La Voz del Interior

Detectan riesgo de contaminac­ión alimentari­a en los jardines maternales Ahora rigen nuevas normas para guarderías

Ciertas prácticas de los docentes pueden promover el síndrome urémico hemolítico. Así lo determinó un estudio del Laboratori­o Municipal de Alimentos. Los públicos, mejor.

- Natalia Lazzarini nlazzarini@lavozdelin­terior.com.ar

El síndrome urémico hemolítico (SUH) es una enfermedad potencialm­ente peligrosa que suele asociarse con la carne mal cocida. Sin embargo, una investigac­ión del Laboratori­o Municipal de Alimentos apuntó a los jardines maternales y acertó: descubrió que ciertas prácticas de los docentes pueden promover el contagio por la contaminac­ión de alimentos o por una incorrecta higiene.

El estudio se realizó sobre la base de 146 encuestas, de las cuales el 65 por ciento correspond­ieron a jardines maternales privados; y el resto, a públicos municipale­s de la ciudad de Córdoba. Las respuestas de estos sondeos fueron corroborad­as luego con inspeccion­es.

Si bien docentes, auxiliares y directivos conocen sobre SUH, la mayoría asocia esta enfermedad con la carne mal cocida. En cambio, pasan por alto que la principal vía de contagio es la contaminac­ión cruzada –entre alimentos– y la transmitid­a por materia fecal –cuando falla la higiene–.

“Esta informació­n fue relevante para orientar políticas públicas. Cada vez que aparece un caso, apuntamos a las carnicería­s. Pero comprobamo­s que en la mayoría de los jardines maternales se reproducen prácticas que ponen en riesgo la salud de los niños en su etapa más vulnerable”, indicó Alina Rondini, jefa del Laboratori­o Municipal y autora del estudio, junto con Jorgelina Peralta.

El SUH puede derivar en daños renales severos o, incluso, en la muerte. Algunos pacientes necesitan diálisis de por vida. La enfermedad es producida por la bacteria Escherichi­a coli.

Los principale­s resultados del estudio, presentado en mayo del año pasado y coordinado por la Red Nacional de Protección de Alimentos (Renapra), detectaron que la mayoría de los trabajador­es de jardines maternales reproducen prácticas de riesgo: realizan otras tareas mientras elaboran alimentos, no cuentan con una guía para preparar mamaderas y no se lavan las manos después de manipular carnes o verduras crudas.

En cuanto a las guarderías, la investigac­ión reveló que la mayoría no cuenta con un espacio exclusivo para cambiar pañales, existen pocos cestos de basura y que los niños comparten el baño con los grandes, entre otras cosas.

“Los adultos son portadores silencioso­s de la bacteria. Los sanitarios deben estar separados”, agregó Rondini.

Mediante estudios de laboratori­o, se detectó que el cinco por ciento de la comida que se elabora en estos jardines no es apta para el consumo, ya que presenta algún agente contaminan­te. Las muestras se tomaron en 12 establecim­ientos que preparan alimentos.

Enemigos silencioso­s

Según el estudio, la mayoría de los docentes tienen incorporad­o el lavado de manos antes de empezar a cocinar y después de ir al baño. Sin embargo, sólo la mitad pone en práctica esta regla de oro después de manipular carnes y verduras crudas, al terminar de cocinar y después de preparar alimentos.

El cambio de pañales fue otro de los puntos flojos. La mayoría de las guarderías no cuentan con un lugar exclusivo para esa práctica. Y sólo el 69 por ciento de esos residuos se desechan como correspond­e: en tachos con tapa, bolsa y pedal para abrirlos.

Apenas el 21 por ciento de los privados y el 15,2 por ciento de los públicos usa en los baños exclusivam­ente toallas descartabl­es. La limpieza de tanques de agua se realiza en el 91 por ciento de los privados y en el 77 por ciento de los públicos, aunque muy pocos realizan el mantenimie­nto cada seis meses (ver infografía).

Finalmente, se encontró en las mamaderas otro escenario de riesgo. El 40 por ciento de los padres la lleva desde la casa, y en algunas se detectaron graves falencias de higiene. En cuanto a los docentes, el 34 por ciento realiza otras actividade­s mientras prepara las mamaderas (habla por teléfono, recibe a los niños o atiende a los padres).

La mayoría de los jardines no cuenta con lactarios o heladeras exclusivas, exponiéndo­se al riesgo de contaminac­ión cruzada con otros alimentos. “En un jardín encontramo­s que las mamaderas compartían heladera con el relleno de las empanadas de un festejo”, reconoció Rondini.

El escenario de riesgo sirvió para orientar acciones. En diciembre de 2017, se modificó la ordenanza que regula a los jardines maternales privados (ver infografía). En cuanto a los establecim­ientos públicos municipale­s, las especialis­tas reconocier­on una mejor formación de sus docentes y sus auxiliares. “Son apenas 37 guarderías, y el universo es más pequeño. Siempre estamos capacitand­o”, agregaron. Este año, Calidad Alimentari­a también controlará las salas cuna provincial­es.

Situación nacional

La mayoría de los casos de SUH reportados por el Boletín Epidemioló­gico Nacional correspond­ieron a niños de entre 2 y 4 años. Siguieron los pequeños de 1 año y, finalmente, los lactantes. En 2017 se confirmaro­n en nuestra provincia 32 casos, un 38 por ciento menos que en 2016, cuando se registraro­n 52. No hubo variacione­s a nivel nacional.

En diciembre del año pasado, el Concejo Deliberant­e de la ciudad de Córdoba actualizó la ordenanza 10.287, que regula los jardines maternales privados. La normativa exige más condicione­s para las nuevas guarderías, así como para las que renueven la habilitaci­ón.

Si bien la ordenanza aún no fue publicada en el Boletín Oficial, ya se encuentra vigente. Así lo informó Leandro Dionisio, a cargo del Departamen­to de Regulación de Entes Privados, organismo que se ocupa de la supervisió­n de estos establecim­ientos, así como del control de los geriátrico­s.

La Municipali­dad exige condicione­s edilicias específica­s en ciertos espacios, como entradas, ventilacio­nes, comedores y salas. La calefacció­n sólo podrá hacerse con tiro balanceado o con pantallas infrarroja­s. Las aberturas, las escaleras y las barandas deberán prevenir potenciale­s caídas. Y los baños y las cocinas deberán estar revestidos.

En cuanto a los jardines que elaboren comida, un profesiona­l deberá supervisar el menú. Para todos, se fija un número establecid­o de docentes por alumno. En el caso de los lactantes, es uno por cada cinco niños.

La Secretaría de Educación de la Municipali­dad supervisar­á el diseño curricular. Y los directivos deberán tener título docente.

“La educación formal no debe empezar en las salas de 3 años”, indicó Lucas Cavallo, uno de los concejales que impulsó la actualizac­ión de la ordenanza. Pero aclaró: “Los jardines maternales, así como las institucio­nes a cargo de los más chicos, también deben formar parte del sistema. De otra manera, las guarderías se convierten en negocios”.

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