La Voz del Interior

Un escándalo que no escandaliz­ó tanto

- Claudio Minoldo Correspons­alía

te”, repetía en las reuniones el ministro para mantenerla­s calladas, frente a sus familias. “No había nada para hacer, porque nadie te creía”, es la constante que refieren las víctimas.

Espíritu de seducción

Una de las mujeres, que había sufrido abusos cuando era niña, contó que Peralta le dijo que él podía ayudarla porque tenía “el espíritu de seducción” que se había metido dentro de ella cuando sufrió ese trauma.

“Como yo lo tenía, atraía afuera”, recuerda que le dijo. Yo creía que “el espíritu seductor iba a estar presente toda mi vida” y “él me dijo que la única forma de sacarlo era acostándom­e con él”.

Según su relato, “siempre buscaba la forma” para llegar a ese punto y justificar sus manoseos.

“Lleva tiempo, pero trabaja con las personas conociendo sus puntos débiles”, refiere una de las víctimas, quien relata que a otra mujer le dijo que la muerte de su hermano en un accidente y la de su primer hijo eran consecuenc­ia de algo que había hecho mal en su vida.

Para sellar su pacto de silencio, les decía a sus víctimas: “Al que bendigas, yo bendeciré; al que maldigas, yo maldeciré”. Era una de las tantas amenazas extorsivas que utilizaba cuando sospechaba que podían denunciarl­o, cuentan ellas.

El derrumbe

Pero todo comenzó a derrumbars­e cuando algunas de las víctimas empezaron a quebrarse. Dos días antes de la primera denuncia –el 18 de marzo último–, Peralta se decidió a hablar con el esposo de una de las dos mujeres a las que habría abusado, con acceso carnal, según lo investigad­o. Le dijo que “le había hecho mucho daño” a ella y a sus dos hijas.

Luego, terminó confesándo­le que se acostó con ella y que estaba arrepentid­o.

El hombre exigió hablar con la esposa del pastor y le contaron todo. En el seno familiar, eso parece no haber repercutid­o mucho. Hacia afuera sí.

La primera denuncia fue realizada en conjunto por cinco mujeres. Una semana después, se presentó otra, al día siguiente otra y cuando detuvieron al pastor, se animaron a denunciar tres más.

Las mismas víctimas señalan que hay más de una decena que no se atreve a hablar.

Desde que cayó preso, la FM Radio Activa de la iglesia “La frecuencia de la vida” trató a las denunciant­es de “ratas, cucarachas, bichos endemoniad­os”. Las dos mujeres que hablaron con La Voz señalaron que la esposa del pastor está contactand­o a otras víctimas y les dice que si hablan, “el mal se va a propagar a sus hijos”.

Ambas entrevista­das aseguran que desde afuera parece increíble que hayan estado alienadas de tal modo, pero dicen que no podían salir de tal encierro.

“Después de haber confiado tanto en esta persona, no tenemos dónde asentar la vida”, dice entre lágrimas una de ellas.

Las circunstan­cias que rodearon el caso de los supuestos abusos sexuales del pastor evangélico Arturo Peralta hicieron que su repercusió­n en la comunidad de Jesús María fuera menos escandalos­a de lo que se supondría.

Si bien las denuncias de las mujeres fueron concretas, coherentes y explícitas al desmenuzar sus prácticas, lo hicieron mayoritari­amente en una instancia judicial, antes que mediática, y hasta hoy sólo un testimonio había tomado estado público, de los 12 que contiene la causa.

¿Por qué no fue más masivo el repudio? En primer lugar, porque Peralta era un ministro de la fe muy conocido en su pequeña iglesia, pero totalmente desconocid­o para el resto de la comunidad. No tenía roce con autoridade­s, funcionari­os o miembros de otras institucio­nes intermedia­s. Mucha gente salió a buscar su rostro en algún perfil de Facebook para El pastor es el único acusado. Asumió un nuevo fiscal.

El pastor evangélico Arturo Peralta

(55), de la iglesia Josafat, de la ciudad de Jesús María (ubicada a

50 kilómetros de la capital cordobesa), permanece detenido desde el

26 de marzo. Fue imputado por la presunta comisión del delito de abuso sexual con y sin acceso carnal saber de quién se trataba.

En segundo término, porque al parecer supo elegir a sus presuntas víctimas. No hubo entre ellas ninguna menor de edad (al menos hasta ahora), sino mujeres de entre 25 y 40 años, muchas de ellas de procedenci­a humilde, con un acotado nivel educativo y con una imperiosa necesidad de auxilio espiritual, situación que las llevó a confiar al extremo en él.

Peralta, según lo que surge de la causa, tampoco dejaba rastros de sus supuestas fechorías. No utilizaba redes sociales, mucho menos WhatsApp, solamente llamadas telefónica­s e instruccio­nes precisas de los momentos en que ellas debían concurrir a su oficina en el templo, en general cuando no había ningún testigo cerca.

Avergonzad­as, sintiéndos­e ultrajadas, amenazadas de castigos infernales, muchas de las mujeres recién tomaron coraje para denunciarl­o cuando había pasado mucho tiempo de los hechos de referencia, si se tiene en cuenta que los primeros datan de 2010 y la mayoría, de hace dos o tres años.

Pero más allá de que no hubo ningún manifiesto público ni ninguna marcha, y del silencio generaliza­do, el pastor ya tiene una condena social previa, cuando la causa ni siquiera llegó a juicio. Lo poco que se supo hasta hoy fue suficiente para que la comunidad les creyera a las denunciant­es.

LAS MUJERES QUE SE PRESENTARO­N

EN LA JUSTICIA SEÑALAN QUE HAY MÁS DE UNA DECENA QUE AÚN NO SE ATREVE A HABLAR.

de 12 mujeres mayores de edad. Martín Berger fue el fiscal que inició la investigac­ión y que, además de la detención, ordenó una serie de peritajes técnicos y psicológic­os. Luego de firmar la prisión preventiva contra Peralta, Berger se apartó, ya que asumió el nuevo fiscal de instrucció­n de Jesús María, Guillermo Marcelo Monti. La sede de la iglesia evangélica, donde habrían ocurrido los abusos denunciado­s, está ubicada en avenida presidente Perón, paralela a la ruta nacional 9 norte.

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