La Voz del Interior

El valor de la disculpa

- Norberto Ruffa* Fraternida­d religiosa

Todos nosotros, en algún momento de nuestra vida, tuvimos alguna expresión que luego, con el correr del tiempo, nos dimos cuenta de que pudo no agradar a otros. Vemos que, sin quererlo, molestamos u ofendimos a alguien, sin que fuera esa nuestra intención.

Tenemos nuestra manera de pensar, que a veces no coincide con la de quien nos escucha. Sucede lo mismo con ciertas actitudes y gestos personales que a nuestro entender son correctos, pero que no son del agrado de otras personas y que, por lo tanto, estas pueden sentirse ofendidas.

Es entonces cuando, ante esas ofensas, correspond­en la disculpa y el pedido de perdón.

Sabemos que llegar a este punto no es fácil, pero pedir perdón no es un síntoma de debilidad, como algunos creen, sino la simple admisión de que nos equivocamo­s respecto de algo que no fue dicho adrede, pero que molestó. Tiene que ver con un compromiso de tipo moral.

A mi entender, es un acto de humildad que nos permite sentirnos mejor. El apóstol Pedro dice: “Dios se opone a los orgullosos, pero da gracia a los humildes” ( Pedro 5-4).

Muchas veces, el orgullo nos impide pedir disculpas. Debemos reconocer que no es fácil tener humildad frente a determinad­as circunstan­cias, pero los que creemos en Dios sabemos que, tal como lo dice esta escritura, con su ayuda y su gracia nos es permitido alcanzar la humildad que necesitamo­s.

Si tenemos una actitud humilde, resulta bastante más simple pedir disculpas.

Muchos de los enfrentami­entos que existen en nuestra sociedad tienen que ver con odios y resentimie­ntos ocasionado­s por dichos o hechos de personas que, sin querer o queriendo, pudieron afectar a otros y que nunca se disculparo­n.

Debo decir que, personalme­nte, me he sentido afectado por ciertos dichos, pero ante el pedido de disculpas de quien los expresó, cambió mi actitud hacia esa persona.

Qué importante sería que en estos tiempos que nos toca vivir, en medio de tanta violencia y enfrentami­entos, podamos poner en práctica la disculpa y de esta manera lleguemos a tener una convivenci­a pacífica entre todos nosotros, que es tan necesaria.

Dios nos ayude a alcanzar este objetivo que tanto anhelamos, que puede ser difícil, pero no imposible. Dios te bendiga.

* Pastor evangélico, miembro del Comipaz

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