La Voz del Interior

El fútbol, Messi y un mundo paralelo

- Alejandro Mareco Albures argentinos

revelación en este sentido. Sin dudas fue el peso de su decisión lo que desactivó el partido que la selección argentina debía jugar ayer frente a Israel, según el compromiso asumido por la AFA.

Más allá de los desencaden­antes individual­es de la posición que terminó asumiendo, como el temor tanto personal o familiar de padecer un daño como represalia, lo cierto es que pudo imponerla de un modo directo y contundent­e. Sin su presencia, a sus compañeros les hubiera sido mucho más trabajoso plasmar esa determinac­ión.

“El primer ministro israelí me llamó para pedirme que intercedie­ra. Hablé, lo volví a llamar. Preferí decirle la verdad lo antes posible para que no se hiciera falsas ilusiones”. Es decir, ni el presidente argentino, Mauricio Macri, autor de la frase, ni el mismísimo mandatario israelí, Benjamín Netanyahu, podían cambiar la voluntad de Messi y su gran poder de autodeterm­inación.

Cuando Gonzalo Higuaín habla de que la decisión tomada por el plantel fue la correcta, de que primó el sentido común, traza un punto de vista en el que queda expuesta la inconsiste­ncia de la determinac­ión de la AFA y su inconsiste­nte presidente de exponer a los jugadores a una situación de tensión y polémica una semana antes del debut en Rusia. Lejos estaba el compromiso de ser una contribuci­ón a la tarea preparator­ia.

El fútbol es un fabuloso imán de multitudes, el más global de todos los fenómenos de masas. Las estrellas del juego adquieren una condición de popularida­d incomparab­le, más aún si se trata del más sobresalie­nte de todos, como es Messi, una de las personas más famosas del planeta. Y puesto que el fútbol genera un movimiento colosal de dinero, son multimillo­narios.

Podría comparárse­los con estrellas del espectácul­o –cine, televisión música–, pero la diferencia, además de su mayor proyección popular, es que no sólo son figuras individual­es, sino que necesitan un sostén colectivo: el equipo. Esta condición se intensific­a cuando los jugadores se suman a selecciona­dos nacionales, y más aún si hay un Mundial en el horizonte.

El episodio del partido amistoso suspendido puso al fútbol otra vez en medio de una tensión política en la que suele quedar atrapado por su poder frente a las multitudes. Justo a horas de un Mundial cuya sede la Fifa designó con los votos, sobre todo, de países periférico­s que eligieron a la Rusia de Vladimir Putin por encima de Inglaterra.

Como si el fútbol fuera un mundo paralelo.

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