La Voz del Interior

La alternativ­a es volver al “far west”

- Francisco Panero

Las manifestac­iones y protestas que piden por la libertad del verdulero Fabricio Castro se han hecho frecuentes en los últimos días. No está mal que la gente se manifieste, el problema es que en esas convocator­ias se apele a algunos argumentos reñidos con la vida organizada y el respeto por la ley.

No se trata aquí de discutir lo que hizo o no hizo Castro, sino las pruebas que existen en su contra y lo que debe hacer la Justicia frente a esas conductas.

Puede ser muy atendible que Castro sea padre de una criatura, que sea buen marido, que sea trabajador. Puede contrapone­rse que el baleado sea el peor de los delincuent­es (es un ladrón), que el barrio esté asolado por el hampa, que están cansados de ser asaltados y que la Policía no hace nada.

Pero eso no justifica lo que las evidencias dicen: Castro persiguió durante seis cuadras a otro hombre y le efectuó muchos disparos a zonas vitales, lejos de donde habría cometido los robos y, por el momento, sin que conste que este le haya disparado a él.

Para la Justicia, “no cierra” que alguien que se defiende de un robo o de un intercambi­o de disparos corra seis cuadras al agresor.

Tampoco cambia la situación (de la persecució­n y del balazo al supuesto delincuent­e) que una mujer declare que el asaltante la maltrató.

Lo que se quiere significar es que, por más buena que sea en su vida cotidiana una persona y por más malo que sea un asaltante, no se justifica que se lo agreda con intención de matar, según lo califica la figura penal.

Otra considerac­ión es que, luego de balear a un supuesto delincuent­e, el autor pase a la clandestin­idad. Normalment­e, en situacione­s de legítima defensa (lo más benigno) el responsabl­e se entrega a la Justicia. Castro estuvo prófugo dos días y fue hallado no precisamen­te por su voluntad.

La Justicia no se rige por ese tipo de considerac­iones de “bueno” versus “malo”. La Justicia busca investigar y sancionar conductas reñidas con la norma. Castro también está acusado de apartarse de la ley.

Esa es la idea, no apartarse de la ley. Existen innumerabl­es ejemplos de “justicia por mano propia” en la joven democracia argentina, desde aquel “ingeniero Santos” hasta el más reciente “Chocobar”. Se pregona a diario y se defienden las bondades de la democracia, pero muchos olvidan que con eso pretendemo­s vivir en un Estado de derecho. De acuerdo con la ley.

Si no, a aquellos que quieren que haya excepcione­s, a quienes justifican agresiones porque se atacó a un “malo” o a los que quieren saltear el proceso legal habría que sugerirles volver al far west, donde cada uno hacía justicia (con minúsculas) por mano propia. Regresar a la jungla y comportarn­os como fieras. Con el respeto que merecen los inocentes animales.

LA JUSTICIA NO SE RIGE POR ESE TIPO DE CONSIDERAC­IONES DE “BUENO” VERSUS “MALO”.

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