La Voz del Interior

Luchar, boxear, vivir

Jonathan Zapata cuenta cómo el deporte le dio una salida a su vida. Su entrenador, Mauro Campesi, fue clave.

- Joaquín Aguirre jaguirre@lavozdelin­terior.com.ar Los videos con toda la actividad de Zapata en www.lavoz.com.ar

Hay quienes luchan por alcanzar sueños; otros, por dejar atrás pesadillas. Jonathan Zapata sintió que había tocado fondo. En su Oncativo natal, la Policía llegó a buscarlos a él y a su hermano tras una violentísi­ma pelea contra cinco albañiles en la que resultó apuñalado.

Entre los 17 y los 23 años, las drogas, el alcohol y la “mala junta” habían convertido a “Joni” en un ser que despreciab­a la vida. La trágica muerte de su papá y gran referente lo sumió en un oscuro túnel del que no podía salir. Aquella riña fue el clic que lo motivó a decir basta. Así empezó a practicar boxeo, como lo había hecho su padre José Luis, y lentamente las cosas comenzaron a aclararse.

Trabajaba 12 horas de peón de albañil y practicaba boxeo. Sin embargo, le faltaba algo. “Joni” sentía que, pese a sus esfuerzos y a los de su entrenador, Jorge Cattáneo, no progresaba lo que quería.

Así apareció en su vida Mauro Campesi, su actual entrenador en boxeo y artes marciales. Campesi le consiguió trabajo y lo alojó en su casa/gimnasio de Villa Allende durante dos meses. Hoy “Joni”, al que apodan “Araña” o “Manimal”, es una de las grandes promesas de las artes marciales mixtas (MMA) cordobesas.

“Me la jugué. Vine a Córdoba con 500 pesos. El profe me ayudó en todo. Me consiguió un trabajo de seguridad y me dejó hospedarme en su casa. De a apoco todo empezó a acomodarse”, contó el luchador de 72 kilos y que en MMA lleva 18 peleas, de las cuales ganó 12.

Tiene una frase que lo ayuda a continuar cuando los resultados no son los que esperaba. “Ayer se peleó y hoy se entrena para mañana ganar. En la vida es igual: ayer fue un día duro; hoy se sigue para que mañana te vaya mejor”.

“Joni” aspira a la gloria arriba de un ring o de una jaula. Pero su máximo sueño no es el éxito en sí mismo. “Quiero llegar lejos, ser el mejor. Pero sobre todo quiero ser mejor en todo sentido para mi familia, mis amigos y mi profesor”, cerró.

Su entrenador, determinan­te La vida del entrenador de Zapata no es menos turbulenta. Mauro Campesi dirige el gimnasio Villa Fighting Club, al que asisten entre 150 y 180 alumnos a tomar clases de boxeo y de artes marciales.

Hace una década, Campesi estuvo sumido en el infierno de las adicciones y además tuvo cáncer. Caminó por la cornisa y estuvo a centímetro­s de tomar la peor de las decisiones. Quería que todo se acabara de una vez. Sin embargo, una visión lo frenó en seco. Vio a sus dos pequeños hijos como grandes luchadores y personas íntegras. Y se vio al lado de ellos marcándole­s el camino. Ese fue su clic.

A partir de entonces decidió que iba a ayudar a todos aquellos que pasaron por una situación similar. Además de entrenador, Campesi es operador terapéutic­o y trabaja con personas en rehabilita­ción por adicciones. “Para practicar artes marciales son fundamenta­les la disciplina, el respeto, el autocontro­l, la cortesía, la integridad. La droga y el ambiente hostil en que fueron criadas producen trastornos en la conducta de las personas. Se pierden valores y buenos hábi- tos. En el gimnasio no se mastica chicle, no se dicen malas palabras ni hay burlas a nadie. Se respeta a la mujer y entre todos. Se pide permiso para todo. Aprendiend­o a pelear se hacen amigos y se respetan. Eso es autocontro­l”, contó.

El entrenador padeció distintas adversidad­es que, según él, fortalecie­ron su carácter. Estuvo detenido en Bouwer un mes acusado de un robo que no cometió. Su gimnasio se inundó dos veces y perdió todo. Junto a sus alumnos, sacaron fuerzas para rehacerse y volver a empezar. Organizaro­n el primer “El desafío en la jaula”, un evento itinerante que se desarrolla en distintos lugares del interior. “Es muy valioso porque es un espacio en el que se les da a los chicos la oportunida­d de competir y mostrar lo que aprendiero­n”, comentó Campesi.

Al Villa Fighting Club, ubicado a pocos metros del polideport­ivo de Villa Allende, no sólo acuden aquellos con ganas de aprender boxeo y artes marciales. “Vi que el entrenamie­nto ayudaba mucho a personas con autoestima baja, a los adictos a las drogas o al alcohol. Se empezaron a acercar solos y vieron que la filosofía que enseñamos sirve como herramient­a para dominar la abstinenci­a. Es durísimo para alguien en esta situación salir, si uno no tiene aunque sea un uno por ciento de ganas de salir, no hay ayuda que valga”, contó el entrenador, que hace más de una década fue uno de los exponentes del kickboxing cordobés.

Cuando Campesi dice que las artes marciales son para todos es porque realmente todos pueden practicarl­as. En su gimnasio creó el Special Team, un grupo de combate de chicos con Síndrome de Down, que se entrena y realiza exhibicion­es. “Tengo un cariño especial por la gente que tiene capacidade­s diferentes. Son chicos que tienen honestidad, sinceridad, amor puro. Ellos pueden hacer este deporte como cualquiera. Realmente emocionan cuando muestran cómo aprenden”, apuntó.

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(JOSÉ HERNÁNDEZ) Para adelante. A Zapata lo impulsa una gran confianza.
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