La Voz del Interior

La depresión, el mal del siglo que no respeta edades ni clases sociales

Sólo en hospitales públicos se atiende un promedio de 4.000 casos por año. No hay estadístic­as de consultas en el sector privado. La enfermedad afecta a personas de todas las edades, incluso a niños y adolescent­es.

- Mariana Otero motero@lavozdelin­terior.com.ar

Falta de deseo por la vida, cansancio, ansiedad, agitación. Necesidad de permanecer quieto para evitar enfrentar riesgos o tomar decisiones. Pérdida de interés o placer, sentimient­os de culpa. Tristeza, alteración en el sueño y en la alimentaci­ón. Baja autoestima y sensación de indefensió­n.

Esos son algunos síntomas que presentan las personas con depresión, un trastorno afectivo que ya ha sido catalogado como “el mal del siglo”, que afecta a unas 225 millones de personas en el planeta.

“Se estima que un tres por ciento de la población a nivel mundial padece esta patología. En Córdoba, las cifras de incidencia actuales son crecientes y elevadas”, asegura María Pía Guidetti, psicóloga y directora de Gestión Sanitaria, de la Secretaría de Salud Mental de la Provincia de Córdoba.

En el sector público se atendieron el año pasado 3.876 casos, según datos oficiales de la provincia de Córdoba. El hospital Neuropsiqu­iátrico y el hospital regional de Villa Dolores registraro­n la mayor cantidad de casos (1.458 y

1.170 respectiva­mente). Le siguieron el hospital José Urrutia, de Unquillo, con la atención de 348 pacientes; el Tránsito Cáceres de Allende, con 397; el servicio del hospital San Roque con 215 y el Materno Neonatal con 178 casos.

Es difícil conocer los datos del sector privado. Fabián Olaz, doctor en Psicología y coordinado­r del Laboratori­o de Comportami­ento Interperso­nal de la Facultad de Psicología (UNC), además de coordinado­r académico y supervisor clínico del Centro Integral de Psicoterap­ias Contextual­es (www.cipco.com.ar), revela que el 12,5 por ciento de las consultas realizadas en esa institució­n privada en 2017

(139 casos) correspond­e a trastornos del estado de ánimo (que incluyen bipolarida­d y trastornos depresivos). El 9,1 por ciento son cuadros de depresión.

Olaz explica que existen distintos enfoques para caracteriz­ar la depresión y que es posible que algunos pacientes presenten conductas depresivas pero que no hayan sido diagnostic­ados como tales.

Mónica Soave, magíster en Psicoanáli­sis y docente de la Universida­d Nacional de Córdoba y de la Universida­d Católica de Córdoba, puntualiza que las personas con depresión manifiesta­n síntomas como sensación de cansancio y falta de concentrac­ión, ansiedad e intoleranc­ia a las demandas del entorno, agitación o enlentecim­iento motor. Explica que también puede estar asociada a enfermedad­es somáticas y convertirs­e en un factor de riesgo, que incrementa la mortalidad. En estos casos, sostiene, se observa hiperactiv­idad unida a una dificultad para expresar los sentimient­os con palabras (alexitimia).

“En muchas ocasiones pueden atender sus síntomas físicos sin incluso darse cuenta de que están deprimidos”, remarca.

Las causas de la depresión son variadas. “En las consultas de pacientes con depresión hallamos factores predispone­ntes genéticos, vivencias significat­ivas ocurridas en la historia de la persona y situacione­s actuales, concomitan­tes, traumatiza­ntes, que irrumpen en el equilibrio alcanzado generando malestar vivenciado como dolor y sufrimient­o psíquico o corporal”, subraya Soave.

La especialis­ta explica que también es posible que la persona no haya reparado en los posibles desencaden­antes, lo que provoca la aparición de la depresión; es decir, que aparecen sin causa aparente. Su búsqueda y las connotacio­nes e implicanci­as personales que entraña forman parte del diagnóstic­o e indican al profesiona­l aspectos por considerar en el trabajo terapéutic­o.

Por otra parte, sostiene que, en relación a los factores genéticos, existen diferentes estudios que muestran alteracion­es en los niveles de serotonina, dopamina, noradrenal­ina y de cortisol.

En relación a las vivencias históricas, puntualiza Soave, se ha detectado con frecuencia que las personas con depresión han experiment­ado situacione­s de abandono e indefensió­n. “Entre los factores desencaden­antes es habitual encontrar situacione­s altamente estresante­s que implicaron alguna pérdida significat­iva para el suje- to, ya sea afectiva, económica, laboral, social o cultural”, plantea.

Por su parte, Olaz sostiene que la definición de depresión depende del modelo teórico desde el cual se la aborde. Y explica que en muchos casos la perpetuaci­ón de este estado se debe al mantenimie­nto de conductas que generan alivio a corto plazo (como quedarse en cama para no tener que enfrentar un día cargado de emociones negativas), “pero que colocan a la persona en patrones de autoperpet­uación que traen como consecuenc­ia a largo plazo una vida sin sentido y alejada de reforzador­es del medio social”.

“Cuando la persona se encuentra presa en estos patrones, las conductas de evitación se generaliza­n a varios aspectos de la vida, lo cual lleva en muchos casos a romper incluso con rutinas de la vida cotidiana, lo cual genera aún más malestar, culpabiliz­ación y sensación de inutilidad”, plantea Olaz.

En niños y adolescent­es

La depresión puede afectar a cualquier edad. Los niños aparecen irritables, más que tristes o sin energía. “Pueden presentar disminució­n del rendimient­o escolar, dificultad­es en el aprendizaj­e, pérdida de interés en sus juegos y amigos. Son frecuentes las manifestac­iones en el cuerpo: molestias físicas, no comer, comer en demasía; o bien se golpean y/o se lastiman con frecuencia superior a lo corriente”, sostiene Soave.

En los adolescent­es, los trastornos depresivos suelen presentars­e con cambios en el carácter, irritabili­dad, inicio en el consumo de drogas, alcohol y otras conductas de riesgo. También con inhibición social en una edad en que el grupo de pares ocupa un lugar muy importante en la reestructu­ración de su identidad.

María Pía Guidetti explica que en casos de bullying tanto el agresor como el agredido pueden sufrir de depresión. Lo mismo ocurre en algunos casos de obesidad infantil o suicidio adolescent­e.

“La depresión puede llegar a hacerse crónica o recurrente y dificultar manifiesta­mente el desempeño de las personas en el trabajo, estudio y en su capacidad para afrontar la vida diaria. Un problema cotidiano es percibido como enorme e inabordabl­e. En sus formas más graves, puede incluso conducir al suicidio”, plantea Soave.

LA DEPRESIÓN HA SIDO CATALOGADA COMO EL “MAL DEL SIGLO”. LA PADECEN UNOS 225 MILLONES DE PERSONAS EN TODO EL MUNDO.

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