Tangos en italiano, emociones sin fronteras
De costado a los ojos del público, Peppe Servillo le hizo frente a la única versión en castellano que cantó de uno de nuestros queridos tangos: Vuelvo al sur.
Tal vez porque quería oír de su propia boca el sonido original de palabras tan cargadas de sentido (“sur”, “buena gente”, “dignidad”). Tal vez porque quería ser parte de un momento de recogimiento tanguero, pura metafísica de emociones argentinas.
También apagó sus movimientos tan enfáticos y se quedó casi quieto, sin interferir en la brisa que traía el saxo de Javier Girotto. En esas estremecedoras notas de ocre soprano se abría la intimidad de sentimientos revueltos: pertenencia, lejanía, nostalgia y algún escalofrío de la melancolía. Mientras, Natalio Mangalavite entregaba el corazón de madera del piano para sostener y multiplicar tanta nota sentimental.
Asombros, emoción, sonrisas, risas y hasta un final cantado en italiano con el público... La noche del sábado en el teatro Real fue una aventura de sensaciones.
En escena estaba el trío ServilloGirotto-Mangalavite: un cantor napolitano y dos músicos notables de peninsular apellido criados en Córdoba (Natalio, en Barrio Talleres Sur, y Javier, en barrio Ciudadela) y que ya llevan décadas como vecinos de Roma. La programación estaba organizada por el Instituto Italiano de Cultura de Córdoba.
Vinieron a cantar tangos en italiano a través de Peppe, unos compuestos por ellos y otros clásicos de inspiración argentina (Cambalache, Cafetín de Buenos Aires, Chiquilín de Bachín... ).
Y vinieron a tocarlos con las viejas raíces tatuadas en el pecho y la libertad creativa que les da haber andado largos e intensos caminos, como Javier en el jazz después de haberse formado en Berklee (Estados Unidos), o como Natalio en el pop (20 años como pianista y director de la banda de Ornella Vanoni). Cada uno alcanzó momentos de airosa expresión sensitiva.
En cuanto a Javier Girotto, verlo en acción con su extraordinaria capacidad a pleno, no sólo conceptual, sino particularmente en la habilidad de sus dedos, fue un regocijo aparte. Su última presentación aquí había sido en la primavera de 2015, cuando abrió el festival de Jazz junto con la banda Sinfónica de la Provincia, en un gran concierto.
Luego, ya en Italia, y al cabo de grabar un disco solista en el que puso su desafío artístico al máximo, se vio atrapado por el mal llamado “distonía”, señalado como la misteriosa enfermedad de los músicos: su mano izquierda no podía controlar las llaves del sonido. Pero al cabo de una amarga travesía, hoy reconoce que está recuperado “en un 97 por ciento”; tal vez el tres por ciento que falta es el margen para seguir volando.
Peppe, reconocido cantante pop, apuntalaba los tangos con un modo expresivo fuerte, una manera personal de abordar fraseos tangueros. Mientras, sus brazos, sus manos, su cuerpo contaban las historias de un modo teatral. Es que de esos escenarios también viene; además, es hermano de Toni Servillo, el protagonista del maravilloso filme La gran belleza.
A la hora de los bises, la noche se puso aún más sentimental, a puro corazón italiano. Peppe trajo un par de temas de dos grandes de la canción popular: Domenico Modugno y Lucio Dalla. Y fue entonces que entre el cantante y el público elevaron una emocionada y persistente plegaria a la Felicidad, según Dalla.