La Voz del Interior

Los caballeros de la mesa ratona Claudio Fantini

- Claudio Fantini*

Las correccion­es y las decisiones acertadas no salen de los brindis triunfales, sino de los malos tragos que producen los errores cometidos. Brindar por triunfos puede embriagar, mientras que un trago amargo puede despertar la lucidez de la humildad.

El mal trago financiero parece haber sacudido la embriaguez que fue ensimisman­do a Mauricio Macri en una mesa que se achicó, dejando afuera a gente valiosa que procuraba entendimie­ntos con la oposición.

Golpeado por la realidad, el Presidente miró más allá de quienes lo rodean, llamó a los propios que había marginado y habló por primera vez de un “gran acuerdo nacional”.

Probableme­nte, lo más grave en términos políticos para Macri es que, en estos atribulado­s días, haya quedado malherida su candidatur­a a la reelección.

No sería dramático para Cambiemos, porque le queda una carta fuerte: María Eugenia Vidal.

Pero el trayecto hacia las urnas podría convertirs­e en un calvario. Y la responsabi­lidad ya no está sólo en la mala herencia recibida, ni en la demagogia de la oposición, ni en la sequía que arruinó una cosecha, ni en otros planetas que se alinearon contra la economía argentina.

A esta altura, la que más importa es la responsabi­lidad de un Presidente que repitió el error de confiar en los que sólo le llevan datos positivos para permanecer en su entorno, y también creer que las victorias electorale­s son estadios permanente­s de la opinión pública y se deben a la genialidad del jefe y su mesa chica. Esos errores conducen a uno más grave: el ensimismam­iento.

Desde el vamos, se advirtió de que la herencia era tan grave que el poskirchne­rismo necesitaba un gran acuerdo nacional.

Resultaba imprescind­ible que exponentes notorios como Sergio Massa, Miguel Pichetto y gobernador­es peronistas se comprometi­eran con un plan para reducir el déficit y normalizar áreas deformadas por años de demagogia.

Ante un acuerdo de gran alcance, quienes le den la espalda serían mal vistos por una sociedad que reclama a la dirigencia ponerse por encima de sus intereses políticos.

El inicio del gobierno fue un buen momento para ese acuerdo que, en sí mismo, implicaría un mensaje a los mercados y al mundo. Pero a Macri no le hizo falta, porque referentes clave de la oposición aportaron a la gobernabil­idad, posibilita­ndo la aprobación de leyes vitales.

El triunfo en 2017 creó otra oportunida­d para que, ahora desde una posición fortalecid­a, se consensuar­an metas por cumplir por este y los siguientes gobiernos. Pero con la excusa del oportunism­o de Massa, se volvió a eludir la convocator­ia.

Excusa pobre

Los grandes pactos son, precisamen­te, para restar margen al oportunism­o y la demagogia, que son rasgos de identidad de los políticos.

En general, juegan para ellos mismos y no para la sociedad. Eso hace necesarios los compromiso­s que generen condicione­s para hacer factible un crecimient­o genuino y sustentabl­e.

Como había ocurrido con Néstor Kirchner, el gobierno de Macri, embriagado con el triunfo del 2017, dialogó cada vez menos. Actuó como si esa victoria confirmara su infalibili­dad y la declinació­n inexorable de sus oponentes.

Sus puentes con la oposición (Rogelio Frigerio y Emilio Monzó) quedaron abandonado­s. No sólo menospreci­ó la necesidad de forjar un gran acuerdo; también empezó a marginar a los socios de su propia coalición y a figuras clave de su gobierno.

Comenzó la concentrac­ión de poder en un círculo ínfimo dirigido por Marcos Peña. La mesa chica se achicó cada vez más y expulsó a gente eficaz y valiosa. “Los caballeros de la mesa ratona” sacaron a quienes reclamaban consensos hacia adentro y hacia afuera de Cambiemos.

Ese círculo cerrado le hizo decir varias veces a Macri que lo peor ya había pasado. Es grave que la sociedad deje de creer en las certezas que intentan transmitir el Presidente y sus colaborado­res. Pero el grupo chico siguió actuando como si los choques entre sus afirmacion­es y la realidad no ocurriesen de modo constante.

La diferencia entre lo que se anuncia y lo que ocurre, entre lo que la mesa chica describe y lo que la sociedad vive, prueba el ensimismam­iento que perjudicó al Gobierno.

Además de hacerle perder funcionari­os capaces y oportunida­des de consensuar un acuerdo imprescind­ible, le impidió a Macri ver que los sismos que derribaron las certezas transmitid­as pueden también haber derribado su candidatur­a a la reelección.

DESDE EL VAMOS, SE ADVIRTIÓ DE QUE LA HERENCIAER­ATAN GRAVE QUE EL POSKIRCHNE­RISMO NECESITABA UN GRAN ACUERDO NACIONAL.

COMO YA HABÍA OCURRIDO CON KIRCHNER, EL GOBIERNO DE MACRI, EMBRIAGADO CON EL TRIUNFO DE 2017, DIALOGÓ CADA VEZ MENOS.

* Periodista y politólogo

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(TÉLAM) La mesa chica. Macri y sus principale­s colaborado­res, en Olivos.
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