La Voz del Interior

Qué significa ser deportista profesiona­l en Argentina

Sobre sus figuras se construyen imágenes, y ellos arrastran una responsabi­lidad única. Referentes dan una mirada acerca de lo que significa y analizan cómo ha sido su evolución.

- Jorge Luna Arrieta jarrieta@lavozdelin­terior.com.ar

Argentina, ese país armado a partir de enormes corrientes inmigrator­ias. Dentro de las muchas olas que arribaron a estas tierras, estuvo la de los deportes. Y este es un país que tiene un vínculo muy fuerte con ellos. En primer lugar, porque se trató de un elemento que permitió cohesionar a su población. La aparición de los clubes que representa­ban a un barrio o a una zona ayudó a darles sentido de pertenenci­a a personas que habían llegado desde distintos lugares del mundo para vivir en esta parte del planeta, en las primeras décadas del siglo 20.

A partir de los éxitos deportivos, las masas de seguidores fueron en aumento, y esa convocator­ia se transformó en grandes recaudacio­nes. Esto rápidament­e abrió el camino al profesiona­lismo, con el fútbol como una de las primeras grandes expresione­s, a partir de 1931. Un camino de ida que hoy se transformó en el gran sueño de muchos a partir del negocio impresiona­nte que gira alrededor del deporte o del deporte-espectácul­o. Es que algunas disciplina­s permiten desarrolla­r provechosa­s carreras profesiona­les en todos los sentidos.

Pero ¿qué es ser deportista profesiona­l? Alrededor de su figura se construyen diversas imágenes, de acuerdo con la mirada que puede tener cada una de las personas.

Es que, por ejemplo, un futbolista o un basquetbol­ista que juega para un club es un defensor de los intereses de los colores amados por el hincha. Recae sobre ese jugador una responsabi­lidad única e inicial que, en principio, sólo parece ir de la mano con el resultado obtenido. Si gana, un fenómeno; si no gana, el peor de todos.

Pero la descripció­n del deportista profesiona­l tiene varios componente­s. Juan Carlos Olave, exarquero y actual director deportivo de Belgrano, entiende que el primer paso es no dejar de tomar todo como fue en su origen: “Es una profesión, pero no tiene que diferir mucho de lo que era cuando eras amateur. Lo principal es la pasión por lo que hacés. No es el hecho de cobrar un sueldo y haber firmado un contrato. Ser profesiona­l es el tiempo que vos le dedicás, el amor que vos le ponés a lo que es jugar al fútbol”.

En esa misma línea, “el Cholo” Guiñazú, capitán y máximo referente de Talleres, sostiene: “Es un compromiso con el cuidado personal. Se es profesiona­l todo el tiempo y todos los días. No por horas ni a veces. Significa dejar mucho tiempo con la familia y los amigos. Obliga a una maduración muy temprana y un amor propio que no tiene límites”.

Bruno Lábaque, exbasquetb­olista de Atenas y ahora mánager del club “griego”, habla desde su experienci­a: “Es más importante el horario ‘invisible’ (el que se desarrolla cuando el jugador no está bajo la supervisió­n del club) que el horario de la práctica que te da el entrenador”.

Y el exbase se sincera: “Hoy, que estoy en otro faceta, me arrepiento de no haberlo hecho así en algún momento de mi carrera como jugador. A veces uno podía descansar y no lo hacía”.

En aumento

El deporte profesiona­l fue agregando nuevos elementos a su ecosistema y quienes lo vivieron o ahora lo observan desde otro rol lo remarcan. “Antes no teníamos todas las herramient­as que hoy se aplican en el deporte de alto rendimient­o”, indica Lábaque.

Diversos profesiona­les giran hoy alrededor del deportista: nutricioni­sta, psicólogo, preparador físico, médico, kinesiólog­o y asesores de diversos tipos.

“Hoy tenés grupos de trabajo y muchas áreas definidas específica­mente para cubrir distintas necesidade­s”, aporta Olave. Igual, subraya: “En la actualidad, el jugador cuenta con todo. Pero tampoco hay que subestimar­lo. Algunos eligen muy bien y segurament­e llegan muy lejos. Y hay quienes eligen mal y truncan una carrera que podría haber sido muy beneficios­a. Hoy los clubes generan un mucho mejor entorno para el jugador, que tiene que hacer valer su inteligenc­ia para saber utilizar todas estas herramient­as”.

Pero, al margen de la responsabi­lidad individual que tiene que tener el jugador con sus cuidados, los clubes trazan normativas con reglamento­s internos.

Juan Manuel Cavagliatt­o, dirigente de Instituto, lo explica: “Con- tiene varios puntos de situacione­s o acciones que los jugadores pueden o no pueden hacer”. Un ejemplo habitual en todos los clubes: el jugador no puede andar en moto. Se trata de ítems que tienen como objetivo proteger la integridad física del jugador y situacione­s de comportami­ento, ya que en todo momento es un representa­nte del club con el que tiene firmado un contrato.

De todos modos, el directivo albirrojo cuenta: “Gracias a Dios, tanto en fútbol como en básquet tenemos muy buenos grupos. El jugador tiene en claro todo lo que representa él para la institució­n, sus socios e hinchas”. Y todos los consultado­s destacan el crecimient­o en este aspecto que, en líneas generales, tiene el jugador profesiona­l de este tiempo.

Sobre este tipo de reglamenta­ciones, Guiñazú es contundent­e: “Es una guía para bien. Hay que acatarlo porque nos educa”. En el caso de Talleres, ese reglamento está disponible en el sitio web oficial del club.

Claro que el deportista profesiona­l es un ser humano y, como tal, un ser social, que tiene su propia micro comunidad: familia, amigos y allegados. Un grupo que puede ejercer influencia­s de todo tipo y que el jugador tiene que saber manejar. Olave y Lábaque coinciden en el valor de esas relaciones personales y la recreación, con los límites lógicos que impone esta particular profesión. Sentido común y sentido de la oportunida­d: saber cuándo es oportuno y cuándo no hacer algo. Todo como parte de una actividad que combina pasión y responsabi­lidad.

ES UNA PROFESIÓN, PERO NO TIENE QUE DIFERIR MUCHO DE LO QUE ERA CUANDO ERAS AMATEUR.

Juan Carlos Olave

ANTES NO TENÍAMOS TODAS LAS HERRAMIENT­AS QUE HOY SE APLICAN EN EL ALTO RENDIMIENT­O. Bruno Lábaque

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(FACUNDO LUQUE) Pablo Guiñazú. “El Cholo”, quien cumplirá 40 años en agosto, es el gran referente de Talleres y una de las figuras de la Superliga.
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(JAVIER FERREYRA) Diego Fernando Lo Grippo. El rosarino, ala-pivote de Atenas, tiene 40 años y sigue compitiend­o en buen nivel en la Liga Nacional.
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(LA VOZ / ARCHIVO) Instituto. En Alta Córdoba están conformes con sus planteles de básquet y de fútbol.
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