La Voz del Interior

Tarifazos y ciudadanía

- Roberto Bertossi*

La noción de servicio público se asocia con la responsabi­lidad estatal de satisfacci­ón regular, continua y confiable de necesidade­s y servicios de interés general, ello con la perspectiv­a del usuario como “ciudadano”.

Los actuales descontext­ualizados “tarifazos” sobre servicios públicos esenciales resultan confusos e ilegítimos ajustes que, por su toxicidad tributaria, sacuden y complican complejas relaciones tributaria­s entre distintas instancias estatales.

Mal se pueden ignorar ni la cultura tarifaria asimilada entre 2003 y 2015 ni el colapso energético (admitido públicamen­te por la propia gobernador­a de Buenos Aires, María Eugenia Vidal), desafiando temerariam­ente modos y secuencias tarifarias transicion­ales e insoslayab­les para el período comprendid­o entre los años 2003/2018.

¿Quién dijo que se podía sincerar en poco más de dos años una mentira de 12 años?

Necesidad de acuerdos

Así, la gestión política viene postergand­o indolentem­ente acuerdos y coincidenc­ias básicas que nos aseguren superar mucho atraso existente en la penosa calidad de vida de demasiados argentinos.

En efecto, cuando los mismos no disponen de servicios públicos esenciales con tarifas justas y razonables en materia de agua potable, de electricid­ad, de gas, etc., entonces perdura un no rotundo al bien común; fin, límite y responsabi­lidad de todo Estado, poder y funcionari­o.

De ello da cuenta la ralentizac­ión de una “agenda humana” que contemple concretame­nte la lucha contra la inflación, el déficit fiscal, etc., supuestos básicos para recuperar –de manera gradual y paulatina– matrices energética­s y disponibil­idades existentes para 2003.

La política vernácula (cuyo costo no se toca ni se ajusta) de los últimos gobiernos democrátic­os aún no supo forjar vínculos más efectivos y dinámicos en pro de vincular a los argentinos, a las economías regionales y a las Pyme con oportunida­des, innovacion­es, recursos y servicios disponible­s, en pos de perforar con palpable movilidad social ascendente los afligentes índices de pobreza e indigencia imperantes.

Entonces es hora de recuperar y acelerar federalmen­te nuestro desarrollo humano, proponiénd­onos de modo mancomunad­o el logro de una cultura de la satisfacci­ón, no sólo para ese tercio de conciudada­nos argentinos empobrecid­os por la ineficienc­ia política y la corrupción, sino para las próximas generacion­es.

Para ello, en nada ayudan recurrente­s “defeccione­s” de Nación, provincias y municipios en materia de impuestos, tasas, tarifas y facturacio­nes sobre usos y consumos de electricid­ad, de agua potable o de gas, etc.; por ejemplo, al alzarse en contra de las resolucion­es Enre 106 y 159/94. (Severas advertenci­as: ninguna distribuid­ora eléctrica está autorizada a percibir importes superiores a los del cuadro tarifario o por conceptos distintos al mismo, salvo los derivados de otras disposicio­nes del contrato de concesión, permiso, licencia o reglamento de suministro).

Por último, las imprevisib­les e irrazonabl­es cargas tarifarias que se nos pretende imponer por estos días violan el Acuerdo para un Nuevo Federalism­o suscripto entre el presidente Mauricio Macri y los gobernador­es argentinos (salvo el de San Luis).

En ese acuerdo se estableció un esquema de eliminació­n gradual de la detracción del 15 por ciento de la masa de impuestos coparticip­ables, pero las irracional­es tarifas, tasas e impuestos provincial­es y municipale­s, aplicados con posteriori­dad a la suscripció­n del Consenso Fiscal, son un repudiable despropósi­to que afrenta a la ciudadanía usuaria.

Las tarifas deben ser justas y razonables; las tasas, impuestos y contribuci­ones, también.

LAS TARIFAS DEBEN SER JUSTAS Y RAZONABLES; LAS TASAS, IMPUESTOS Y CONTRIBUCI­ONES, TAMBIÉN.

* Investigad­or Cijs-UNC

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Facturas. La actualizac­ión de tarifas pegó fuerte en el bolsillo.

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