Un peronismo sin corbatas, con pantallas de alta definición y lejos de la “marcha”
Costaba encontrar a un peronista con corbata hasta que apareció el legislador Oscar González, de riguroso traje. Era la excepción a una estética que ayer, en el salón Lugones del hotel Sheraton, se impuso en los cientos de participantes del plenario del PJ Federal. Es cierto que la temperatura era de verano, como también que la política abandonó hace rato las formalidades.
Ayer, la nueva fuerza política dentro del peronismo vivió su gran primera jornada en Córdoba. Si bien el inicio del grupo como tal había ocurrido en Gualeguaychú hace menos de un mes, fue ayer, con parafernalia de campaña electoral, cuando se dio por iniciada la carrera hacia las elecciones de 2019.
Café y medialunas en la recepción, un hall lleno de abrazos fuertes y una puesta más cercana a la estética del PRO que a la vieja liturgia justicialista abrieron la tarde. No hubo marcha peronista. La música para amenizar la espera era de Abel Pintos.
Dentro del salón, se había armado un escenario que era coronado por tres pantallas gigantes de alta definición. Allí arriba, tres filas de sillas esperaban por los oradores, cada una con el nombre correspondiente. El centro estaba reservado para el “Sdor Pichetto” (así estaba escrito), eje central de la reunión.
La sala fue llenándose de dirigentes de primera, segunda y hasta tercera línea. Varios ministros de Juan Schiaretti, senadores y diputados nacionales. Más atrás, los intendentes. Luego, la militancia.
Abrió el fuego el senador Carlos Caserio. Decidió hablar desde la tarima, mientras la pantalla central desplegaba la imagen del flamante isologotipo (el identificador gráfico que usará el PJ Federal): un mapa de la República Argentina en el que cada provincia era una viñeta de diálogo, como el que se usa en las historietas.
Fue “diálogo” una de las palabras más repetidas (además de “peronismo”, claro) durante el discurso de Caserio, y también del resto. Cada uno a su estilo. Como se dijo, el propio Caserio y Pichetto eligieron hablar detrás de una tarima. En cambio, los diputados Martín Llaryora y Graciela Camaño tomaron el micrófono y caminaron el escenario. Más sueltos, menos formales.
Hubo aplausos fuertes para Schiaretti, para José Manuel de la Sota (en Europa) y para Pichetto, y varias veces. Costó, en cambio, arrancar el mismo énfasis para los también mencionados Sergio Massa y Florencio Randazzo. Todos ausentes, pero presentes con sus representantes.
Sobre el final, y mientras Camaño y Pichetto no paraban de sacarse fotos con la gente, una calva rodeada de pelo blanco despertaba la atención de los que iban dejando el salón. Era Domingo Carbonetti, el histórico dirigente peronista. Sin corbata, claro.
Con el Centro Cívico de fondo, el gobernador Juan Schiaretti se sacó ayer una foto celebrada en la Casa Rosada. El mandatario opositor de mayor peso del país se mostró como anfitrión de un encuentro peronista libre de K.
Esa imagen, a más de un año y medio de las elecciones presidenciales de 2019, es un nuevo mojón marcado en el territorio del fracturado e intervenido Partido Justicialista.
Desde lo institucional y personal, la relación entre Schiaretti y el presidente Mauricio Macri es, por estos días, óptima.
La división del PJ, si continúa laberíntica como hasta aquí, seguirá siendo la vaca que dará leche larga vida a Cambiemos.
El espacio que articula el senador Miguel Ángel Pichetto, principal negociador parlamentario del macrismo, ratificó que sólo hay lugar para todo aquello que no huela a fragancia cristinista. Así, algún tipo de unidad, como la que imagina el interventor Luis Barrionuevo (incluso con Cristina Fernández), es casi imposible.
Los peronistas federales rechazan la idea instalada de que cuanto más fortaleza tengan, más funcionales serán al macrismo. Y asientan sus chances presidenciales sobre la idea de que el gobierno de Macri “no se normalice” hasta las elecciones.
“El techo de ellos está en 40 puntos. Si nosotros somos capaces de construir un peronismo de 31 por ciento, suponiendo que ellos tienen 40, para que no ganen en la primera vuelta, podemos ganar en un balotaje. Pero para eso tenemos que sacar de la foto a todos los que tienen encima un prontuario”, razonan cerca de Pichetto.
La estrategia nacional de cero por ciento K se diferencia de la que despliega Unión por Córdoba en la provincia. Sin hacer demasiado ruido, el grueso del kirchnerismo ya está adentro.
Con el objetivo de la reelección en el horizonte, Schiaretti no reniega de casi nadie.