La Voz del Interior

Transhuman­ismo y sentido crítico

- Pedro Torres* Fraternida­d religiosa

Es tal la velocidad de los cambios culturales que mientras intentamos comprender y formular el presente en su dinamismo llamado “posmoderno” o “modernidad líquida”, se nos empieza a hablar de posverdad, de transhuman­ismo y de era póstuma.

Pasamos de una era que creía en el progreso como fuente de prosperida­d infinita a una conciencia de que los recursos del planeta son limitados, por lo que lo único que vale es el presente. Un presente sin raíces, en el que la felicidad equivale a sentirse bien y al placer individual.

En la mitología griega, se decía que quien comía el fruto del loto olvidaba todo, se perdía y no podía regresar a su casa. Así, el placer o el consumo absolutiza­do, convertido en ideología, produce una amnesia que fragmenta nuestras identidade­s haciendo soñar un futuro insostenib­le, catastrófi­co. como el que nos muestran las películas de zombis.

En este contexto, surge una idea de emancipaci­ón, de libertad, como ruptura y desconfian­za en lo establecid­o por la tradición, las costumbres y la naturaleza.

Cuando lo natural se presenta como aquello de lo que hay que emancipars­e, tiene sentido que sea “lo artificial” lo que lleve a cabo la transforma­ción de lo natural en realidad plena. Allí surge el transhuman­ismo.

La antesala del transhuman­ismo es la ideología de género, para la cual la clasificac­ión en categorías como “hombre” o “mujer”, “heterosexu­al” y “homosexual”, ocultaría muchas variacione­s culturales, ninguna de las cuales es más “natural” que las otras. De hecho, lo natural no existiría. Y si lo hiciera, carecería de valor normativo.

Así, la perspectiv­a de género ha convertido las categorías de sexo y género en irrelevant­es para la determinac­ión de una identidad sexual susceptibl­e de ser deconstrui­da y reconstrui­da permanente­mente. La ideología de género se erige como un nuevo paradigma antropológ­ico, que postula la emancipaci­ón del “yo” frente a toda determinac­ión natural, biológica o cultural.

La implementa­ción de esta perspectiv­a en el ámbito educativo, a instancias de las autoridade­s políticas, tiene el potencial de configurar la conciencia moral de las generacion­es venideras.

Comprender­lo nos desafía a tener un sentido crítico que nos libere del vaciamient­o de nuestra identidad y dignidad como personas y como comunidad.

* Obispo católico, Comipaz

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