Paso a paso, el tiroteo de Nueva Córdoba
Tras meses de trabajo, la Justicia realizó una pormenorizada reconstrucción de un episodio que todavía conmociona. Uno de los ladrones saltó dos balcones. Hoy se cumplen 100 días de la balacera.
Tras meses de trabajo, la Justicia realizó una pormenorizada reconstrucción del tiroteo de Nueva Córdoba ocurrido el 16 de febrero pasado, en el que murieron un policía y dos delincuentes. Uno de los ladrones saltó dos balcones.
De acuerdo con los registros de las cámaras de seguridad, Ariel Gramajo, Ariel Rodríguez Murúa, Ricardo Serravalle y Rolando Hidalgo llegaron el jueves
15 de febrero a la noche hasta el frente del edificio “Patio Chico”, ubicado en Rondeau 84, en barrio Nueva Córdoba, de la capital provincial.
Entraron, salieron y realizaron diferentes acciones de inteligencia hasta que a las 0.57 del viernes 16 ingresaron todos juntos. Para ello, abrieron con llave las dos puertas de acceso (una de rejas que da a la calle y otra de madera que da al palier) y por las escaleras ascendieron hasta el 8A.
Con otra llave, abrieron la puerta del domicilio e ingresaron a la
1.18, cuando las víctimas, Guido Romagnoli (30) y Melisa Sosa, ya estaban en la cama en el 7A (pues se trata de un dúplex comunicado internamente con el 8A).
Ambos dirían después ante los investigadores judiciales que sintieron como “un tropel”, por lo que se levantaron y corrieron hasta el baño.
Melisa se encerró allí y Guido se quedó en el antebaño, apoyado contra la puerta con el objetivo de trabarla con el peso de su cuerpo.
Fue entonces cuando un balazo atravesó la puerta y lo hirió en la pierna izquierda, lo que provocó el efecto buscado por los asaltantes: que los jóvenes dejaran de resistir- se.
“Guido, ¿dónde graban las cámaras?”, lo paralizó Ricardo Serravalle, uno de los ladrones, mientras le apuntaba con una pistola en la cabeza. En sólo dos segundos, el delincuente le estaba informando a su víctima que sabían demasiado sobre ella.
Allí no había nada de azar, según se lee hoy en el expediente judicial que fijó la prisión preventiva para una parte de los imputados.
Se trata de un complejo y exhaustivo trabajo judicial y policial liderado por el fiscal Rubén Caro, en el que se entrecruzan testimonios, filmaciones, análisis pormenorizados de planos y peritajes de huellas, entre otras variables.
Un mapa detallado de un caso del que hoy se cumplen 100 días. Y que involucra a las divisiones policiales de Investigaciones Criminales, de Robos y Hurtos, y de la Dirección de Investigaciones Operativas de la Policía Judicial.
En el piso 8A, los asaltantes ya habían tapado con una cinta una cámara interna. Ahora iban a robar todos los registros que hubiera, además de llevarse el dinero y los cheques que habían ido a buscar.
Una voz en el teléfono
Fue entonces que otro de los ladrones, Rolando Ricardo “el Ciego” Hidalgo (62), recibió una llamada a uno de los teléfonos celulares que los ladrones habían adquirido para utilizar sólo durante la noche del asalto.
Desde la calle, sentado en un Toyota Corolla robado que la banda había dejado estacionado casi al frente de la puerta del ingreso al edificio, otro de los delincuentes, Diego Tremarchi (32), les avisaba que un grupo de policías acababa de llegar.
Una vecina que había escuchado el balazo y los gritos de Melisa llamó al 101.
Fue entonces cuando la banda comenzó a moverse rápidamente dentro del departamento. Serravalle les dijo a las víctimas que se quedaran quietas, que no gritaran, porque entre el grupo delictivo había un policía y afuera tenían a un comisario como cómplice.
Otro de los ladrones sacó precintos y comenzó a inmovilizar a la pareja de pies y manos.
A todo esto, Hidalgo ordenaba: “Quemémoslos, quemémoslos” (que los mataran).
A esa hora, siete policías (tres del Cuerpo de Vigilancia Especial de Nueva Córdoba y cuatro del Departamento Motocicletas Sur) arribaban a la puerta del edificio. Ninguno de ellos imaginaba a lo que se iban a enfrentar en sólo un instante.
Tres de los policías motorizados subieron a pie hasta el 7A.
Uno de ellos tocó la puerta para preguntar si todo estaba bien y recibió como respuesta la voz de un hombre que le dijo: “Ahí voy”.
Serravalle abrió y apoyó su pistola semiautomática en el cuello de uno de los agentes, al tiempo que lo tomaba del chaleco antibalas y lo empujaba hacia el interior del departamento.
El uniformado se resistió, recibió un balazo en un dedo de una mano y logró zafarse, para salir corriendo. Allí, recibió un nuevo disparo que no lo mató sólo porque impactó en el chaleco.
Dos de los policías fueron por la escalera hacia el sexto piso, mientras que el otro subió al octavo.
Los uniformados declararían luego ante la Justicia que las detonaciones continuaron, por lo que descendieron hasta el cuarto piso, siempre por las escaleras.
Allí quedaron parapetados, y fue cuando apareció el cabo Franco Ferraro (29), quien en un primer momento los aguardaba en el hall de ingreso al edificio.
Para los agentes, todo era desconcierto. Unos querían continuar bajando; otros, volver a subir, y había quienes opinaban que debían aguardar allí, en el cuarto piso.
Ferraro optó por regresar a la planta baja y uno de sus compañeros lo tironeó del chaleco antibalas y le manifestó: “Aguantá, gordo, que ya vamos a bajar”. Pero no lo disuadió. Ferraro volvió al hall, y fue entonces que se abrió la puerta del ascensor que llevaba a Serravalle.
El delincuente tenía una pistola en cada mano (una Bersa 22 y lo que sería una pistola Glock 9 milímetros con un dispositivo para funcionar como ametralladora) y
AGRADEZCO A DIOS POR EL ACOMPAÑAMIENTO, ASÍ COMO A TODO EL EQUIPO POLICIAL, JUDICIAL Y DEL MINISTERIO DE SEGURIDAD QUE LOGRAMOS CONFORMAR. Fiscal Rubén Caro, el viernes