La Voz del Interior

Vivir entre los tiros que asoman de las grietas

- Juan Federico Encrucijad­as jfederico@lavozdelin­terior.com.ar

En poco menos de 36 horas, la semana que hoy concluye dejó una fotografía social de tres etapas:

Miércoles. Poco antes de las 21, un policía en moto intentó controlar a otros dos motociclis­tas en el cruce de pasaje Madre Cabanillas y Agustín Garzón, San Vicente, al sudeste cordobés. Lejos de frenar, estos le contestaro­n a balazos, por lo que el cabo sacó su arma reglamenta­ria y también disparó. En la calle, más de nueve vainas servidas quedaron como evidencia de la balacera.

El policía, con un balazo en la pierna izquierda, terminó internado en el hospital San Roque.

Minutos después, un auto dejó abandonado en el hospital Córdoba a un joven de 22 años que presentaba una herida de bala, con orificio de entrada y salida, entre el tórax y la espalda.

El muchacho permanece en gravísimo estado, y los policías sospechan que fue uno de los motociclis­tas que se tirotearon con el agente motorizado.

Jueves. Al atardecer, Luis Toledo (56) regresaba en bicicleta a su casa de Colonia Lola cuando se cruzó en su camino con dos autos cuyos ocupantes iban cruzando disparos entre sí. Uno de esos balazos, calibre nueve milímetros (como las pistolas policiales que fueron robadas de Jefatura en 2015), atravesó la cabeza de este hombre, de oficio zapatero, que permanece en estado muy crítico en el Hospital de Urgencias.

El fiscal Pedro Caballero, a cargo de la investigac­ión, sintetizó ayer la manera en la que se (sobre)vive en esa parte del este de la ciudad de Córdoba: “Por el lugar y la modalidad del tiroteo, hace pensar que se haya tratado de un problema por drogas”.

En ese sentido, tanto la familia como el propio funcionari­o judicial fueron claros en apuntar que Toledo era absolutame­nte ajeno a esa balacera.

O sea, en las calles de Colonia Lola, al este capitalino, un balazo perdido puede matar a cualquiera en todo momento.

Y lejos está de ser una novedad. Hace 11 años, Facundo Novillo, un niño de sólo 6 años, murió alcanzado por un proyectil de FAL al pasar en auto junto a su familia por una esquina donde acababa de producirse un “narcorrobo” que se estaba cobrando a balazos.

El recuerdo no es caprichoso. En aquel entonces, los vecinos contaron que al barrio lo habían llamado “Colombia Lola” por la proliferac­ión de los puestos de venta de drogas. Once años después, aquella realidad trágica asoma como inalterabl­e.

Viernes. Olga Virginia Barrionuev­o (53) hace más de tres meses que vive de rehén en su propia casa ubicada en barrio Hipólito Yrigoyen, en uno de los accesos a villa El Nailon, al norte de la capital cordobesa. La mujer se cansó de denunciar que un grupo de jóvenes y más grandes la atacaban desde comienzos de año de manera constante con el solo objetivo de que se fuera de su casa y así lograr usurparla. Robos, piedrazos y hasta ataques incendiari­os fueron algunos de los episodios que denunció.

Pero recién cuando acudió a los medios, logró alguna respuesta oficial: una custodia y un poco más de presencia policial en la zona.

Ella pidió al Estado que le buscaran un nuevo lugar para vivir, pero pese a las promesas oficiales hoy hay algunos funcionari­os que por lo bajo la acusan de “ventajera”.

Lo concreto es que la mujer continúa viviendo casi encerrada, bajo una tensión permanente.

Ayer temprano, la Justicia ordenó un “megaallana­miento” en el sector que terminó con la captura de un adolescent­e de ¡14 años! acusado de liderar el grupo que convirtió la vida de Virginia en un calvario.

En el barrio y en la villa, nadie supone que esta detención pueda traer algo de tranquilid­ad.

Se trata de un recorte de una realidad mucho más inmensa. Un reflejo de los últimos tres días en la ciudad de Córdoba. Tres puntos cardinales en los que la violencia explota en cualquier momento. Una degradació­n social que impacta de manera cotidiana en las profundida­des de un conglomera­do cuyas grietas se observan cada vez más profundas.

¿QUÉ PASÓ PARA QUE SE CONFIGURAR­A UNA SOCIEDAD EN LA QUE LA POSIBILIDA­D DE UN BALAZO PERDIDO YA NO SEA UNA EXCEPCIÓN?

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(LA VOZ) Colonia Lola. Hace 11 años, la abuela lloraba el crimen de Facundo.
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