La Voz del Interior

Una espiral violenta que terminó de la peor manera

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La foto judicial, la que figura en el expediente, es sólo la del instante final: cuando Brian Gorosito (18) se levantó la remara e invitó a pelear a los otros dos jóvenes que a esa hora amenazaban a su pareja en villa Monja Sierra, un empobrecid­o barrio de la zona noroeste de la ciudad de Córdoba.

Fue entonces que sus contrincan­tes sacaron un arma y así, como si la vida no fuera más que eso, un suspiro, lo mataron.

Todo sucedió en la tarde del viernes 15 de julio de 2016, a plena luz del día, en medio de la calle y a la vista de todo aquel que quisiera ver.

A partir de este lunes, en la Cámara 5ª del Crimen de la ciudad de Córdoba, los dos acusados, Leandro Coronel (21) y José Contreras (21, alias “Cavallo”) comenzarán a ser juzgados por el crimen.

Pero aquel último momento, el que ahora se debatirá frente a un tribunal, tuvo otras dos secuencias que quizá terminen por brindar pistas precisas para entender la violencia más extrema en diferentes puntos de la capital cordobesa.

Es que tres días antes del asesinato de Brian, el martes 12 de aquel mes, la pareja del joven había sido víctima de un salvaje robo en su humilde vivienda.

Un asalto que derivó en amenazas concretas contra la víctima, que continuó viendo cómo los delincuent­es pasaban en moto por el frente de su casa y desde la calle de tierra le gritaban que la iban a matar por “batir la cana”.

Y eso que ella no los había denunciado, conocedora de los códigos de miedo con los que se sobrevive en algunos sectores de la ciudad.

Retazos urbanos

“Acaso nunca sepamos el motivo del robo”, advirtió un investigad­or durante los días posteriore­s al crimen.

Es que las sospechas siempre fueron varias, sobre todo en torno a un presunto comercio ilegal de drogas, pero las pistas en ese sentido no abundaron.

Lo concreto es que las intimidaci­ones no cesaron durante aquellos días, hasta que ese viernes Brian se despertó sobresalta­do de la siesta en la casa de su madre, ya que escuchaba gritos a poco más de una cuadra, y no dudó que otra vez estaban amenazando a su novia.

Fue entonces que corrió hasta allí, enfrentó a los agresores... y lo mataron con lo que sería una pistola 9 milímetros.

Un vecino, en un último y desesperad­o intento, lo cargó en su auto e intentó llevarlo al CPC de Argüello para que lo atendiera una ambulancia. Y pese a que en el camino se topó con una, ya no había nada que hacer.

Siempre de acuerdo a la versión vecinal y policial que ahora deberá ser corroborad­a en el juicio.

Pero esto no fue todo. Porque el día después del crimen también hubo repercusio­nes.

Amigos y allegados a Brian buscaron revancha. Durante 72 horas, se quemaron tres casas y otras dos fueron demolidas.

Eran de los sospechoso­s y sus familias, a los que una parte del barrio eligió expulsarlo­s.

Cuando los agentes policiales intentaron parar con las agresiones en esa vivienda, se produjo un enfrentami­ento con los jóvenes que atacaban el domicilio, por lo que debió acudir un grupo de la Guardia de Infantería.

Los tiros no sorprendie­ron. Grandes y chicos supieron contar que ya estaban acostumbra­dos a oír balazos en cualquier momento.

Acaso como una muestra concreta de que la ley no siempre se escribe de la misma manera en los diferentes puntos de la ciudad. Aquel julio, en Monja Sierra fueron varios los que caminaron por el margen, redactando a la fuerza de acción y reacción su propia nomenclatu­ra para vivir y morir.

 ?? (R. PEREYRA / ARCHIVO) ?? Venganza. Tras el crimen, se quemaron casas, y familiares de los sospechoso­s tuvieron que irse.
(R. PEREYRA / ARCHIVO) Venganza. Tras el crimen, se quemaron casas, y familiares de los sospechoso­s tuvieron que irse.

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