La Voz del Interior

El temor de Alejandra es que caigan las ventas

- Laura González En primera persona lgonzalez@lavozdelin­terior.com.ar

“Nosotros todavía no hemos recibido avisos de nuestros proveedore­s de aumentos por el cambio del dólar. Mucho de lo que compramos, que está dolarizado, ya está pagado. Lo que nos parece es que hay un gran temor a que caigan las ventas, y que serán muy cuidadosos”. Eso dice Alejandra, dueña de una Pyme cordobesa dedicada a la confección de ropa infantil.

El grueso de las telas y de otros insumos tienen precio dólar, pero la devaluació­n del peso en ese sector convive con otra realidad de mayor peso todavía: el deterioro de los salarios.

No es lo mismo el pass-trough (la traslación de costos) que puede hacer quien vende alimentos o nafta que quien vende pantalones y camperas.

La caída del consumo real es una realidad que determina las otras decisiones de quienes producen en Argentina y necesitan que los salarios se gasten en lo que fabrican.

Quien hoy tiene un excedente de pesos segurament­e estará en primera fila para comprar dólares o quizá los reserve para hacer frente a la boleta de gas, que este invierno bien podría duplicar a la del invierno pasado.

O lo peor para el consumo: que se guarde esos pesos por las dudas todo se ponga peor y no compre. La gran mayoría puede prescindir de renovar la campera en invierno o acotar los gastos a lo mínimo indispensa­ble.

Lo cierto es que todo lo que el Gobierno pisó el dólar en 2017 se acumuló en los últimos cuatro meses, especialme­nte en la última semana.

La receta gradualist­a de Cambiemos –vigente para actualizar tarifas, bajar impuestos, reactivar la economía– no se aplicó para el dólar, la variable más sensible en la memoria colectiva de los argentinos.

Hasta mediados de diciembre, el dólar cotizaba a 17,45 pesos y acumulaba, en el año, apenas siete por ciento de suba, cuando los precios a esa altura ya se acercaban al 24,8 por ciento, que fue el acumulado de inflación en 2017.

Empezó a subir y cerró el año a 19,20: un aumento del 17,8 por ciento, todavía por debajo de la inflación, pero recuperand­o carrera en la última quincena del año.

Si la flotación del Banco Central (que no es libre, porque en proximidad­es de las Paso del año pasado hubo un salto y salió a frenarlo) hubiese acompañado a la inflación, lo pendiente para este año sería menor.

Es más: se hubiese avanzado un paso más en la batalla cultural que significa para los argentinos aprender que el dólar se mueve al compás de los demás precios de la economía o, como está pasando también ahora, al ritmo del precio que tienen otras monedas en el mundo respecto al billete estadounid­ense.

Las explicacio­nes

Claro que hay explicacio­nes macroeconó­micas de por qué eso no pasó. La primera fueron las elecciones.

La segunda, la pelea por el 17 por ciento de inflación. Y el freno al dólar fue el ancla. De haberse movido más rápido, la desviación respecto de esa meta hubiese sido escandalos­a.

La tercera explicació­n fue la disputa silenciosa entre el ala técnica de Cambiemos, representa­da por Federico Sturzenegg­er, y el ala política, con el trío Quintana-Lopetegui-Marcos Peña. En cinco meses, hubo medidas contradict­orias que alientan la incertidum­bre.

Ahora, quien tiene poder de remarcar precios porque no vende camperas le pone al producto el impacto del dólar y, además, una expectativ­a de inflación del 22 por ciento.

La pelea es mucho más grande y compleja que el precio del billete verde norteameri­cano. Es el tamaño del agujero de fondos que le faltan al Estado y qué decidimos los argentinos que haremos al respecto: si lo tapamos pagando cualquier costo o si lo achicamos.

HASTA MEDIADOS DE DICIEMBRE, EL DÓLAR COTIZABA A $ 17,45 Y ACUMULABA APENAS 7% DE SUBA EN TODO EL AÑO.

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(J. FERREYRA / ARCHIVO) Consumo. A la suba del dólar le sigue el deterioro salarial.
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