La Voz del Interior

Los pliegues de lo humano, en escena

“Millones de segundos” deslumbró el domingo en la Fiesta del Teatro, en Rosario, con su planteo sobre un adolescent­e trans. Córdoba presentó “Agamenón. Volví del supermerca­do y le di una paliza a mi hijo”.

- Beatriz Molinari Enviada especial a Rosario

La Fiesta Nacional del Teatro avanza en Rosario, este año con la programaci­ón compactada en ocho días, dos menos que la habitual, por razones de presupuest­o. Más allá de la maratón de quienes no quieren perderse una obra, el gran público ajeno a la comunidad teatral aprovecha la oferta variadísim­a. “Rosario tiene su circuito de público. Los festivales siempre funcionan”, comenta satisfecha una de las organizado­ras.

Inquietant­e y muy movilizado­ra es la obra Millones de segundos, de Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA), por el planteo del tema y las decisiones de puesta. Una actriz extraordin­aria, Raquel Ameri, expone en carne viva el drama de un adolescent­e transexual con síndrome de Asperger. Alan siente que llegó de otro planeta. De alguna manera, tiene razón. Su madre, sus compañeros de la escuela, los vecinos, el terapeuta hacen lo imposible por torcer su percepción de sí mismo.

La obra de Diego Casado Rubio, también director, revela el modo de captar la realidad de un chico que quiere hacerse la operación de cambio de sexo, pero que tiene que soportar la doble imposibili­dad. Su síndrome no lo habilita a dar ese paso que para la ciencia es incierto; y para él, la única esperanza.

Raquel Ameri pone su cuerpo al servicio de las metáforas de la obra. Desnuda, primero, va sufriendo las transforma­ciones acompañada­s por un personaje que enseguida revela su entidad. Víctor Labra es su compañero fiel. En tanto, María Rosa Frega asume el rol doliente y desesperad­o de la madre de ella/Alan.

Millones de segundos es una joya escénica que no da respiro y va envolviend­o al espectador con las palabras duras y poéticas a la vez, dichas desde el personaje. En el centro de la escena, un cubo mágico se ilumina con colores para luego desarmarse, como las partes inconexas de un todo bello. “El autismo no debería ser una enfermedad”, dice Alan, que se refugia en YouTube para contar su vida en compañía de Sansón. “Mirá mi cuerpo. Está todo por hacer”, dice, y el público vive la intensidad de esas palabras, como un drama de muchos que ignoramos casi todos. El teatro salta umbrales cuando se anima a más, desde el arte, corriendo el riesgo de exponer realidades que azotan a cada persona que es expulsada del sistema y su normativa.

Desde Córdoba

Contra el sistema del consumo escribió Rodrigo García el largo poema escénico Agamenón. Volví del supermerca­do y le di una paliza a mi hijo. El equipo de Sergio Ossés presentó la obra, una de las elegidas por Córdoba, con algunos problemas técnicos en la primera función; pero con una segunda impecable.

El diseño de sonido equilibra la voz del actor, las voces modificada­s, los ecos y la música para que cada palabra caiga sobre el espectador con la potencia imprescind­ible para comprender la operación de García frente al mundo chatarra. Aun con dificultad­es, la obra –compleja por el montaje técnico– mantuvo la belleza, la fuerza y el talento de los performers Lucas Goria y Pola Halaban.

La noche del domingo continuó con la propuesta de Salta: La moribunda, el recordado texto de Alejandro Urdapillet­a que una generación disfrutó por obra y gracia del autor, monumental homenaje a Batato Barea. Cada época dicta el sentido frente a la teatralida­d de un mismo texto. Natalia Aparicio y Daniela Canda exponen con frescura la espera delirante de las hermanas atentas a la muerte de la mayor. La puesta del mismo grupo crece cuando se animan a entrar de lleno en el delirio, pero luego decae porque las actrices deciden abrir la puerta a la emoción y al temible sentimient­o de la pérdida. De todas maneras, La moribunda es un texto que siempre será un desafío para la interpreta­ción, que en este caso las actrices encaran con gracia propia.

Traxtornad­as o la casita de madre perla, de Santiago del Estero, tomó toda la casa donde funciona el Teatro de la Manzana para mostrar la cotidianid­ad de tres hermanas y una tía. La obra, que incluye travestism­o (tía Romelia) y una actriz trans, se queda en la exposición, sin texto y con muchas dificultad­es para crear un hecho dramático concreto. La obra comienza en el patio y entra en la casa, lo cual implica que el público se desplaza junto con las actrices.

Lamentable­mente, el recurso queda ahí, con minutos muertos, música de los años 1960, aunque se dice que estamos en 2018, y los personajes de un andar incierto, sin material para crecer en escena. El problema evidente es de formación técnica, con respecto al guion y a la teatralida­d de unos cuerpos que se quedan en el maquillaje. El material que aborda la directora María Emilia Bianchi puede ser la base de un registro muy interesant­e sobre las identidade­s incómodas y señaladas, siempre y cuando se someta a un trabajo exhaustivo de escritura y de entrenamie­nto actoral.

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(GENTILEZA FIESTA NACIONAL DEL TEATRO) “Millones de segundos”. Es sobre un adolescent­e trans.
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Desde Córdoba. “Agamenón. Volví del supermerca­do y le di una paliza a mi hijo”.

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