La Voz del Interior

Los escarmient­os de su señoría

- Claudio Gleser Código rojo cgleser@lavozdelin­terior.com.ar

Ala cárcel de Bouwer uno podía caer, hasta hace un tiempo, por lo básico: ser un delincuent­e. Claro que hay delincuent­es que caen y van a la cárcel y hay otros que, por esas marañas judiciales, logran seguir durmiendo en casa, aunque eso es otra discusión.

Lo concreto es que a la cárcel se iba por criminal. O eso creíamos muchos. Sobre todo luego de que vimos a varios inocentes que terminaron presos y se llevaron una estadía impensada hasta ser absueltos en juicio.

Ahora nos damos con otra categoría: aquellas víctimas de un violento asalto que, además de tener que sobrevivir en barriadas donde el Estado no está y con códigos urbanos extremos, terminan presos porque titubearon y temblaron en una sala de audiencias al declarar frente a quien le puso un arma en la cabeza. Así es, aunque suene increíble.

La Justicia cordobesa no deja de sorprender con ciertas historias y desvaríos.

“Me quedan un montón de imágenes en la cabeza que nunca quise verlas y no quiero volver a vivir. Fueron muchas cosas feas y no se las deseo a nadie”, expresó días atrás Maximilian­o Héctor Herrera (24), quien llegó a estar dos días preso en la Cárcel de Bouwer por decisión del juez Alejandro Weiss, de la Cámara 3ª del Crimen de la ciudad de Córdoba.

¿El motivo? Cuesta creerlo y entenderlo.

El 9 de noviembre de 2017, Maximilian­o Herrera, un vecino de Yapeyú sin antecedent­es penales, sufrió un violento asalto a manos de un delincuent­e que le robó la moto y un reloj en barrio San Jorge. Rubén Serrano, el sospechoso, fue atrapado y llevado a juicio.

Ya en la sala de audiencias, días atrás, Serrano admitió todo.

El punto es que Herrera, la víctima del violento asalto, se puso nervioso al declarar y entró en titubeos y ciertas inconsiste­ncias. El juez Weiss quiso determinar si el muchacho había sido golpeado en la cabeza como constaba en la causa y si el ladrón llevaba o no un arma, y empezó a interrogar­lo.

Quien ha estado en una silla de testigo en un juicio sabe cómo las piernas se aflojan y el corazón parece explotar por el miedo, la tensión y los nervios. Sobre todo si el criminal está en la misma sala, al igual que su familia y algunos amigos.

Y tener miedo como testigo o víctima es lo más común en estos tiempos de violencia urbana en Córdoba, donde cualquiera mete un tiro, quema una casa o se cansa de apretar a otro una y otra vez, ante un Estado y una Justicia que no están presentes, y si llegan, lo hacen tarde.

Quizá el juez Alejandro Weiss no lo sabe o haya desestimad­o las eventuales consecuenc­ias.

Si bien es cierto que le preguntó a Herrera si estaba nervioso y le ofreció declarar sin el acusado en la sala, luego fue al extremo sin contemplac­iones.

Derecho a la cárcel

El magistrado entendió que el testigo-víctima cometía falso testimonio y a los gritos lo mandó a Bouwer. Además del escarmient­o, pidió que un fiscal lo investigue.

Va de nuevo: el asaltante ya había confesado el robo, la causa no tenía fisuras. No estaba en duda la autoría; a lo sumo, la violencia del episodio. De hecho, el ladrón terminaría condenado a 6 años y 2 meses de prisión.

Sin embargo, Herrera debió terminar por unos días en una cárcel, conviviend­o con presos, como un delincuent­e más. De víctima, volvió a ser víctima. Como todo juez, Alejandro Weiss es en el fondo un empleado público con la alta exigencia de imponer justicia y disponer sobre la libertad de las personas.

Sin embargo, su accionar, al utilizar al derecho como fin mismo y no como una herramient­a, deja a muchos con el gusto de un escarmient­o excesivo y abusivo. Incluso, entre sus pares.

¿No hubiera sido mejor, quizá,

EN CÓRDOBA, DONDE MUCHOS CULPABLES SIGUEN EN LIBERTAD, UNA INOCENTE VÍCTIMA DE ROBO FUE ENVIADA A LA CÁRCEL, POR DOS DÍAS. LA ORDEN FUE DE UN JUEZ, AL ENTENDER QUE EL TESTIGO INCURRIÓ EN FALSO TESTIMONIO. LA MEDIDA SONÓ

A UN ESCARMIENT­O.

llevar al testigo a su oficina y, ante las partes, insistirle que podía detenerlo? ¿No hubiera sido mejor, incluso, que insistiera con esa facultad ante la sala de audiencias, una y otra vez? Y si era inevitable aprehender al testigo, ¿no podía haberlo alojado en otro sitio menos impiadoso que una cárcel?

“Podrá ser una medida no simpática, pero yo estoy para aplicar la ley”, justificó su señoría ante los micrófonos.

“La detención luce irrazonabl­e”, retrucó el presidente del Colegio de Abogados de Córdoba, Héctor Echegaray.

La Justicia cordobesa no deja de sorprender­nos.

Sobre todo cuando hay decisiones como las de Weiss que, además de agregarse a un amplio listado de bochornos judiciales, contrastan con la suerte de aquellos delincuent­es de peso que, pese a estar condenados, siguen haciendo su vida en la calle, como nada.

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(LA VOZ / ARCHIVO) Magistrado. Alejandro Weiss, miembro de la Cámara 3ª.
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