La Voz del Interior

“Reformator” El último papel de Arnold Schwarzene­gger

Reinventad­o como voz global contra el cambio climático y la “piratería” electoral, el actor volvió a la política. Quiere cambiar el rumbo de Trump en el Partido Republican­o.

- Pablo Ximénez de Sandoval El País, de Madrid

Dijo que volvería. Y esta vez es por conviccion­es. Arnold Schwarzene­gger regresó a la política dispuesto a reformar un Partido Republican­o que considera entregado al extremismo y el caos en manos de Donald Trump. Lo hará desde la retaguardi­a, prestando su voz y su capacidad de recaudació­n a candidatos moderados que apoyen causas que él considera de sentido común, como la lucha contra el cambio climático.

El pasado 21 de marzo, el exgobernad­or de California se puso un traje para participar en un acto político. Era una reunión pequeña, en un gimnasio del este de Los Ángeles.

Fue allí junto con el gobernador de Ohio, John Kasich, para apoyar al actual líder de la muy minoritari­a minoría republican­a en el Legislativ­o estatal de California, Chad Mayes. En el acto, el asambleíst­a por San Bernardino quería lanzar una idea que ha bautizado como “New Way California”.

Básicament­e, la idea de que el Partido Republican­o debe cambiar si quiere volver a ser relevante alguna vez en el Estado.

Mayes sufrió importante­s críticas dentro de su partido por apoyar el programa contra el cambio climático de California, en un contexto en el que está de moda poner en duda la existencia misma del fenómeno, a raíz de Trump.

Fuerzaalad­eriva

Kasich y Schwarzene­gger estaban allí porque se han propuesto hacer lo mismo en todo Estados Unidos. Encontrar Mayes en todo el país. Los dos están alarmados por la deriva de un Partido Republican­o que parece incapaz de poner los intereses comunes del país por delante de los del partido. “La política de la división, el enfado y el resentimie­nto pueden llevar a una base robusta a las urnas, pero está rasgando nuestro país por las costuras y no se está haciendo nada”, dijo Schwarzene­gger en aquella reunión.

Schwarzene­gger (Thal, Austria,

1947) tiene los mismos años que Donald Trump, y lleva siete fuera de la política activa. Dejó el puesto de gobernador de California en

2011 después de dos mandatos. Buscó la forma de presentars­e a presidente en 2016, pero finalmente no lo intentó, consciente de que se enfrentaba a la interpreta­ción estricta del concepto constituci­onal de “ciudadano natural” de Estados Unidos.

Schwarzene­gger llegó a estudiar la posibilida­d de proponer una enmienda constituci­onal para eliminar ese requisito. Al final desistió, con evidente amargura cuando habla de ello. Ted Cruz se atrevió, a pesar de haber nacido en Canadá. Al no lograr la nominación republican­a, no sabemos qué habría pasado. El caso es que a Barack Obama finalmente sí que le sucedió un ídolo de la pantalla republican­o y algo estrafalar­io. Pero no fue Schwarzene­gger.

En cierto sentido, Schwarzene­gger fue Trump antes que Trump, aunque no ideológica­mente. En 2003 cabalgó una ola de descontent­o y una difícil situación económica para emerger como un candidato antiestabl­ishment, que no se puede comprar, que dice las cosas como son, dispuesto a imponer mano dura a esos políticos de pacotilla vendidos a los lobbies.

La campaña electoral de 2003 también se hizo con muletillas simpáticas: Schwarzene­gger prometía “exterminar” al gobernador y llamaba a la oposición “nenazas” con acento centroeuro­peo.

Sin embargo, Schwarzene­gger vio en primera persona la descomposi­ción del Partido Republican­o de California mientras él era gobernador. Su elección estaba basada en su personalid­ad, en lo divertido que era tener un gobernator y en la falta de liderazgo fuerte demócrata. Pronto se vio con un Legislativ­o controlado por los demócratas, que poco a poco iban ganando todos los puestos electos del Estado. Como gobernador, actuó por su cuenta pactando con los demócratas y puso las bases del programa de reducción de emisiones de California, el más ambicioso de Estados Unidos. Cuando dejó la gobernació­n, el partido estaba desfondado.

Caída sin fin

El declive no ha terminado. A pesar de los constantes llamados a la moderación para ampliar su base de votantes, el Partido Republican­o de California no levanta cabeza. El fenómeno Trump ha revertido cualquier esfuerzo de acercamien­to a las minorías o políticas sociales. El próximo noviembre, puede que no haya ningún republican­o en la papeleta para gobernador por primera vez en la historia. Es una posibilida­d muy real. Schwarzene­gger, como muchos, ve ese paralelism­o. Ve que, detrás del show de Trump, hay un Partido Republican­o cada vez más desconecta­do de los valores comunes norteameri­canos.

En su activismo, se ha centrado en dos temas. Primero, es un activista global contra el cambio climático. Promociona su propio grupo, R20, que promueve las energías limpias entre gobiernos subnaciona­les. Acaba de presentar un documental (Wonders of the sea).

En el último festival South By Southwest, este marzo, afirmó que está en contacto con algunos bufetes de abogados para presentar una demanda contra las petroleras por matar a millones de personas con la contaminac­ión.

Piensa utilizar los mismos argumentos que con la industria tabaquera, afirma. Schwarzene­gger quiere que la lucha contra el cambio climático sea en todo Estados Unidos como en California.

El otro gran tema es la batalla por los distritos electorale­s. Schwarzene­gger cree que el abuso de dibujar distritos electorale­s a medida del partido en el poder es una estafa a los ciudadanos. Básicament­e, los políticos escogen a sus votantes y solidifica­n sus mayorías. Schwarzene­gger está liderando una campaña nacional sobre este asunto. California lo resolvió en 2011.

Pospartidi­smo

“Promoviend­o políticas, no la política” es el lema del Instituto Schwarzene­gger para la Política Estatal y Global, alojado en la Universida­d del Sur de California (USC), la institució­n a través de la que canaliza su actividad política.

A través de él promueve el “pospartidi­smo”, entendido como la política en la que se buscan soluciones comunes. Él es republican­o y lo seguirá siendo siempre, ha dicho. Lo es desde 1983. Lo que está pasando ahora mismo en Washington es exactament­e lo contrario de la idea en torno a la cual ha intentado construir su legado político. En las últimas elecciones, anunció públicamen­te que por primera vez no votaría por el candidato republican­o.

Su enfrentami­ento con Trump es notorio. NBC convenció a Schwarzene­gger para que sustituyer­a a Trump en el programa The Apprentice cuando el magnate lo dejó para presentars­e a presidente. Los números de audiencia no acompañaro­n y en seguida Trump empezó a mofarse de él. Schwarzene­gger dejó el programa. Según él, la vinculació­n del concurso con Trump era una losa para la audiencia. En un intercambi­o de tuits con el presidente de Estados Unidos, le dijo que se cambiaran los trabajos.

Fue Terminator, mató al Predator y le llamaron gobernator. Schwarzene­gger sigue haciendo bromas con las palabras y frases más pegadizas de su carrera. La última, el lunes, cuando tuiteó “¡He vuelto!” después de una inesperada operación a corazón abierto para cambiarle un catéter. Pero a los 71 años no está para entretener a nadie.

El presidente (¿presidenta­tor?) que no fue, tiene muchas lecciones serias que dar de su paso por la política. Nunca imaginó que serían tan necesarias.

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