Cumbre deslucida y oportunidad perdida
WASHINGTON. El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, estaba llamado a ser el protagonista de la Cumbre de las Américas en Perú. Más de un año después de llegar a la Casa Blanca, iba a verse cara a cara por primera vez con los líderes de una región a la que ha maltratado con su retórica antiinmigratoria.
La cancelación de su asistencia –y de su posterior viaje a Colombia– bajo el argumento de la crisis en Siria desluce el encuentro y confirma la indiferencia de Trump hacia América latina.
La Cumbre de las Américas, que se celebra cada tres años desde 1994, es la única cita de los jefes de Estado del continente. Trump será sustituido por su vice, Mike Pence.
“La cumbre será anodina. Los líderes latinoamericanos querían hablar con Trump, escucharlo y que los escuchara”, consideró Peter Hakim, presidente emérito del Diálogo Interamericano.
“Hubiera sido una buena oportunidad para tener encuentros e intercambios cara a cara con contrapartes en la región”, añade Michael Shifter, presidente ejecutivo de ese think tank de Washington centrado en la relación entre los países del continente.
Según una encuesta de Gallup, la aceptación de Trump en la región un año después de asumir la presidencia de Estados Unidos es de sólo el 16 por ciento.
América latina no quiere a Trump, que la utiliza como un saco de boxeo, especialmente a México, Cuba y los países centroamericanos, a los que llegó a llamar “países de mierda”.
Por ese rechazo a Trump existente en América latina y por su propia indiferencia hacia la región, sorprendió que decidiera acudir a la cumbre de Lima. El republicano vio en ella la oportunidad de consolidar el liderazgo. Ahora todo volvió a cero.