La Voz del Interior

Cómo cayó Gramajo, prófugo del asalto de Nueva Córdoba

Cómo fue la caída de Ariel Gramajo, uno de los prófugos del trágico tiroteo que asoló Nueva Córdoba en febrero pasado. Teléfonos y una encomienda, algunas de las claves de un sigiloso trabajo de investigac­ión.

- Juan Federico jfederico@lavozdelin­terior.com.ar

Hace 21 años lo condenaron por primera vez. La Cámara 4° del Crimen de la ciudad de Córdoba le aplicó una pena menor por un robo. Tenía 23 años y le quedaba un extenso camino delictivo por delante.

El 6 de mayo de 2003 escuchó la sentencia más dura. La Cámara 3ª del Crimen le aplicó ocho años y dos meses de prisión (nueve años y tres meses al ser unificada con la condena anterior) al encontrarl­o responsabl­e de cuatro asaltos, privación ilegítima de la libertad y abuso sexual sin acceso carnal.

Un recurso de sus abogados defensores logró, tiempo después, que aquella pena se redujera a siete años y medio de prisión en total.

El sangriento motín en la cárcel de barrio San Martín lo encontró dentro de unos de los pabellones.

En aquella época, ya hacía “rancho” en un pabellón con Ricardo Serravalle (53) y Rolando Ricardo “el Ciego” Hidalgo (62), quienes años después, de nuevo en libertad, serían sus cómplices en lo que terminaría por ser el último gran golpe de sus vidas: una presunta cueva financiera en un departamen­to de Nueva Córdoba.

Pero en este repaso aún faltaba mucho para llegar a la madrugada de aquel trágico 16 de febrero.

Es que en el medio, la vida de Ariel Gramajo (45) continuó por el lado opuesto a la legalidad. El 19 de septiembre de 2010, otra vez un tribunal lo encontró culpable: ahora, en la ciudad de Rafaela, Santa Fe, donde lo declararon autor del delito de hurto por escalamien­to y robo calificado (dos hechos), por lo que recibió cuatro años y medio de cárcel.

De todos modos, el prontuario sólo habla de una parte de la biografía criminal de este delincuent­e.

En el ambiente policial de Córdoba, aseguran que son varios más los golpes que se le endilgaron, aunque al final de las investigac­iones no pudo ser involucrad­o con pruebas.

Madrugada de febrero

Gramajo volvió a ser noticia hace tres meses, cuando una balacera sacudió la madrugada de la calle Rondeau al 80, en Nueva Córdoba.

La historia es conocida: cuatro ladrones armados ingresaron en un departamen­to, asaltaron a un joven y a su novia, y robaron un millonario monto que hasta ahora nadie en la Justicia se anima a precisar, pese a que la víctima (Guido Romagnoli) asegura que fueron 300 mil pesos en efectivo y 2.300.000 pesos en cheques.

En medio del asalto, hubo un disparo, un grito y una vecina llamó al 101. Llegaron policías en motos y se produjeron dos balaceras en las que murió el policía Franco Ferraro (29) y fueron abatidos los delincuent­es Serravalle e Hidalgo. Un quinto ladrón, Diego Tremarchi (32), que estaba de “campana”, fue atrapado.

Pero otros dos, Gramajo y Ariel Rodríguez Murúa (43), saltaron hacia un edificio vecino, tomaron como rehén a una joven y lograron escapar por la puerta de calle Buenos Aires 514.

Días después, gracias a las cámaras de seguridad de la zona, los investigad­ores bajo las órdenes del fiscal Rubén Caro lograron identifica­r a los dos prófugos.

Hubo operativos en Quilino, en Mina Clavero, en Villa Cura Brochero y en los barrios Maldonado, Yapeyú y Villa El Libertador, de la ciudad de Córdoba, donde solían tener domicilio Gramajo y Rodríguez Murúa. Pero cada vez que los policías llegaban para allanar, sólo encontraba­n rastros de ellos.

Más de una vez se creyó que estaban cercados. Pero continuaba­n escapando.

Motivar a los investigad­ores

El paso del tiempo comenzó a conspirar contra el optimismo. Había varios que ya eran escépticos. Un botín hasta hoy indescifra­ble, un contacto con policías corruptos y una red de cobertura amparado en el bajo mundo de la delincuenc­ia, hacía que el transcurso de los días aminorara el ánimo de los investigad­ores.

Fue entonces que el fiscal Caro encapsuló a su equipo para motivarlo. Reunió a un grupo de policías de Investigac­iones Criminales, de Robos y Hurtos, y de la Dirección de Investigac­iones Operativas (DIO) de la Policía Judicial, les dio objetivos concretos a cada uno (teléfonos, prófugos y testigos) y, sobre todo, logró trabajar de manera hermética, pese a las presiones que llegaban desde diferentes ámbitos.

Y 87 días después, llegó la noticia más esperada: cayó Gramajo.

El delincuent­e se había guarecido en el conurbano bonaerense, en la zona de Villa Centenario, partido de Lomas de Zamora.

Fue atrapado el lunes, a las 19, cuando caminaba cerca del cementerio. Intentó resistirse a los golpes, hasta que finalmente cinco policías lo redujeron.

Desde hacía unos cuantos días, una brigada de Robos y Hurtos, camuflada en la zona, le seguía sus pasos de cerca. Pero los policías cordobeses no encontraba­n el momento justo para ponerle las esposas, ya que, generalmen­te, Gramajo se movilizaba en grupo, junto con otros delincuent­es porteños, según contaron ayer fuentes de la investigac­ión.

Su aspecto físico llamaba la atención: a contramano de lo que podía imaginarse, no hizo grandes cambios, sólo se dejó crecer un poco la barba. Nada de raparse o de teñirse el pelo.

Solía andar por un sector de clase media del conurbano y vestía una remera de una empresa que realiza tareas de mantenimie­nto en una aerolínea.

Tras ser detenido, se allanaron dos domicilios en los que había encontrado protección. No hallaron dinero ni armas. Sólo se le secuestrar­on dos celulares viejos. Para despistar a los policías, cada vez que tenía que llamar a Córdoba, se iba a un lugar lejano, 20 o más kilómetros, para que lo tomaran otras antenas. Pero no le alcanzó.

Además, una encomienda que partió desde Córdoba hacia Lomas de Zamora, con algo de ropa y dinero, terminó por agregar una pista más al rompecabez­as de la investigac­ión.

El lunes a la noche, Gramajo fue alojado en la comisaría 7ª de Villa Centenario. Ayer, la Justicia cordobesa remitió los papeles a Buenos Aires y a la tarde comenzó a ser trasladado, vía terrestre, hasta la ciudad de Córdoba, en un operativo supervisad­o por el grupo Eter.

Gramajo está imputado por el delito de coautor de homicidio criminis causae calificado por el uso de armas, robo calificado y violación de domicilio.

En caso de ir a juicio, se enfrenta a una condena perpetua.

La pregunta que hoy se hacen varios en Tribunales 2 es si Gramajo cumplirá con aquella máxima de los delincuent­es “pesados” y aceptará su derrota en silencio; o si acaso hablará para romper el cerco en torno a qué se llevaron realmente los ladrones aquella noche/madrugada del departamen­to de calle Rondeau.

DURANTE DÍAS, LOS POLICÍAS CORDOBESES ESTUVIERON MUY CERCA DE ÉL. PERO NO LO ATRAPABAN PORQUE SIEMPRE SE MOVILIZABA EN GRUPO.

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Gramajo, en una foto que subió a una red social antes del asalto; captado por una cámara durante el robo; y el lunes, tras ser detenido.
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Tres rostros.
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