amor en un circo
Los romances que nacen en ese mundo nómade tienen algo especial, al menos así lo experimentan sus protagonistas.
El circo tradicional, ese de carpa y piso de aserrín que recorre cada ciudad y cada pueblo del país, es como un minibarrio rodante, un micromundo en el que sus habitantes son atravesados por todo tipo de experiencias y sentimientos. Y, por supuesto, por el amor.
Karen y Helen son gemelas, quinta generación de artistas de circo que toda su vida han recorrido el país bajo la gran lona.
Determinadas por el linaje, una es contorsionista y la otra bailarina del circo Merlín (espectáculo que acaba de arribar a la ciudad de Córdoba), y ambas han formado sus familias dentro del mundo del circo.
Karen conoció a Luisito (tercera generación de circo y nacido ocasionalmente en Uruguay) de pequeña, pero la vida los separó durante mucho tiempo, hasta que un día, nueve años atrás, el payaso volvió a compartir la pista y la conquistó definitivamente.
“Cuando tenía 18 años coincidimos en un circo y ahí nos picó el bichito del amor; desde ahí que estamos juntos”, cuenta el payaso Luisito.
“Me acuerdo de que llegué una noche oscura de tormenta al circo, como de novela, y me fui a dormir porque no había nadie y cuando me levanté temprano la vi a ella ensayando con su abuela, quien nos recordó que de muy chiquitos habíamos compartido circo. Ahí empezó todo”, dice enamorado Luisito.
“Yo al principio lo vi como a un compañero nuevo”, confiesa Karen, “pero después empezó a andarme por atrás, piropo va, flor viene, mensajito... ¡Le costó! Pero acá estamos”, dice entre risas.
Helen, la hermana gemela, también conoció a otro Luis (26) y se enamoró bajo la carpa. “Hace cuatro años yo estaba trabajando como trapecista en otro circo y ellas llegaron para trabajar ahí, pero en este caso ella me vio a mí”, bromea Luis.
“Fue muy lindo nuestro noviazgo, cómo se fue dando. Cruces de palabras detrás del cortinado, salidas a comer… De a poco fue todo”, cuenta Luis.
Felices los cuatro, las parejas comparten, además de sus vidas, la pasión circense, aunque esto no es regla para el amor. “Se dio así, pero no es condición de que el otro sea artista de circo para que haya amor. Se puede dar que alguien de afuera se sume a la vida del circo o que un artista deje al circo por un amor”, dice Helen.
La vida nómade del artista del circo los lleva también a compartir absolutamente todo en la vida: casa (rodante), trabajo y tiempo libre. ¿Cómo se sobrelleva eso? “Te acostumbrás”, dicen los cuatro a coro. “De chiquito te acostumbrás a compartir todo con todos, todo el tiempo. Es algo normal”, dice Luisito. “De generaciones atrás que es así. Mi mamá y mi papá se criaron juntos, fueron a la escuela juntos y terminaron juntos”, agrega Karen. “Lo raro para nosotros es pasar un día separados”, sentencia el trapecista Luis.
Muchas veces ocurre que los artistas cambian de empresa y llevan su número a otro circo y ese parece ser el principal riesgo que atenta contra el amor. “Cuando estás de novio puede ocurrir, pero ahora, que somos padres, adonde va uno va el otro”, afirma Luisito.
Una familia muy normal
Ambas parejas ya tienen hijos, y, con 6 años, el de Karen y Luisito ya comenzó la escolaridad, una cuestión a la que ellos están acostumbrados y viven con suma naturalidad. “Los chicos de crían normalmente como cualquier otro. En la escuela es igual, sólo que nosotros nos manejamos con un cuaderno de pases. Adonde vamos, al chico lo reciben y les van tomando las pruebas, tienen un boletín y a fin de año pasan teniendo todas las materias aprobadas”, cuenta Karen, y Luis
KAREN CONOCIÓ A LUISITO DE PEQUEÑA, PERO SE SEPARARON DE MUY CHICOS. HASTA QUE LA VIDA LOS VOLVIÓ A REUNIR.
agrega: “Depende de la temporada, pero en un año pueden ir a muchos colegios distintos. Yo estuve varias veces en colegios de capitales grandes y en muchas yo estaba hasta más adelantado”.
Se sabe que los niños son sinceros y frontales, y muchas veces no tienen filtro a la hora de expresar lo que sienten. Cómo será entonces ser el hijo de una contorsionista y un payaso enano dentro del ámbito escolar: “Al contrario de lo que se pueda pensar, ellos tiene más amigos aún. Tienen mucha intriga los compañeros y toda la escuela los sigue y les pregunta sobre el circo”, afirma categóricamente Luisito. “Muchas veces vienen a conocernos al circo o nos invitan al colegio a contar nuestra vida. La verdad es que nosotros no nos sentimos diferentes”, dice Karen.
Ni prejuicios, ni miradas sobre el hombre, ni comentarios sarcásticos. Lo que reciben los artistas del circo son sólo palabras de fascinación y de admiración. “Todo depende de cómo te digan las cosas. Pero yo tomo todo con humor. Mi papá era payaso y siempre lo fui yo, no me ofende ni me molesta en los más mínimo que me puedan decir algo”, cuenta Luisito.
La tradición circense pasa de generación en generación sosteniendo así las costumbres de uno de los espectáculos más antiguos de la humanidad. Si los pequeños herederos continuarán la historia, está aún por verse. Lo que es seguro es que no hay ninguna presión familiar. “Será su elección, lo que ellos elijan. Generalmente, como se crían viendo, se enamoran de esta vida”, dice Helen. Luisito cierra: “Siempre y cuando sigan una profesión, que hagan lo que quieran”.