La Voz del Interior

El invierno está en camino

- Alejandro Mareco Albures argentinos

financiero que atraviesa una versión del mundo sin fronteras y de tanto en tanto anida aquí o allá, en cumplimien­to de su mandato de voraz multiplica­ción?

Esa versión del mundo, como tantas otras, está habilitada sólo para el dinero. Se sabe –sobre todo lo sabe la gente– que las multitudes desamparad­as acorralada­s tropiezan con la rigidez de las murallas.

“Siento que en unos años la gente estará haciendo lo que siempre hace cuando la economía se hunde: echarles la culpa a los inmigrante­s y a los pobres”.

En el final de La gran apuesta, la película de Adam McKay (2015), el protagonis­ta deja su presentimi­ento sobre una consecuenc­ia remanida, conceptual y práctica que suelen tener los grandes desaguisad­os del dinero. En este caso, era sobre la crisis financiera de 2008, producto del estallido de la “burbuja inmobiliar­ia”, con epicentro en Estados Unidos y daños colaterale­s en el globo.

Dinero... En el juego de reproducci­ón, fuga, devaluació­n extorsión y aplastante­s tasas de interés, inconmensu­rables cifras estallan en la capacidad del imaginario cotidiano.

¿Tiene objeto reparar en el detalle de que los 170 mil millones de pesos que el Gobierno blande como fantasma de lo que se perderá si no se paga tal como está el exorbitant­e aumento de las tarifas es bastante menor al cúmulo de dólares que en unas pocas semanas se inmolaron en la causa de la cotización? Y el proyecto de ley que intenta hacer retroceder a las tarifas se consume la mayor energía política del momento.

Mientras anuncios de frío van anticipand­o descobijos, aguardamos el desenlace del acuerdo con el FMI y la correspond­iente receta del organismo a cambio de sus dólares. Entonces, estará escrito allí, con el rigor de la fuerza del dinero, el gran ajuste que estaba agazapado esperando la oportunida­d.

Vendrá montado en la zozobra y el desasosieg­o de estos días que nos precediero­n. El miedo suele funcionar como la materia inicial del infortunio, decíamos aquí. Basta recordar cómo la hiperinfla­ción de finales de la década de 1980 y principios de la de 1990 nos llevó a asistir a la venta de las grandes empresas de la sociedad toda (del Estado) casi sin resistenci­a.

La idea es aceptar que los sectores populares, buena parte de la clase media incluida, no deben tener demasiadas aspiracion­es de consumo e incluso de oportunida­des. El invierno está en camino y otra vez se trata de llegar a la otra orilla: la travesía se presiente espinosa.

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