Saillén y la pugna por los patovicas
El líder del Surrbac apoya la creación del gremio de guardias.
Mauricio Saillén no está tranquilo. Aunque desde hace 16 años es el mandamás del Sindicato Único de Recolección de Residuos y Barrido de Córdoba (Surrbac) y además se mueve como un patrón sobre las empresas privadas y los organismos municipales vinculados a la basura, sufre una molestia que lo mantiene en alerta constante.
Saillén teme que cualquier día, cualquier noche de estas, el fantasma del líder camionero Hugo Moyano se corporice en una esquina de la ciudad de Córdoba y vuelva a reclamarle lo que le quitó hace cinco años.
En 2013, gracias al madrinazgo del gobierno de la presidenta Cristina Fernández, que acababa de enemistarse con Moyano, Saillén consiguió que la Superintendencia de Servicios de Salud le habilitara una obra social, pese a no tener convenio colectivo propio. Al año siguiente, avanzó más.
Celebró un acuerdo con las empresas recolectoras cordobesas. Esto, por fuera del convenio nacional de Camioneros. Así, se separó de Moyano.
Guerra sobre camiones Desde entonces, todo ha sido guerra. La Federación Nacional de Camioneros es una sombra constante sobre el sueño de perpetuación y de crecimiento político de Saillén. Luego de haber sido la mano derecha de Moyano en Córdoba –el camionero lo ayudó para ser designado titular de la CGT Nacional y Popular Rodríguez Peña, opuesta al delasotismo–, Saillén quiso volar solo y lo enfrentó.
El 17 de julio de 2013, Saillén denunció que el hijo de Hugo Moyano, Pablo, lo amenazó de muerte, le mostró un revólver y, ayudado por tres guardaespaldas, le pateó las sillas y la mesa cuando cenaba con su compañera en un restaurante de la avenida Yrigoyen, en Buenos Aires.
El domingo 18 de agosto de 2013, llegó a oídos de Saillén el rumor de que Camioneros enviaba a Córdoba un colectivo con barrabravas para agredirlos a él y a su familia, según contó el abogado del gremio, Ricardo Moreno.
La respuesta fue movilizar a más de 100 personas, entre ellas guardaespaldas, boxeadores profesionales y barrabravas de Talleres y de Belgrano hasta la base de la compañía estatal Crese, para impedir el ataque. Un participante de esa jornada contó a La Voz que hubo “dos autos cargados con armas cortas y largas”. Por si acaso.
Tres días después, Saillén se presentó ante el fiscal Carlos Matheu para “preservar” su vida, denunció amenazas telefónicas y contó que balearon casas de un plan de viviendas del gremio. El conflicto creció. El 26 de enero de 2014, la sede local de Camioneros fue tiroteada durante la madrugada, y su secretario general, Pedro Mariani, acusó al Surrbac.
Dos meses después, un intento moyanista por armar una lista opositora en el Surrbac finalizó con los candidatos pateados en la cabeza por una patota en el predio de Crese, arrojados como basura por encima del alambrado de la empresa, con los huesos rotos. Acabaron internados y, en algunos casos, salieron de la provincia para preservar sus vidas.
Todos los candidatos fueron despedidos de las empresas Lusa, Cotreco y Crese, por indicación del Surrbac.
Los opositores Juan José Cabello y Diego Ferreyra denunciaron que a las 16 del 31 de marzo de aquel año fueron a presentar su lista en bulevar San Juan y Arturo M. Bas, pleno centro de Córdoba, y fueron asaltados a punta de pistola por dos hombres que les robaron la carpeta con los avales. Surrbac respondió que fue un invento para ocultar que no pudieron conseguir suficiente apoyo.
Una familia bien armada
La guerra con Moyano llevó a Mauricio Saillén a armarse personalmente y a armar a su familia y allegados. El 28 de junio de 2014, su hijo y actual legislador provincial Franco Saillén fue detenido en la avenida Yrigoyen de la ciudad de Córdoba porque conducía su auto haciendo “maniobras torpes”. Le secuestraron una pistola 9 milímetros de la que no tenía permiso de portación.
Según publicaciones del Registro Nacional de Armas en el Boletín Oficial de la Nación, Mauricio Saillén presentó solicitudes para portar una pistola calibre 40, otra pistola calibre 45, un revólver calibre 357, una carabina calibre 30 y una escopeta calibre 12.
Su hijo Franco extendió en 2014 pedido de tenencia de una pistola calibre 40 y la exesposa de Saillén, Verónica Quevedo, presentó solicitud por una pistola calibre 380. El principal socio de Saillén en el gremio, Pascual Catrambone, pidió permiso sobre una pistola calibre 45 y otra pistola 9 milímetros.
La necesidad de Saillén de sentirse protegido ante una supuesta invasión moyanista, ahora lo hizo incursionar en el apoyo a un nuevo gremio, el Sindicato Único de Trabajadores de Control de Admisión y Permanencia (Sutcapra), que tiene la intención de reunir a todos los patovicas de los boliches de la provincia de Córdoba.
Así como el Surrbac consiguió que los basureros pasaran a ser denominados por el correcto término de recolectores, Sutcapra busca que los patovicas sean reconocidos como “controladores de admisión y permanencia” (cap) en locales bailables o espectáculos.
Inspectores del Ministerio
Este intento de gremio, liderado por Mario Cupertino, cuenta con el apoyo directo del Surrbac y, en especial, de otro hijo de Saillén, Juan, que dirige la Juventud Sindical Peronista.
Cupertino, quien declara 15 años de experiencia como controlador, además vive cerca de la casa de Saillén, en el mismo barrio Ayacucho, donde el gremialista del Surrbac tiene vigilantes en su vereda las 24 horas. En numerosas fotografías, Cupertino aparece con Saillén padre y con sus hijos, mostrando el puño a la cámara en posición de boxeador, en la tribuna del club de fútbol AmSurrbac, en actos políticos y a la cabeza de numerosas manifestaciones.
Las humanidades extrasize de los integrantes del Sutcapra son las encargadas de encabezar y de armar el cordón de seguridad en las marchas que realiza el Surrbac, o de la CGT que encabeza Saillén. Uno de los controladores que fue a cuidar esas marchas contó a La Voz que dejó de ir porque no les pagaban y porque el riesgo no valía la pena.
En conversación con este medio, Cupertino, sentado en una oficina que le prestan en el primer piso de un edificio en Humberto Primero esquina Sucre mientras espera inaugurar su flamante sede en barrio Cofico, dice que recibe “solidaridad” no sólo del Surrbac, sino también de otros sindicatos a los que brindan seguridad en las manifestaciones.
La llegada del nuevo gremio puso en alerta a las empresas del rubro que existen en la ciudad de Córdoba. Sobre todo cuando vieron que
SUTCAPRA NO TIENE HABILITACIÓN PARA TRABAJAR EN CÓRDOBA, SÓLO PODÍA HACERLO EN LA PLATA.
Amadeo Zanotti, abogado
LAS EMPRESAS QUE PRECARIZAN A LOS CONTROLADORES NO QUIEREN QUE LOS AYUDEMOS.
Mario Cupertino, titular Sutcapra