La Voz del Interior

Cómo tener un país soberano en la economía y la energía

- Laura Rodríguez Machado*

El desequilib­rio fiscal significa que un país gasta más de lo que tiene. Esa diferencia es la madre de todos los problemas a los que se enfrenta la economía argentina.

Para superar esta complicaci­ón, el gobierno de Cambiemos definió un programa de reducción gradual del déficit fiscal, que fija metas claras para el período 2016-2020. Esta modificaci­ón paulatina se decidió para no impactar de manera negativa a quienes menos tienen.

Las metas de déficit fiscal primario para 2016, 2017 y el primer trimestre de 2018 se cumplieron. Por primera vez en muchos años, podemos decir que los ingresos del Estado Nacional crecen más rápido que sus gastos, situación que se reitera desde mediados de 2017.

Uno de los aspectos importante­s para seguir con esta reducción del déficit es solucionar la aplicación de los subsidios económicos (a la energía, al transporte, etcétera), implementa­dos por el “kirchneris­mo” para sostener una de sus grandes mentiras: que en nuestro país no había inflación.

Entonces, para no aumentar las tarifas, sobre todo en los grandes centros urbanos (léase lugares que concentran muchos votos), subsidiaro­n a las empresas, en vez de hacerlo con aquellos argentinos que menos tenían e incluso no podían pagar una tarifa.

Así, las empresas cubrían sus costos pero no generaban inversione­s en infraestru­ctura ni mejoras en el servicio.

Esta situación motivó uno de los hechos más dolorosos en la historia reciente de nuestro país, como fue la tragedia de Once.

También provocó que, por ejemplo, algunas localidade­s del interior del país sufrieran por falta de luz o de gas.

Al mismo tiempo, generó un combo por demás negativo que incluía desigualda­d regional y precios distorsivo­s que limitaban la inversión, exacerbaba­n el consumo y llevaban a decisiones erróneas en el planeamien­to futuro.

Como solución a todos estos flagelos, nuestro Gobierno aplicó un esquema de reducción gradual de subsidios. En 2016, representa­ron el 3,6 por ciento del producto interno bruto (PIB); en 2017 se bajó al 2,0 por ciento y en 2018 alcanzaría el 1,4 por ciento.

De esta manera, la adecuación tarifaria propuesta para el año en curso permitiría disminuir en 0,6 puntos porcentual de nuestro PIB. Esta medida, ¿perjudica a la gente? ¿Cuál es el impacto de la recomposic­ión tarifaria en el presupuest­o de una familia?

Si bien significar­ía un aumento en la proporción del ingreso total que un hogar promedio utiliza para cubrir el gasto en servicios de gas y electricid­ad, son valores inferiores a los que se observaban en el año 2000.

A comienzos de siglo, un hogar promedio destinaba el 4,4 por ciento de su ingreso total al gasto en luz y gas. En 2018, contemplan­do los aumentos en la tarifa de gas de red que rigen para el consumo desde abril, un hogar promedio destinaría el 3,4 por ciento de su ingreso a ese gasto.

Por lo tanto, si bien se produjo un aumento, este se encuentra por debajo de la proporción que se destinaba en los años previos al congelamie­nto tarifario.

En comparació­n, este retiro de subsidios dejaría a la Argentina aún por debajo de lo que se ve reflejado en el resto de América latina, cuya proporción del gasto en gas y en electricid­ad que destina un hogar promedio es de 5,3 por ciento.

Si nos detenemos en algunos casos en particular, podemos ver que Brasil asigna el 5,4 por ciento de su gasto total; Perú, el 5,1 por ciento, y Uruguay, el 9,7 por ciento.

En los hogares que se encuentran dentro del 20 por ciento de los más pobres de nuestro país, el impacto del gasto de gas y de electricid­ad en relación con su ingreso total, luego de considerar la recomposic­ión tarifaria, será menos de la mitad de lo que le significab­a en el año 2000.

En 2018 deberán destinar el 4,1 por ciento de sus ingresos, mientras que en el año 2000 le asignaban el 8,2 por ciento de sus ingresos.

Esto se completa con el mejor de los beneficios: instaurar una política que permita a nuestro país volver a tener soberanía energética, ya que con precios de tarifas claros regresarán las inversione­s y, con la reducción del déficit fiscal, volveremos a ser un país en el que la soberanía de su economía será motivo de orgullo para todos.

CAMBIEMOS DEFINIÓ UN PROGRAMA DE REDUCCIÓN GRADUAL DEL DÉFICIT FISCAL QUE FIJA METAS CLARAS PARA 2016-2020.

* Senadora de la Nación (Cambiemos-Córdoba)

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(LA VOZ / ARCHIVO) Energía. Uno de los pilares del desarrollo económico
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