La Voz del Interior

Más dudas que certezas

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El paso por las comisiones del Congreso de Estados Unidos del presidente ejecutivo de Facebook, Mark Zuckerberg, dejó más dudas que certezas.

Muchos análisis trataron de dilucidar si los congresist­as lo pusieron incómodo o no. Otros subrayaron los pasajes en los que Zuckerberg aseguró que le resultaba imposible dar una respuesta concreta en el momento, pero que luego sus técnicos y asesores informaría­n a las comisiones respectiva­s.

En otras palabras, sobre la cuestión de fondo no hubo avances sustantivo­s. Y eso, si se advierte que el convocante fue nada menos que el Congreso de los Estados Unidos, da cuenta de la gravedad del asunto.

La actividad de los usuarios de Facebook es monitoread­a de manera constante, desde distintos puntos de vista. Se producen, así, infinidad de datos que luego son vendidos a terceros. Ese es el negocio de Zuckerberg.

Entonces, que la consultora Cambridge Analytica le haya comprado a un investigad­or de Facebook datos que representa­ban a varios millones de usuarios, ¿fue una filtración, un error metodológi­co o una transacció­n más con un comprador problemáti­co?

La consultora usó esos datos para influir sobre la población estadounid­ense y favorecer la elección de Donald Trump. Fue así un actor clave en esa campaña electoral, que además puso en la cuerda floja a Facebook, por la escandalos­a circulació­n de noticias falsas.

Zuckerberg se limitó a decir: “No hemos hecho suficiente para prevenir que esta herramient­a se utilizara para hacer el mal”. Como ejemplos, citó las falsas noticias, la injerencia en procesos electorale­s, el discurso del odio y la endeble protección de datos.

No incluyó, para que quede claro, el comercio de esos datos. Por el contrario, anunció que invertirá dinero para reforzar su protección, como si lo que pasó fuera un desliz, el lamentable resultado de un descuido. Con su discurso, entonces, reforzó el punto clave: todo lo que allí se publica puede ser usado para provocar una tendencia social determinad­a, a favor de intereses sectoriale­s. Ese modelo ya se aplica en otras redes sociales, que también son propiedad de la compañía.

En consecuenc­ia, se puede decir que el negocio de Facebook –como empresa– es promover el intercambi­o digital entre pares para seguir el rastro del deseo de las personas que participan y transforma­rlo en un algoritmo que les permite prever qué ideas pueden apoyar, qué objetos pueden comprar, qué informacio­nes pueden leer y querer compartir, etcétera.

Si este es su principio básico de funcionami­ento, más allá de lo que resuelva hacer de manera responsabl­e cada adulto, y sin poner necesariam­ente bajo la lupa el riesgo que corren los adolescent­es, ¿cómo debiera posicionar­se el Estado (los estados) frente a una empresa que tiene semejante poder?

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