La Voz del Interior

Crisis con y sin red

- Pablo Leites Nativo digital pleites@lavozdelin­terior.com.ar

Es altamente improbable que hoy alguien recuerde por cuál red social se informó o tomó decisiones durante la crisis de 2001, aquella que puso a la palabra “helicópter­o” en el diccionari­o de sinónimos al lado de “huida de un gobierno o un presidente tras una crisis”. Sobre todo porque en 2001 las redes sociales como hoy las conocemos no existían.

En plan de inconducen­tes análisis contrafáct­icos, también es posible ir más atrás y suponer que, de existir hace 32 años Twitter y Facebook, Carlos Bilardo no hubiese llegado al Mundial de México en el lugar de director técnico y tal vez el fútbol contaría hoy otra historia en el apartado “campeones del mundo”.

Sin embargo, es inevitable advertir que las herramient­as proporcion­adas por los medios sociales de comunicaci­ón y la masificaci­ón de la conectivid­ad impactaron de modo profundo en la esfera pública, en la política, el ejercicio del periodismo, en la sociedad civil y en las organizaci­ones de base.

La semana pasada, frente al hecho consumado de una sintomátic­a corrida bancaria hacia el dólar, las redes sociales postearon al mismo ritmo frenético con el que los noticieros de principios de siglo nos dejaban en “estado de informació­n permanente”, ante el precipicio que entonces veíamos a la salida de una década de convertibi­lidad forzada.

Por analogía con un momento crítico todavía fresco, por memoria emotiva, por recurrenci­a en la desconfian­za hacia una moneda (el peso argentino) en la que no confían ni los ministros del actual Gobierno, por miedo o por las razones que fuese, los tuits y posteos de los últimos días parecieron acrecentar el fantasma de 2001.

Sin importar que economista­s y periodista­s especializ­ados con distintas filiacione­s políticas dijesen por todos los medios que no hay un escenario analogable, que aquello fue una corrida bancaria y la de ahora sólo cambiaria, que no es lo mismo iliquidez que falta de solvencia, que las reservas y una lista larga de etcéteras, la creencia en la extrema volatilida­d pasó de ser una teoría a establecer­se como profecía autocumpli­da.

“Se asustaron de más y fueron a pedir ayuda al Fondo”, sostuvo un grupo grande de analistas consultado­s por canales de televisión, radios y diarios, para explicar la urgencia con que el ministro Dujovne partió a Washington, al encuentro con la jefa del FMI.

¿Es posible que Cambiemos, algo así como el campeón del mundo en el uso de redes sociales de la política argentina, esté sufriendo los efectos de su propia criatura? ¿Fue una decisión tomada luego de que los algoritmos “olieran” ese miedo social en las redes?

Sería una enorme paradoja que el mismo oficialism­o que supo construir estrategia­s de comunicaci­ón en medios sociales desde la época en que Mauricio Macri era jefe de Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, encuentre justo allí la kriptonita de su momento de máxima debilidad.

En cualquier caso, las suposicion­es de esta columna deberían ser el puntapié inicial de una reflexión: el uso que tanto particular­es como partidos políticos y asociacion­es civiles o medios hacen de las redes sociales no es inocuo. Mucho menosen momentos de

crisis.

EL USO QUE SE HACE DE LAS REDES SOCIALES NO ES INOCUO. MUCHO MENOS EN MOMENTOS DE CRISIS.

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