La Voz del Interior

Cautivo en un cortadero

- Juan Federico jfederico@lavozdelin­terior.com.ar

Dijo que no sabía cuándo nació. Ni el año, ni el día, ni mucho menos el mes. “Porque no sé leer ni escribir y mis papás murieron cuando yo era muy chico”, contó. Agregó que no recordaba nada de ellos, sólo que su padre falleció y que su madre lo abandonó, según le dijeron tiempo después.

Allá en Bolivia, unos tíos comenzaron a cuidarlo desde pequeño en una precaria vivienda rural. Hasta que su primo Ignacio lo fue a buscar, lo subió a un ómnibus junto a su hermano más grande y muchas horas después, tras casi 2.000 kilómetros, lo bajó en la terminal de la ciudad de Río Cuarto, en el sur cordobés.

La Justicia federal cree que él tenía 10 años en aquel entonces, mediados de 2008. No tenía documento y pasó la frontera con un papel falso. Un invisible.

Un rancho dentro de un cortadero de ladrillos en barrio La Quinta, detrás de un galpón, pasó a ser su nuevo domicilio en Río Cuarto. O, acaso, su cautiverio.

Diferentes cuartos minúsculos techados con nailon, ventanas también tapadas con bolsas, un colchón y una frazada fueron sus únicas referencia­s cuando los investigad­ores le pidieron que describier­an cómo vivía allí.

Una mujer se acercaba y les regalaba ropa. De varón o de nena, lo que fuera, no importaba porque terminaba por ser su única vestimenta. A veces se bañaba en un cuartito también tapado con un nailon, sólo con agua ya que ni jabón le daban.

“La comida la hacía María (pareja de su primo Ignacio), pero le daban poquito, a veces no le daban; no lo dejaban salir ni siquiera los domingos, desde que llegó a la Argentina nunca salió del cortadero, no fue a ningún hospital ni al médico. Cuando se enfermaba lo hacían trabajar igual y no le daban remedios”, quedó asentado en el expediente que siete años después de su llegada se inició en la Justicia federal de Río Cuarto.

Pero el relato se extiende. Y no deja de doler: “Cuenta que Ignacio, Andrés y María (su primo, su hermano y la pareja de su primo) le pegaban mucho si se quejaba, le pegaban con fierros, con palos y con ladrillos. Trabajó todos los días de la semana, desde las 5 de la mañana, de corrido, hasta las 19 o 20 de la noche. En todo el día sólo comía al mediodía, no le daban desayuno ni merienda ni cena. Tenía siempre mucha hambre”.

Desde cortar los ladrillos hasta apilarlos, sin descanso, con sólo un plato de comida en el medio.

Auxilio

Le pidió ayuda a una pareja de un cortadero vecino. Le dijeron que esperara. Pero fue un tío, que llegó de Villa María de visita, el que le prestó el oído. Acordaron que una noche él lo iba a esperar afuera, en su moto, para ayudarlo a escapar. Y eso hicieron un domingo de fines junio de 2014.

El hombre comenzó a recibir amenazas en su teléfono celular para que “lo devolviera”. No hizo caso y fue a la Justicia.

“La secretaría de Asistencia y prevención de la Trata de Personas al momento de recibir al menor luego de ser rescatado por el denunciant­e detecta que no tenía identifica­ción ni podía constatars­e su edad, dado que no se encontró registros de su nacimiento en Bolivia ni documentac­ión de su identidad; motivo por el cual solicitan estudios a los fines de determinar la edad”, quedó registrado.

A través de una radiografí­a de la muñeca izquierda, un médico determinó que los huesos eran compatible­s con la edad de 17 años.

“El alto grado de vulnerabil­idad de la víctima surge de las pruebas acumuladas e informes psicológic­os, repárese que su padre falleció, su madre lo abandonó, es analfabeto, fue trasladado a un país distinto del de su origen, obligado a trabajar bajo amenazas, no tenía posibilida­d de retirarse del lugar, no contaba con documentac­ión, no estaba escolariza­do, sin alternativ­as de cambio, sufriendo las consecuenc­ias de ese estado tan vulnerable, del que fue rescatado”, se resaltó durante la instrucció­n.

El juicio

Casi cuatro años después de iniciarse la investigac­ión, el único acusado, su primo Ignacio Gutiérrez Farfán (39), acaba de ser juzgado en el Tribunal Oral Federal N° 1 de la ciudad de Córdoba.

Respondía por el presunto delito de trata de personas, con fines de explotació­n laboral agravado por el uso de engaño, amenazas, violencia y con abuso de su situación de vulnerabil­idad, por haberse consumado la explotació­n de la víctima y por tratarse de un menor de 18 años.

El viernes terminó condenado a cuatro años de prisión por el delito de reducción a la servidumbr­e, según lo resolvió el juez unipersona­l Julián Falcucci.

En los alegatos, el fiscal Maximilian­o Hairabedia­n había solicitado condena por trata, pero observó que esa pena podía ser excesiva.

En ese sentido, se subrayó que en este caso el victimario no configurab­a los patrones típicos del explotador, ya que se trataba de una persona de recursos elementale­s que vivía en condicione­s similares a la de la víctima.

Durante el juicio también quedó la duda sobre quién fue el que realmente llevó al niño de Bolivia a Río Cuarto, si había sido el primo o el propio hermano más grande.

Ante estas circunstan­cias, el juez resolvió por una figura legal menos grave. La víctima fue asistida por el Estado, pero su rastro se perdió.

El día después del rescate también dejó mucho al descubiert­o. Es que el tío que se lo llevó a vivir con él se encontró con un cuadro que lo excedía. El niño que ahora era un adolescent­e no tenía ningún hábito para vivir en un pequeño departamen­to junto a la familia del hombre. No se bañaba y ni sabía utilizar los cubiertos. El tío pidió auxilio estatal y el joven pasó al refugio para víctima de trata, en la ciudad de Córdoba. Encerrado, cayó en un grave cuadro de angustia y su salud mental se deterioró de manera alarmante. Volvió con su tío y tiempo después pasó a un instituto de la Secretaría de la Niñez, Adolescenc­ia y Familia (Senaf ), en Bell Ville, del que se fue apenas cumplió 18 años. Desde entonces, nadie sabe qué fue de su vida. Se cree que regresó a Bolivia.

 ?? (R. PEREYRA) ?? Culpable. Ignacio Gutiérrez Farfán fue condenado por reducir a la servidumbr­e a un primo. La pena se atenuó por sus condicione­s personales.
(R. PEREYRA) Culpable. Ignacio Gutiérrez Farfán fue condenado por reducir a la servidumbr­e a un primo. La pena se atenuó por sus condicione­s personales.

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