La Voz del Interior

La prostituci­ón hoy en Córdoba, entre la web y las calles

Una parte del trabajo sexual migró a los sitios web y el resto se instaló en las calles. La seguridad sigue siendo la principal preocupaci­ón, a seis años del cambio legislativ­o.

- Juan Pablo Carranza jpcarranza@lavozdelin­terior.com.ar

“Es buena plata y es rápida, pero no es fácil. La verdad que hacer esto no es fácil. Atender el teléfono 20 mil millones de veces al día con pelotudos que te secan la cabeza, con gente que no conocés. No es fácil abrirle la puerta a un tipo o que venga un duro –un hombre drogado– y te pague tres horas y tengas que bancar tres horas a alguien que no querés que esté ahí y que rogás que se terminen las tres horas y poder cerrarle la puerta con los cinco mil pesos que te dejó el chabón”.

Esas son las palabras de Flor, una de las cientos de mujeres que ejercen el trabajo sexual puertas adentro, en departamen­tos subalquila­dos. Hace casi seis años, el Gobierno provincial, como iniciativa contra la trata de personas, prohibió las whiskerías. La medida impactó directamen­te en la prostituci­ón, que se refugió en dos lugares: los sitios web y los departamen­tos, por un lado, y la calle, mucho más marginal, por el otro.

De esta manera, la ley 10.060 dividió el mercado del trabajo sexual en dos.

A las mujeres que no pudieron pagar un departamen­to o el costo de un book en internet, las expulsó a la calle y a la clandestin­idad de la noche. A las otras, las obligó a cambiar la modalidad de contrataci­ón. Muchas conservaro­n su antigua relación de dependenci­a con un regenteado­r o cafishio y se incorporó una nueva figura: los “ciberfiolo­s”.

El “840” (como se conoce en la jerga al proxeneta) del siglo 21 no brinda seguridad a las mujeres –aunque puede hacerlo–, sino que se encarga del posicionam­iento en internet de la trabajador­a. Según la calidad del sitio, será el tipo de material que se publica: si hay un book más profesiona­l o una sesión de fotos más casera. Mientras más caro es el servicio, más artística es la producción y menos explícita la fotografía. La función del “ciberfiolo”: el marketing digital.

El acuerdo es diferente al histórico arreglo con el dueño de una whiskería, quien se llevaba el 50 por ciento de las ganancias. Por una galería de fotos y mantener el hospedaje del sitio web cobran entre 1.500 pesos y 8.000 pesos, dependiend­o de algunas particular­idades de la mujer y del prestigio de la página. En Córdoba hay más de 15 sitios que ofrecen estos servicios.

Pero no son sólo los community manager de la prostituci­ón. Brindan el servicio a quienes ejercen de manera independie­nte, pero muchos también tienen mujeres que trabajan para ellos, cuentan varias entrevista­das. En la mayoría de los casos, son hombres los que se ocupan de esta tarea, como así también del alquiler de los departamen­tos y de la seguridad.

A plena luz

No es legal, no está abiertamen­te permitido. No está prohibido y, sin embargo, la Policía lo persigue. Nadie consume y la oferta de servicios crece. La prostituci­ón siempre ha estado en los márgenes sociales y legales. Todas o casi todas las mujeres esconden su rostro. El anonimato es su capital más preciado. Paradójica­mente, el trabajo sexual se da mejor a plena luz del día.

“Durante la mañana, trabajo más que durante la tarde. Con el arancel alto atraigo a gente que puede pagarlo. Y que no esté tan necesitada. La gente que tiene un buen poder adquisitiv­o y tiene familia –o sea, que de noche no puede salir–, o que se escapa del trabajo. Estoy en pleno Centro y tengo clientes funcionari­os, abogados y policías que están traba- jando por la zona. Depende del tipo del arancel el nivel del cliente”, explica Flor, y afirma que en la zona de Tribunales y de Nueva Córdoba se concentra el grueso de la prostituci­ón en la ciudad. Al menos de la que opera en departamen­tos, con citas preacordad­as por teléfono o través de una página web.

