La Voz del Interior

“Los heridos del sistema son contados, pero no son auxiliados”

El psicólogo especialis­ta en la prevención de la violencia urbana alerta que los diagnóstic­os sociales hace tiempo que se conocen, pero el remedio eficaz no aparece.

- Juan Federico jfederico@lavozdelin­terior.com.ar

No lo vio una ni dos veces. Se enfrentó a esta situación en 10 hospitales de diferentes provincias: bebés recién nacidos, hijos de adolescent­es de muy corta edad que evidenciab­an signos de abstinenci­a a las drogas. Embarazos sin controles previos, madres adictas desde jóvenes y una contrastac­ión que terminaba por ser un crudo relato de estos tiempos.

Hace años que el psicólogo Sebastián Bertucelli, especialis­ta en la prevención de la violencia urbana, recorre los márgenes de las diferentes ciudades del país. Pero su diagnóstic­o nunca parte de una mirada criminológ­ica ni punitiva, sino que se ensancha desde el campo de la salud y la educación.

–La degradació­n estructura­l desde la que surgen los episodios violentos más visibles está descripta y diagnostic­ada desde hace tiempo. Pero continúa allí, y más que modificars­e, parece que se ha ido agravando.

–Contamos muertos y enfermos, hacemos promedios, contamos la pobreza y la promediamo­s, y nos peleamos por promedios. Luchas televisiva­s, de mesa chica, todos se pasan factura pero nadie se pelea para trabajar en revertir esta realidad. Estas discusione­s sólo fomentan el desánimo colectivo. Los heridos del sistema son contados, son promediado­s, pero no son auxiliados.

–Esos debates, esas polémicas que muchas veces no llevan a ninguna parte, se basan en una mirada mucho más parecida a un vuelo de pájaro, o lo que en estos tiempos sería un dron, y no a un trabajo de campo más inclusivo.

–Por eso, lo que tenemos que preguntarn­os es cómo nos organizamo­s, cómo salimos de esto. Por dónde tenemos que comenzar a trabajar y con quiénes. Yo he trabajado en barrios de Córdoba, Mendoza, La Pampa, Rafaela, Chaco, Frontera, entre otras provincias. Cuando llegás, encontrás que hay 60 programas de violencia desperdiga­dos, sin nadie que los articule. Se trabaja sobre violencia de género, sobre la insegurida­d, sobre las adicciones, sobre la violencia intrafamil­iar, la violencia escolar, etcétera, pero cada uno por su cuenta. Los programas son selectivos y normativos: hacen un recorte de la problemáti­ca y lo normatizan con protocolos de actuación. Pero hoy hay que integrar la oferta de políticas públicas. Hay mucha informació­n disponible ya. Ahí tenés que preguntar no dónde ocurrió, sino de dónde viene el chico que lo realizó.

–Hay un arrebato en el Centro de la ciudad de Córdoba y se refuerza la seguridad en ese lugar. Pero no se estudia de dónde viene el ladrón. O sea, el delito se ve en el Centro, pero nace en la periferia.

–Vos analizás los datos de mortalidad infantil, de abuso sexual, de adicciones, de robos, y terminan por ver, en un mapa, que todo viene de la misma área. Múltiples programas van por separado, impecablem­ente descoordin­ados, a la misma familia. Por eso digo que hay que integrar la oferta.

–Ante las crisis de insegurida­d o ante un brote de violencia urbana en algún lugar puntual, la respuesta oficial es enviar más policías. Porque desde hace décadas estas problemáti­cas se continúan trabajando con ministerio­s separados.

–Las dos únicas formas tradiciona­les son la represión y la dádiva (los bolsones). ¿Es posible articular las policías a las políticas sociales? En Mendoza lo hicimos, con policías de consigna en los centros educativos. Y en un polideport­ivo, que los chicos sólo podían utilizar en un horario restringid­o, de día, pusimos policías de consignas, articulado­s con políticas sociales, y se logró extender el horario de funcionami­ento del polideport­ivo.

–Reapropiar­se del espacio público.

–Fortalecer las escuelas, los centros de salud. Fortalecer desde las políticas sociales: sostener lo sano y atender los primeros síntomas. Pero no se puede ingresar con un curso de “hablemos de violencia” o una “charla de adicciones”, porque no va a ir nadie. Hay que entrar desde un mensaje positivo, desde la salud: nadie se niega a que le cuiden un chico. Desde allí, escuchando a la población, se van detectando las diferentes problemáti­cas, no para denunciar, sino para conocer y ayudar.

–Y a partir de allí elaborar una radiografí­a más certera.

–Por ejemplo, con nuestro trabajo de campo detectamos que si bien la violencia visible es de los hombres, que son los que mueren, los que matan, los que van presos y están prófugos. Pero lo que por lo general no se ve es que las que conducen los clanes más importante­s son las madres. Todo esto surge, por ejemplo, de un Plan de Control del Niño Sano, donde los vecinos nos cuentan. Pero no es para denunciar, sino para conocer y ayudar.

–En las últimas semanas en la ciudad de Córdoba se ha generado polémica en diferentes barrios por los denominado­s “operativos interfuerz­as”: llegan Gendarmerí­a, la Policía, la Policía Federal y las fuerza antidrogas, copan todo un barrio denominado “zona roja” y controlan a todo el mundo. Los vecinos han criticado esta metodologí­a, ya que algunos se han sentido avasallado­s.

–Es necesario un relevamien­to institucio­nal para detectar una línea estratégic­a para poder implementa­r políticas sociales. Por dónde ingresar, qué institució­n va adelante y cuál va atrás: nunca una arriba y otra abajo. La delincuenc­ia para sostenerse ha implementa­do un diseño arquitectó­nico, que dificulta ingresar en esos territorio­s. Por eso, hay que articular la obra pública, trabajar con el área de Cultura para que los vecinos recuperen el espacio público. A la violencia no se la previene, se la va sitiando desde la paz, la salud y la educación. A eso lo aprendí hace muchos años en Colombia. Es necesario diseñar una arquitectu­ra urbana. Inauguran una plaza con una cancha de fútbol, pero eso no sirve, porque es sólo para que la utilicen varones, que por lo general son los más grandes.

–Volvemos a que los ministerio­s segmentado­s no son la solución.

–Hay que rediseñar todo, y eso involucra a múltiples ministerio­s entre el adelante y el atrás. Hay que polarizar el Centro, con múltiples actividade­s y accesos, y centraliza­r la periferia, para que esos lugares sean dignos para vivir. Las herramient­as y las institucio­nes están, pero hay que poner en marcha una estrategia inteligent­e enfocada en microáreas. Pasar del promedio al mapa, que es el que te dice dónde está el problema y te manda a la acción.

“LAS DOS ÚNICAS FORMAS TRADICIONA­LES DE LA INSERCIÓN DEL ESTADO EN LOS BARRIOS ES A TRAVÉS DE LA REPRESIÓN Y LA DÁDIVA”.

“LA DELINCUENC­IA PARA SOSTENERSE REALIZÓ UN DISEÑO ARQUITECTÓ­NICO, QUE DIFICULTA INGRESAR EN LOS TERRITORIO­S”.

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(LA VOZ / ARCHIVO)

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