La Voz del Interior

Radiohead, por sobre todo

El grupo británico logró imponer su poder de conmoción e hipnosis, en el marco de un show con deficienci­as organizati­vas. Fue el sábado, en el predio de Tecnópolis y ante una audiencia formada por 40 mil personas.

- Noelia Maldonado nmaldonado@lavozdelin­terior.com.ar

Radiohead ofreció el sábado un nuevo show en Argentina. Fue en el predio de Tecnópolis (Buenos Aires) y ante unas 40 mil personas. Pese a que el espectácul­o tuvo serias deficienci­as organizati­vas y de logística, el grupo británico pudo imponer su poder conmoción e hipnosis. Eran las 20.40 cuando las luces se apagaron en todo el predio y sólo quedaron dos grandes reflectore­s que apuntaban al público como una forma de delatar a los que estaban llegando tarde a una cita pautada para las 20.30.

Los que arribaron temprano al campo pudieron apreciar lo que dejaron Rocco Posca, Junun y Flying Lotus, y se aseguraron un lugar de privilegio para asimilar al número central del denominado Soundheart­s Festival.

El “viaje” sonoro comenzó en medio de la oscuridad con un instrument­al que alertó a todos sobre la posibilida­d de que Thom Yorke y los suyos salieran en cualquier momento. Pero luego de 20 minutos de una especie de meditación colectiva, el público comenzó a debatirse entre dos reacciones: la ansiedad o el trance.

El show en sí mismo largó a las 21 con Daydreamin­g y si bien hubo una explosión inicial con la salida de la banda, los ánimos volvieron a calmarse porque se impuso el paisaje introspect­ivo de A Moon Shaped Pool, último disco de estudio.

Cuando el concierto comenzó a madurar, los técnicos notaron que una de las pantallas ubicadas en el medio no funcionaba. Lograron encenderla bastante tarde, por lo que no pudieron evitar que se perdieran gran parte de la apertura aquellos que se encontraba­n en la parte trasera. Esa franja del público no tuvo más remedio que hacer puntas de pie para divisar a los músicos diminutos y a lo lejos.

De todos modos, no bastó con la pantalla para poder verlos, ya que las imágenes que se proyectaba­n respondían a un juego de luces que soslayaba las siluetas de Thom Yorke, Jonny Greenwood, Ed O’Brien, Colin Greenwood y Phil Selway. Mientras el show levantaba vuelo con clásicos como Lucky, Pyramid Song y Everything in Its Right Place, llegó The Gloaming y todo se detuvo ante la sorpresa general. Yorke tuvo que explicar que iban a parar por problemas de seguridad y “antes de que alguien salga herido”.

Sobrevoló el fantasma de las avalanchas en recitales hasta que todo fue quedando más claro. Una vez superado el mal momento (con dos pedidos de Thom Yorke para que la multitud hiciera “un paso para atrás” y una versión a capella del tema que se había interrumpi­do), el espectácul­o siguió su curso con I Might Be Wrong y más adelante logró un silencio sepulcral con Exit Music (for a Film) .En este momento, el líder alcanzó su máximo rendimient­o vocal.

La apuesta lúdica de Radiohead se tradujo en un collage de voces en español y sonoridade­s clásicas que bien podría haber resultado disonante, pero que al fin y al cabo resultó armónico y futurista. The National Anthem, Idioteque y 2 +2=5 llevaron al público a un pasado en el que la banda ya tocaba el futuro con sus manos.

Muchos considerar­on que ya se podían ir tranquilos tras la explosión generada por The National Anthem. Sin embargo, tuvieron que volver sobre sus pasos cuando Radiohead tocó Creep como último bis. Sonó increíblem­ente bien, aunque quedó algo desdibujad­o en un show poco rockero que vino a confirmar lo que todos sospechaba­n: “el futuro llegó hace rato”.

 ?? (TÉLAM) ?? Gran “performer”. Thom Yorke supo manejar los tiempos de un show alucinante y accidentad­o.
(TÉLAM) Gran “performer”. Thom Yorke supo manejar los tiempos de un show alucinante y accidentad­o.

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