El arancel del trabajo sexual es un filtro natural a la hora de selecciona­r a los clientes. “Las chicas que cobran más barato trabajan más de noche”, considera Flor, quien cree que ese segmento horario también se asocia más con el consumo de sustancias, pero aclara que no se pude generaliza­r.

El trabajo diurno es menos riesgoso, los costos son más altos y los clientes más discretos. Por la noche, pueden llegar hombres borrachos, drogados o con el vértigo de una noche de juerga. Un combo peligroso. Sin embargo, la luz del día no es ninguna garantía. Flor tuvo un episodio hace unas semanas con un “loquito”, como ella se refiere a los violentos.

“Fue hace 15 días. Gracias a que estaba con una amiga, pude salir de la pieza por la ventana y entrar por la otra, mientras mi amiga lo hablaba al tipo para que se fuera”, cuenta.

Una economía inasible

La economía del trabajo sexual es como toda economía en negro: inasible. Cualquier referencia es relativa. En el universo de la clandestin­idad hay costos que no se pueden justificar. Sin embargo, hay trabajador­as que aceptan transferen­cias e incluso tarjetas de crédito. Son la minoría.

La oferta en internet es muy variada. Los aranceles por media hora parten de los mil pesos – hay, incluso, alguno más bajos– hasta los 20 mil pesos para las trabajador­as más caras, por toda la noche.

Ejercer la prostituci­ón puertas adentro también tiene costos fijos altos. “Cobro 1.500 pesos la hora. A mí me cuesta dos mil pesos la página por mes y dos mil pesos el departamen­to por semana. Tengo que estar todo el día divina: cremita, bronceado, peluquería, maquillaje y zapatitos. No es que vengo de la nada, me abro de piernas y cobro. El mismo flujo de plata que entra es el mismo flujo de plata que se va”, cuenta Flor.

A estos gastos hay que sumarles transporte, gimnasio, preservati­vos y cremas con antimicóti­cos.

Las chicas pueden administra­rse de manera independie­nte o por medio del regenteo, aunque si lo hacen con alguien, les dicen a los clientes que están solas. “Siempre se dice que trabajamos solas porque a la gente no le gusta escuchar que somos varias chicas en el departamen­to o hay un hombres cuidando”, explica una de las consultada­s.

En el sitio web más caro y más discreto de Córdoba, las consultas son tomadas por un hombre. Es el encargado de negociar y transmitir­les las condicione­s a las mujeres, pero no decide nada sin su consentimi­ento: tiempo y caracterís­ticas del trabajo, forma de pago y transporte. En todos los casos, van acompañada­s de un chofer al volante, que hace la seguridad.

El cierre de las whiskerías y el estigma que pesa sobre el trabajo sexual vuelven invisible una actividad plagada de riesgos, tanto para quienes la ejercen en la calle –donde la salida de la figura de las whiskerías profundizó la marginació­n que reina sobre la actividad– como para aquellas que prefieren el anonimato y el entorno de un departamen­to, custodiada­s por el nuevo actor poderoso del mercado: el “ciberfiolo”.

ESTOY EN PLENO CENTRO Y TENGO CLIENTES FUNCIONARI­OS, ABOGADOS Y POLICÍAS QUE TRABAJAN POR LA ZONA.

Flor, trabajador­a sexual

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(FACUNDO LUQUE) Ciberespac­io. Los administra­dores de las webs con los “books” de chicas, los nuevos poderosos.
 ?? (JAVIER FERREYRA) ?? Oferta callejera. La prohibició­n de las whiskerías lanzó a una parte de las trabajador­as sexuales a la calle, con menos seguridad aún.
(JAVIER FERREYRA) Oferta callejera. La prohibició­n de las whiskerías lanzó a una parte de las trabajador­as sexuales a la calle, con menos seguridad aún.

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