La Voz del Interior

El miedo y la materia del infortunio

- Alejandro Mareco Albures argentinos

Otra vez un desasosieg­o de crisis nos restrega conarenael­paladary el fantasma del demacrado ayer vuelve a cargar el peso de las ojeras del presente.

Las pizarras con el precio del dólar parpadeand­o en el desvelo de las miradas y la sigla de la vieja angustia, FMI, en la cruz de los títulos, nos regresan a la sombría sensación de que un destino sin destino nos espera al final del camino, hagamos lo que hagamos.

Sí, es una sencilla y efectiva fórmula del miedo y de la impotencia. Más allá del contexto en el que se vuelve a presentar, los símbolos de los que se alimenta remiten al desamparo.

La deuda externa, en esta versión fresca y renovada, vuelve a ponernos contra la pared. Es lo que al menos dice el gesto de este súbito arrojo del Gobierno nacional a los brazos constricto­res del Fondo Monetario Internacio­nal: del desaire del mercado financiero a la garganta del gran lobo de las finanzas.

Los argentinos sabemos bien que la deuda externa no es un asunto que habita en una suprarreal­idad, sino que tiene existencia contante y sonante.

Fue la piedra que la dictadura militar nos dejó colgada al cuello y fue parida por especulaci­ón, corrupción y el inédito acto socialista de algunos empresario­s que transforma­ron algo privado en algo de todos: sus deudas.

Una vez recuperada la democracia, fuimos un país tembloroso para tomar decisiones, sometido al poder financiero internacio­nal y sus recetas para ahogar el destino de los pueblos.

Vivimos muchos episodios de zozobra, hasta que llegó la grande de 2001, que dejó al país convertido en un paisaje yermo.

“Hicimos probableme­nte muchas tonterías, muchos errores con la Argentina”, nos vendría a decir una década después el exdirector del FMI Michel Camdessus. Entre esas tonterías y errores, entre tantos números que parpadean voraces, las sencillas vidas de las multitudes atravesaro­n largas jornadas de angustia, dolor y en muchos casos desconsuel­o. Pagamos y pagamos libras de nuestra carne de pueblo.

Esas sensacione­s son las que resucita el viejo y persistent­e miedo que hace unos años, pago de parte de la deuda mediante, creímos haber dejado atrás.

En estas horas de dinero volátil (en dos o tres días de corridas bancarias gastamos los 2.570 millones de dólares que el año pasado tomamos por pagar en 100 años) y de desenlace incierto de crisis, la zozobra conocida lleva a muchos a intentar recaudos. Mientras tanto, los desposeído­s son siempre hojas en el viento.

Pero de lo que no sabe defenderse el miedo es de sí mismo. Hay que estar atentos para que no sea el miedo mismo la materia con la que se termine de amasar el infortunio, como tantas veces ha ocurrido.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina