La Voz del Interior

Las 59 argentinas olvidadas de la Guerra de Malvinas

Hubo 59 adolescent­es que participar­on del conf licto en Malvinas. Eran civiles y actuaron en la enfermería. Una tesis universita­ria rescata, a 36 años, su valiosa misión y alumbra una historia ocultada.

- Claudio Minoldo Correspons­alía

Fueron injustamen­te borradas de la historia. No tienen legajo, no figuran en los archivos; algunas hasta fueron víctimas de acoso, a otras les dieron la baja deshonrosa por “preguntar”. No fueron premiadas ni condecorad­as. Las enviaron a casa con la orden bajo amenaza de no contar y con la sola indicación de olvidar.

Son las 59 mujeres cuyo servicio fue imprescind­ible durante la guerra de Malvinas, hace 36 años.

A diferencia de otras exponentes del género que prestaron servicios para el Ejército y la Fuerza Aérea, durante el conflicto bélico de 1982 las Aspirantes Navales Estudiante­s de Enfermería de la Armada eran todas menores de edad y fueron obligadas a prestar servicio cuando estalló la guerra porque estaban “bajo bandera”.

Las 59 fueron al Hospital Naval de la Base de Puerto Belgrano para auxiliar a los heridos de la guerra. Estuvieron desde el minuto uno, cuando llegaron los primeros heridos. Algunas tenían 15 años; las más grandes, 17.

Ahora, una tesis de maestría en Partidos Políticos de la licenciada en Comunicaci­ón Social cordobesa María Elena Otero ayuda a sacarlas del injusto olvido que imperó durante más de tres décadas. Otero está escribiend­o el primer trabajo académico sobre el tema con el título “Mujeres de Malvinas: voces y representa­ciones de aspirantes navales durante la guerra”, gracias a una beca del Centro de Estudios Avanzados (CEA) de la Secretaría de Ciencia y Técnica de la Universida­d Nacional de Córdoba. El trabajo final será publicado en abril de 2019.

¿Por qué el trabajo profundiza sobre estas 59 mujeres y no en todas las que tuvieron alguna participac­ión durante la guerra? “Mi intención era visibiliza­rlas, que se escucharan sus voces porque hasta ahora sólo se escucharon las de otras mujeres que siguieron la carrera militar, que defienden a su fuerza y que jamás van a cuestionar la guerra”, explicó Otero sobre este recorte de ese grupo en concreto.

En primera persona Cuando a Dora Ruiz su papá le regaló una cámara compacta con un rollo para 36 fotos, no pensó que

36 años después iba a ser capaz de testimonia­r gracias a ella su paso por la Escuela de Sanidad Naval y su participac­ión como auxiliar de enfermería durante la guerra de

1982. Porque allí están las fotos, ya descolorid­as, como si le hubiesen aplicado un filtro vintage, para demostrar que todo lo que cuentan fue verdad.

La cordobesa Dora volvió a hablar de Malvinas recién el año pasado, en una charla para futuras docentes, y se fue animando a enhebrar un relato que le ayuda a resignific­ar su actuación en aquella época. Forma parte de un colectivo que se llama Mujeres y Malvinas en el que están, principalm­ente, quienes fueron compañeras en Puerto Belgrano en 1982 y que, hoy, están diseminada­s por todo el país.

“Recién nuestras voces comienzan a oírse de a poco. Hay personas que nos conocen, que escucharon nuestras historias, pero muchas seguimos en el anonimato, invisibili­zadas. La guerra nos abrazó siendo la mayoría de nosotras menores”, reflexionó Dora en diálogo con La Voz.

“Hemos visto muertos, amputacion­es, heridos graves. Convivíamo­s con gente mayor que nos preguntaba cómo volver a sus hogares sin una pierna o sin un brazo, o sabiendo que les iban a amputar las dos piernas. Y teníamos que estar allí para escucharlo­s, para contenerlo­s. Ni siquiera sé de dónde sacábamos las palabras para darles ánimo, mientras que a nosotras no nos contenía nadie”, relató.

Estas mujeres rechazan que se les diga “enfermeras” por no tener el título académico ni la formación suficiente que exige la carrera, pero en la práctica oficiaron como tales porque tenían que curar desde heridas de esquirlas a pies de trinchera (un edema rojo y doloroso), o estar en el momento en el que se practicaba una amputación a un combatient­e. Tampoco quieren ostentar el título de veteranas de guerra, pero sí que se les reconozca, al menos, que son parte de la historia que encierra Malvinas.

Ellas no estuvieron en las islas, pero sí fueron destinadas a un sitio militar en el continente que recibía a los combatient­es heridos.

“El reencuentr­o que tuvimos en 2016 me ayudó a reconstrui­r mi propia historia, a través de los recuerdos y relatos que cada una fue narrando. Porque fueron muchos años de silencio, de no hablarlo ni con la familia ni con nadie. Tampoco hubo muchos que se animaran a preguntar. Volvimos de la guerra y ahí nomás nos metimos en el Mundial y se fue apagando todo. Hoy, cuando lo cuento, es como si estuviese hablando de la historia que le pasó a otra y no a mí”, completó quien con 16 años era una aspirante naval.

Las otras dos cordobesas que estuvieron en la base naval durante la guerra son Patricia Gallardo y Stella Loyola. Ambas aportaron datos para la tesis que viene escribiend­o Otero, pero después de las entrevista­s señalaron que prefieren mantenerse al margen. No todas pueden exterioriz­ar lo que sienten. Para muchas, sigue siendo una herida que no cicatriza.

ESTAS 59 MUJERES NO ESTUVIERON EN LAS ISLAS, PERO FUERON DESTINADAS A SITIOS MILITARES QUE RECIBÍAN COMBATIENT­ES HERIDOS.

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 ??  ?? Prueba. La cordobesa Dora Ruiz había retratado, con una cámara que le había regalado su padre, a las mujeres que formaron parte del contingent­e que concurrió para auxiliar en enfermería.
Prueba. La cordobesa Dora Ruiz había retratado, con una cámara que le había regalado su padre, a las mujeres que formaron parte del contingent­e que concurrió para auxiliar en enfermería.
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Indeleble. Claudia Patricia Lorenzini, fallecida el año pasado y una de las mujeres que integró el contingent­e, se había tatuado las islas en el brazo.

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