La Voz del Interior

El acuerdo nacional que todos piden y nadie quiere

- Edgardo Moreno Panorama nacional

El acuerdo nacional cuya necesidad declama como artículo de fe la dirigencia política argentina no será.

No lo quiere el Gobierno ni lo promueve la oposición. Pese a que el país merodeó la casa de sus peores fantasmas durante la última corrida cambiaria, la crisis económica –todavía irresuelta– no intimidó lo suficiente a sus principale­s protagonis­tas.

Argentina sorteó el crujido de su sistema financiero con tres acciones concurrent­es: la gestión de apoyo externo para que sea creíble la promesa de un crédito del FMI; la convalidac­ión oficiosa de otra devaluació­n para que el dólar cotice cerca de los 25 pesos, y una emisión de bonos del Tesoro. Que fue anticipada en estas líneas el domingo pasado y el Gobierno mantuvo en sigilo hasta que se abrió la licitación de las Lebac.

Luego, el Presidente dio por finalizada la tormenta en una conferenci­a de prensa de la que salió airoso, incluso según la mirada de sus críticos más certeros.

La convocator­ia a un acuerdo nacional amplio formó parte de la gestualida­d que ensayó en la emergencia la coalición oficialist­a, hacia adentro y hacia afuera. Poco después, el pacto urgente pasó a comisión. Hasta que se discuta en el Parlamento el presupuest­o nuevo.

El Presidente lo dispuso porque el acuerdo con el Fondo está aún indefinido. Si sólo presupone correccion­es fiscales y monetarias, podrá administra­r el legado del gradualism­o. Si el crédito viene con condicione­s de reformas estructura­les, dependerá de la mayoría opositora en el Congreso nacional. Y Macri está convencido de que a esas reformas la oposición, en todas sus variantes parlamenta­rias, no las quiere. Piensa que si el peronismo las creyese necesarias, ya estaría proponiend­o reformas consistent­es en el mercado laboral, la racionalid­ad de un sistema previsiona­l desquiciad­o o una modificaci­ón del esquema tributario para disminuir la presión fiscal.

A quienes le proponen un acuerdo al estilo de los Pactos de la Moncloa, los escucha con más paciencia que atención. Acaso no esté equivocado. Miguel Herrero y Rodríguez, uno de los siete juristas que redactaron la Constituci­ón española de 1978, se extrañó en su última visita a la Argentina por la alta cotización que tienen aquí los acuerdos de la transición española. En parte por el relato mítico que el alfonsinis­mo y la renovación peronista hicieron de esos pactos en los debates de 1983.

Herrero sostiene que los Pactos de la Moncloa fueron la expresión plástica del gran pacto político y social que ya existía para superar la compleja herencia del dictador Francisco Franco. Los acuerdos sirvieron para que los líderes de las centrales sindicales ayudaran a superar una crisis inflaciona­ria. Después, el mito político le atribuyó a la Moncloa todas las virtudes a su alcance. "Hasta el freno del cambio climático", ironiza.

No sólo por estas desconfian­zas Macri convoca a un acuerdo del que descree. También porque estima que la crisis cambiaria se produjo con la antelación suficiente como para recomponer a tiempo su proyecto de reelección. Por eso apuesta a que el FMI no ponga en manos del Congreso las herramient­as del ajuste.

De todos modos, envió las señales de unidad política interna que la situación reclamaba. Todavía no se sabe si la nueva mesa chica del oficialism­o funcionará como instancia más orgánica que gestual de la coalición gobernante. O si sólo se ha abierto un nuevo grupo de Whatsapp.

Emilio Monzó fue tardíament­e reivindica­do, pero sigue expectante la evolución de la interna en el PRO. La turbulenci­a que precedió a la turbulenci­a. Mientras, Marcos Peña consiguió restaurar a Ernesto Sanz, su mejor interlocut­or radical –aunque cada vez más ajeno al radicalism­o– y cerró filas con Elisa Carrió.

El peronismo convocado al acuerdo nacional también reajustó sus miras. Empujó la crisis de confianza en los mercados y facturó en las encuestas el descenso de Macri y –en especial– de María Eugenia Vidal. Y vendió luego que, aunque carece de candidatur­as presidenci­ales expectable­s, ya se anota con chances para el balotaje.

Pero sabe que el acuerdo con el FMI lo obliga a enfrentar otra etapa. Por un lado, si exagera la presión de su mayoría parlamenta­ria puede provocarle desgaste al Gobierno, pero hundir al país. Por otro, las nuevas e inevitable­s condicione­s para reducir el déficit fiscal pueden amenazar aquello que creían asegurado antes de la corrida cambiaria: la preservaci­ón de sus territorio­s.

Por eso, los gobernador­es justiciali­stas eludieron la elaboració­n de una posición política frente al acuerdo propuesto por Macri tras la precaria estabiliza­ción de los mercados. Pactaron sólo la variante discursiva que utilizarán ahora: la discusión de la equidad federal del ajuste.

No atacarán a Macri, sino que irán contra los recursos fiscales de sus alfiles, Vidal y Rodríguez Larreta. Sin debilitar esos distritos, no hay alternativ­a peronista en 2019.

Esta urgencia del peronismo se aceleró con las nuevas complicaci­ones judiciales de Cristina. Mientras todas las miradas apuntaban a las pizarras de las casas de cambio, la expresiden­ta recibía procesamie­ntos en tribunales en sus causas más indefendib­les: las que cuestionan su actividad como empresaria hotelera.

Se suman factores de riesgo para que no llegue a tiempo para otra candidatur­a. ¿También por las sábanas de Hotesur deberá bloquear Miguel Pichetto los debates sobre la idoneidad moral de los miembros del Senado?

La aceleració­n de causas puede complicar asimismo de manera indirecta al Gobierno. A Hugo Moyano le allanaron la sede de Camioneros y lo acechan investigac­iones por lavado de dinero y extorsión. Moyano tendrá sus propias motivacion­es en la ofensiva sindical que se viene.

Y que es ahora la principal preocupaci­ón de Mauricio Macri, en los funerales del gradualism­o.

TODAVÍA NO SE SABE SI LA NUEVA MESA CHICA DEL OFICIALISM­O FUNCIONARÁ COMO INSTANCIA MÁS ORGÁNICA QUE GESTUAL DE LA COALICIÓN GOBERNANTE.

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(LA VOZ) Ernesto Sanz. El mejor interlocut­or radical.
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