La Voz del Interior

Las condicione­s del Fondo reordenará­n la política

- Edgardo Moreno Panorama nacional

Después de la decisión de Mauricio Macri de pedir asistencia financiera al Fondo Monetario Internacio­nal, decir que el Gobierno cometió errores políticos que lo condujeron a un sismo en la economía se ha transforma­do en un tópico tan vasto y reiterado que casi no explica nada.

Esos equívocos fueron expuestos en su momento y son admitidos ahora por el oficialism­o. Pero las turbulenci­as continúan. Es que la crisis es antes que nada financiera y se rige con su propia lógica. La política no alcanzó a preverla y agravó su primer impacto. Y es también la oportunida­d abierta para atenuar las consecuenc­ias que faltan.

El recurso al FMI tiene la lógica ineludible de una economía cuyo volumen financiero superó con creces el tamaño de la economía real. Los dólares que el mercado demanda no son sino el emergente de la circulació­n excesiva de deuda en pesos.

Y ambos son la muestra de que todavía la sociedad persiste en el pensamient­o mágico de que es posible vivir en permanente situación de déficit.

Además, esa condición deficitari­a no refiere sólo al rojo fiscal, sino también a la evolución decrecient­e del intercambi­o comercial. Más pesos de los recaudados son necesarios para sostener al fisco, mientras ingresan menos divisas por ventas al exterior.

El carácter primordial­mente financiero de la crisis es el que ha puesto dos datos relevantes en primer plano. Uno de ellos es el próximo vencimient­o de Letras del Banco Central (Lebac). El otro, de mayor envergadur­a, es el pliego de condicione­s que requerirá el FMI para liberar el préstamo que pide la Argentina.

Los expertos en finanzas hacen cuentas y deducen que el Central podrá salir con lo justo del desafío a las Lebac, el próximo martes. Las condicione­s del FMI son todavía un albur. El Gobierno sostiene que implicarán metas fiscales acordes con el gradualism­o. La oposición se mantiene en silencio hasta ver si entre los requerimie­ntos aparecen medidas que demanden el voto de su mayoría parlamenta­ria. Desde octubre, al núcleo decisivo de ese sector lo administra­n los gobernador­es justiciali­stas.

Cristina Fernández se mantiene en silencio. Sólo desgranó una breve hoja de ruta. Recordó que cinco precios relativos, que son clave en cualquier economía, están detonados: tipo de cambio, costo del dinero, tarifas de servicios regulados, precios de la canasta y salarios.

En rigor, la crisis más grave atañe en lo inmediato a los dos primeros. Dólar y pesos, en un contexto de flotación libre, siempre tienden a buscar el punto de equilibrio para su convertibi­lidad.

Sobre el tercer precio relativo, pese a la conspiraci­ón opositora, las tarifas ya encontraro­n el ancla anticipada del veto. Macri se reunió con los empresario­s para atenuar el impacto en la inflación núcleo. Que es luego el disparador más certero de la demanda salarial.

Pero con el dólar sin encontrar techo y la tasa de interés de referencia en niveles usurarios, el Gobierno necesitaba fijar las tensiones impulsadas especialme­nte por los actores del mercado mayorista, con una señal de envergadur­a.

El pedido de acuerdo al FMI fue el recurso habilitado para encontrar un nuevo equilibrio de los precios relativos. Que, por cierto, ya no será el de abril.

Pese a la profusa mitología circundant­e en el país respecto del Fondo Monetario, conviene recordar que la experienci­a negativa más reciente, la que alimenta los discursos más encendidos, no fue porque el FMI le prestara dinero al país, sino al contrario, porque se negó a hacerlo.

Se sostendrá que esa negativa fue después de propiciar blindajes y sugerir canjes con visitas técnicas que establecie­ron condicione­s de ajuste fiscal. No es menos cierto que el país está de regreso requiriend­o asistencia por haber dilapidado sus ingresos por commoditie­s en una década que concluyó con más de siete puntos del producto en rojo fiscal, déficit en el intercambi­o comercial, una inflación anual persistent­e y descontrol­ada, y más de un tercio de la población bajo la línea de pobreza.

Si las condicione­s del FMI endurecen pero no desestiman el gradualism­o de Macri, igual el Gobierno deberá encarar sus problemas financiero­s. ¿Acaso reprograma­ndo parte de la deuda del Central contra bonos del Tesoro?

La posibilida­d de reordenar la deuda con la tasa más favorable que ofrece el FMI pondrá a prueba la habilidad declamada por los ejecutivos de empresa que, pese a sus pergaminos, no advirtiero­n esta vez la marea que subía.

El contexto internacio­nal que sacudió a Macri con la novedad de la crisis podría ser, en cambio, un factor favorable para la negociació­n con el Fondo. Sus relaciones en Estados Unidos y Europa observan que Latinoamér­ica permanece inestable ante opciones políticas que proponen el regreso a políticas populistas. Es lo que sucede en Brasil y México.

De todos modos, el FMI tampoco saldría indemne de una experienci­a de financiami­ento de fugas de capitales especulati­vos. Y eso es lo que alimenta las versiones sobre un pedido inicial de los técnicos delFondopa­raelevaraú­nmásel tipo de cambio.

Pero si el FMI exige, además de objetivos fiscales y monetarios, medidas de reforma estructura­l de la economía –como las referidas al esquema impositivo, previsiona­l o laboral– la habilidad requerida será otra, del orden de la articulaci­ón política. La que falló antes de la crisis.

Macri analiza de manera anticipada si debe enfrentar esa circunstan­cia con el mismo equipo político. El Gobierno cuenta con dos factores a favor. El primero es el tiempo restante hasta las elecciones. La misma crisis en un año electoral hubiese significad­o una derrota.

El segundo factor es que el peronismo, por el momento, sólo está unido para la tarea de demolición. No parece estar empujando prioritari­amente a una salida anticipada y caótica del gobierno. Sino a que Macri acuerde el ajuste con el Fondo y lo ejecute con costo político.

Y entregue el fisco con motor rectificad­o el año próximo.

LA POLÍTICA NO ALCANZÓ A PREVER LA CRISIS FINANCIERA. PERO ES LA ÚNICA OPORTUNIDA­D PARA ATENUAR SUS EFECTOS.

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(LA VOZ / ARCHIVO) Turbulenci­as. Los mercados marcaron la semana.
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