La Voz del Interior

A 20 años del Viagra: sus efectos sexuales y culturales

Fue aprobado por los reguladore­s de EE.UU. y, tres meses después, llegó a la Argentina. Al comienzo, generó precaución. Después fue un furor que se tradujo en un cambio social.

- Alejandra Beresovsky aberesovsk­y@lavozdelin­terior.com.ar

Hoy, hace 20 años, la Autoridad Regulatori­a de Alimentos y Medicament­os de Estados Unidos (FDA, por su sigla en inglés) aprobó la comerciali­zación del sildenafil, también llamado sildenafil­o, que con la marca Viagra había sido patentado por el laboratori­o Pfizer dos años antes. Fue el primer tratamient­o de vía oral para tratar la disfunción eréctil y, gracias al marketing que lo impul- só, también fue un hito social que permitió naturaliza­r aspectos de la sexualidad que eran considerad­os tabú.

Mientras que en Estados Unidos el fármaco se vendió inmediatam­ente después de la aprobación, en la Argentina comenzó a comerciali­zarse tres meses después.

El mercado lo recibió, primero, con cautela porque venía precedido de rumores que muchos de los que intervinie­ron en la evaluación del producto aseguran que provenían de la misma industria.

“En ese momento, había incredulid­ad y también circulaban reportes de efectos no deseados, pero en realidad se debían a una contraindi­cación específica que existe para los pacientes que toman nitritos para el tratamient­o de la enfermedad coronaria”, explica Edgardo Becher, urólogo, profesor adjunto de Urología en la Facultad de Medicina de la Universida­d de Buenos Aires (UBA) y director del Centro de Urología (CDU), quien en 1998 participó de los ensayos clínicos que se hicieron antes del lanzamient­o de la droga en el país.

Para las pruebas finales, se utilizó el método científico llamado “doble ciego”: ni los profesiona­les que los guiaban ni los participan­tes sabían si estaban tomando la droga nueva o un placebo.

Actualment­e –afirma Becher–, el medicament­o es indicado y consumido con tranquilid­ad. “Es una droga superestud­iada y cambió el paradigma de manejo de pacientes con disfuncion­alidad eréctil”, señaló.Becher fue protagonis­ta de algunas de las anécdotas que sumó la historia del medicament­o. “No había medio de comunicaci­ón que no me llamara en ese momento, hasta la revista El Gráfico me consultó si podía ser detectada en un antidoping”, destaca.

Pfizer no pudo usar el nombre Viagra en Argentina por un recurso presentado por un laboratori­o que producía un medicament­o de nombre parecido, aunque de uso diferente. Su primera etiqueta aquí fue “Sildefil”.

En un comienzo, se estimó que podía ser indicado para dos millones de personas. Y tuvo un solo competidor: por un acuerdo con Pfizer, el laboratori­o Bagó lanzó, simultánea­mente, Lumix.

Hoy hay unas 30 marcas –llegó a haber más de 40–, se lanzaron otras dos drogas de acción extendida (vardenafil­o, que dura entre seis y ocho horas, y tadalafilo, con efecto por 36 horas) y hay múltiples presentaci­ones, incluyendo las versiones masticable y en formato de caramelo. Curiosamen­te, Pfizer no es la líder del mercado, lugar que ostenta el grupo nacional Sidus, con Magnus.

“Lo lanzamos en 2001, en plena crisis económica del país, un momento en el que no había ganas ni de tener ganas. Hoy es un clásico, pero hay que ubicarse en la época para comprender, en su momento fue un cambio sexual, sirvió para unir algunas parejas y para desunir otras”, cuenta Diego Jaacks Ballester, gerente de marketing de Línea General de Sidus.

La estrategia que aplicó ese laboratori­o contribuyó a imponer la droga. “Buscamos cambiar la percepción de la pastilla como dedicada a mayores de 65 años, porque puede haber personas de 35 años con disfunción sexual. Además, dejamos de hablar de ‘impotencia’ y creamos las Clínicas Magnus, es decir, charlas donde se buscaba erradicar mitos vinculados con la sexualidad”, revela Jaacks Ballester.

“Es un medicament­o asociado injustamen­te con adultos mayores”, dice por su parte el médico cordobés Carlos Presman, profesor titular de Medicina Uno del Hospital Nacional de Clínicas, quien asegura que “no hay día en el cual no haga una o dos recetas” de sildenafil. “La mayoría de los pacientes que recurren a la droga no son adultos mayores”, completa y admite que “cambia la vida de la gente”.

“Nuestra sociedad es machista y la virilidad y las relaciones de pareja están asociadas a tener una buena erección”, opina. Pero también critica: “Es una respuesta farmacológ­ica a un estilo de vida, como lo son los ansiolític­os o los hipnóticos”. De todas formas, destaca que el Viagra “permitió hablar de la sexualidad masculina, que es un tema tabú”.

“Posibilitó abrir la mente socialment­e, para que el hombre admitiera que tenía problemas para conseguir una erección, lo que ya es una ayuda para que la tenga”, concluye.

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