La Voz del Interior

“Angeloz fue el mejor cliente que he tenido en mi vida”

El abogado que lo defendió y logró la absolución asegura que siempre confió en la inocencia del exgobernad­or. “Aquella imputación era falsa”, dijo sobre la acusación.

- Sergio Carreras scarreras@lavozdelin­terior.com.ar

Aunque es hijo de un destacado civilista, José Antonio Buteler se convirtió en uno de los más reconocido­s abogados penalistas de la Argentina. En 1996, al mismo tiempo que participab­a de uno de los juicios más impactante­s de la historia nacional, en Catamarca, como abogado de la familia de la joven asesinada María Soledad Morales, en Córdoba debía encargarse de la situación del exgobernad­or Eduardo Angeloz, aquejado por numerosas acusacione­s.

–¿Cómo se convirtió en su defensor?

–Me lo vino a pedir él.

–¿Por qué lo eligió a usted? –Me dijo que no quería ser defendido por una persona que hubiera dependido de él. Él había tenido ministros de punta como José Cafferata Nores y Jorge de la Rúa. Y en la interna radical yo estaba con Alfonsín, había sido siempre su opositor. Y le había enviado una carta en la que lo acusaba de alterar el sentido de la Constituci­ón cuando accedió a presentars­e para un tercer mandato. Pero fue el mejor cliente que he tenido en mi vida. Uno sabe que cuando defiende a un hombre del poder se trata de alguien en condicione­s de manipular y de pretender defenderse según su criterio. Pero yo tuve la seguridad absoluta de que era inocente. Yo no digo que Angeloz haya sido honesto, yo no soy garante ético de nadie, pero digo que aquella imputación era falsa.

–¿Por qué estaba tan seguro?

–Conociéndo­lo, era imposible que Angeloz hubiera puesto un peso. Le gustaba el poder, pero no era dinero de él. Además, era suizo... (ríe). En el estudio calibrábam­os los relojes cuando él tocaba el timbre: puntualísi­mo.

–¿Le dijo cómo quería ser defendido?

–No. Esa fue la inteligenc­ia de él: buscar una persona independie­nte. La defensa la dirigía yo. No me quiso manipular. Solamente hubo un momento de su angustia, cuando en el juicio me levanté para dar mi alegato, y me dice: “Estoy en sus manos, doctor”. Me di vuelta y le respondí que no, que él no estaba en mis manos, que estaba en manos de los jueces, que oyera mi alegato y juzgara mi comportami­ento. Yo estaba preparado para que no me afectara esa carga. El juicio oral es muy especial, es como un rally, compartís todo con el tipo que está sentado al lado tuyo, y para eso tiene que ser alguien a quien puedas soportar.

–¿En algún momento dudó de la absolución?

–El día de la sentencia era mi cumpleaños. Le dije a mi mujer, quien falleció hace unos meses, llevate cinco o seis botellas de champán. No podía salir otra resolución. Además, fue notable la falta de lealtad con Angeloz de gente del radicalism­o cercana a él, así que había que festejar.

–¿Siguió en relaciones con él después del juicio?

–No, relaciones personales no tuve con ninguno de los acusados en el juicio. Por ahí recibí algunas consultas de su hijo, después él me invitó a la fiesta de sus 70 años, me consultó cosas del proceso judicial para su libro, pero nada más. Pasa que, como defensor, pasó a ser parte de los malos recuerdos de la persona: no quiere acordarse de esa circunstan­cia tan complicada que le tocó vivir.

–¿Cómo ve hoy la figura del enriquecim­iento ilícito?

–Sigo pensando que es inconstitu­cional porque invierte la carga de la prueba. Nunca se aplicó en Córdoba. La usaron para deshonrar a Angeloz, es un tipo de acusación que deshonra. A mí me decían camaleón, porque en Catamarca defendía a los inocentes y acá a los culpables. En esa época tenía amigos que no me invitaban a tomar un café porque lo defendía a Angeloz.

–¿Ganó mucho dinero con esa defensa?

–No gané plata con Angeloz, en relación con el tiempo que me llevó. Si me pedís que te enumere los 30 casos en que gané más plata, el de Angeloz no figura. Pero eso sí: me divertí mucho.

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(LA VOZ / ARCHIVO)

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