La Voz del Interior

El voto en contra no tuvo propuestas

- Liliana Montero

Nos guste o no, el Congreso es el más claro reflejo de lo que somos como sociedad. Y, a pesar de lo mucho que se denuesta a la dirigencia política, en ese recinto se vislumbra la compleja trama social. Esta síntesis se dio en el recinto. Existió un repaso de lo que pensamos, de lo que sentimos, de lo que razonamos y, también, de lo que decimos sin razonar; en definitiva, tuvo lugar lo mejor y lo peor de nosotros.

Dicho esto, quisiera rescatar algunas cuestiones del debate que se dieron en torno a la despenaliz­ación del aborto.

Fue claro discernir entre los que hablaron desde un lugar de conocimien­to, de saber, de investigac­ión, de camino recorrido, y los que apelaron a emotividad­es personales desprovist­as de línea argumentat­iva. Incluso, no faltó lugar para aquellos exponentes que leyeron largos discursos que evidenciab­an ensayos previos más que sinceridad con ellos mismos.

También existieron los que hablaron desde la ciencia, desde las evidencias, y quienes lo hicieron desde la religión.

No se han visto declaracio­nes disímiles a lo que se había venido escuchando. Pero no sólo en el Congreso. El debate tomó pulso propio fuera de la Cámara de Diputados y se hizo extensivo. Se dio en las calles, en las aulas, en los bares, en las familias, en las institucio­nes, en los medios, en las fotos, en las marchas.

De lo escuchado, quisiera detenerme en algo que, por sus consecuenc­ias, pone en evidencia la falta de sustento de quienes votaron en contra de la legalizaci­ón. Luego de dos meses y medio de debate, 738 expositore­s, 130 horas de exposición y 10 proyectos en discusión, aquellos que se expresaron en contra de la legalizaci­ón de la interrupci­ón voluntaria del embarazo, pero que se dicen favorables a la no criminaliz­ación de la mujer, no fueron capaces de generar una propuesta alternativ­a.

La pregunta, entonces, es: ¿realmente están en contra de la despenaliz­ación? ¿O siguen creyendo que las mujeres somos las responsabl­es del lugar que nos han asignado desde hace siglos, y que debemos sostenerlo –cueste lo que cueste–, que no tenemos derecho sobre nuestros cuerpos y que aquella que cometa la osadía de decidir sobre él debe ser castigada con la muerte o la cárcel?

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