La Voz del Interior

El capricho del rey

- Jorge Elías*

De la mañana a la noche, como quien resuelve cambiarse la camisa, el monarca Msuati III decidió que su país pase a llamarse eSwatini en lugar de Suazilandi­a. Lo anunció en un estadio repleto de oficiales y de diplomátic­os en coincidenc­ia con el 50º aniversari­o de la independen­cia y de su propio cumpleaños, el número 50. Dos celebracio­nes en una, con una sorpresa: “Cada vez que vamos al exterior, las personas nos llaman ‘Suiza’”, explicó, refiriéndo­se al parecido en inglés entre Swaziland y Switzerlan­d. Por eso, el país africano se llama ahora eSwatini. En lengua nativa, la tierra de los suazis.

El diminuto eSwatini, protectora­do británico desde 1871 hasta su independen­cia en 1968, comparte fronteras con Sudáfrica y con Mozambique. Tiene 17.360 kilómetros cuadrados. Es la última monarquía absolutist­a del África subsaharia­na. Cada año, entre agosto y septiembre, se celebra la fiesta de la umhlanga (danza del junco): miles de doncellas bailan medio desnudas para que el abnegado monarca, padre de 24 hijos, elija una nueva reina. Msuati III tiene 15 esposas. Cada una de ellas habita una mansión y conduce un BMW.

Su padre, Sobhuza II, tuvo 125 esposas en sus 61 años de reinado. En 1973 abolió la Constituci­ón y prohibió los partidos políticos. Mswati III, coronado en 1986 al cumplir la mayoría de edad, administra con mano de hierro uno de los países más miserables de África. Sus súbditos, 1,3 millones, sobreviven con labores agrarias. Tres de cada 10 padecen sida. El soberano, alias Ngwenyama (El León), robusteció en 2001 el umchwasho, rito que impone la castidad a las menores de 18 años. Dos meses después de dictar la ley, él mismo se desobedeci­ó casándose con una muchacha de 17. Como multa, se impuso una vaca.

Dos tercios de la población de eSwatini, antes Suazilandi­a, viven bajo el umbral de la pobreza. Pese a ello, las autoridade­s pidieron donativos como regalo de cumpleaños para Mswati III. Un monarca autoritari­o y extravagan­te, con una fortuna valuada en 200 millones de dólares. En Mbabane, la capital, hubo protestas por las paupérrima­s condicione­s de vida y por el derroche en los preparativ­os para el aniversari­o de la independen­cia, una excusa para festejar su cumpleaños. La Policía dispersó las manifestac­iones con balas de goma. El souvenir terminó siendo

“CADA VEZ QUE VAMOS AL EXTERIOR, LAS PERSONAS NOS LLAMAN ‘SUIZA’”, ARGUMENTÓ EL REY MSUATI III.

el nuevo nombre del país. Algo usual en otros confines.

El Congo Belga, colonia de Bélgica desde 1908, pasó a llamarse República del Congo cuando se independiz­ó, en 1960. Cuatro años después, se llamó República Democrátic­a del Congo para distinguir­se de la vecina República del Congo Brazzavill­e. En 1971, Mobutu Sese Seko, otro déspota, le puso República del Zaire, derivado de la expresión kikongo nzere (el río que se traga todos los ríos, por el río Congo, que también pasó a llamarse Zaire). Derrocado el dictador, en

1997, el país recuperó el nombre de República Democrátic­a del Congo.

Otro tanto ocurrió con Vietnam, antes de 1945 llamado en forma sucesiva Van Lang, Dai Viet y Dai Nam. O con Myanmar, Birmania antes de 1989. O con Burkina Faso (patria de los hombres íntegros), sustituto de la República de Alto Volta desde 1984. O con Zimbabue, Rodesia del Sur hasta 1965. O con la República de Benín, Reino de Dahomey hasta 1975. O con Namibia, África del Sudoeste hasta la década de 1960. O con Vanuato, Nuevas Hébridas hasta

1980. O con Sri Lanka, antes Ceilán. O con Tailandia, antes Siam. Y ahora con eSwatini, antes Suazilandi­a, salvo que Msuati III cambie de idea, como de esposa cada noche.

* Periodista, dirige el portal de informació­n y análisis internacio­nal “El Ínterin”

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